Puesto que la idea de un ego separado es sólo una construcción mental, tan ilusorio como un espejismo, todas las elecciones y decisiones ocurren espontáneamente: son en realidad la Presencia que aparece como elecciones y decisiones.
Cualquier acontecimiento que ocurre en nuestra existencia es una invitación a reconocer la siempre presente resonancia del Ser-Conciencia. También la meditación, cada vez que aparece en la vida de alguien, es un indicio de la Presencia. Al igual que todos los demás acontecimientos, ocurre de forma espontánea e impersonal, sin ningún tipo de ego separado que se haga cargo de elegir si se debe practicar o no.
Por tanto, si alguien disfruta haciendo meditación, ¿por qué no? Uno no tiene opción de todos modos, ya que «uno» no existe como un ego separado.
A veces, la meditación es considerada como una forma de alcanzar un estado de equilibrio, de bienestar psico-físico, de auto-comprensión, o una experiencia profunda de silencio interior y quietud. Esta es verdaderamente una condición muy agradable que puede ahorrar al practicante una cantidad enorme de sufrimiento innecesario. Sin embargo, como cualquier otro estado que puede ser alcanzado en el tiempo, tarde o temprano, incluso la meditación de paz más profunda, está condenado a desaparecer bajo la presión de las situaciones más estresantes marcadas por la inestabilidad, el dolor y la pérdida, de acuerdo con la naturaleza siempre cambiante de la vida.
En otras ocasiones, la meditación es vista como un medio para alcanzar la liberación. Esta postura convierte a las prácticas de meditación en un bucle de búsqueda sin fin que refuerza la invención de un yo separado que siempre le falta algo ― en este callejón sin salida, el ego busca porque se siente incompleto, y se siente incompleto porque busca. El «buscador» está tan ocupado en buscar la liberación que no se da cuenta de que ya está aquí. Así que el juego de la búsqueda es un juego de carencia y sufrimiento ― cuanto más tiempo dure, la resonancia del Ser pasará desapercibida, ocultada en el trasfondo.
Si ya no es vista como un medio para alcanzar una meta futura, la meditación se convierte en una celebración de la vida. En cualquier momento podemos celebrar la vida a través de cualquier experiencia que nos encontramos ― beber un vaso de agua fresca cuando tenemos sed, mirar hacia el cielo estrellado en una noche clara de verano, hacer el amor, sonreír a un bebé en el autobús, cantar en la ducha, o bailar alocadamente hasta que perdamos la noción del tiempo y lugar.
La forma específica de la meditación para celebrar la vida es dejar que estalle en silencio, sin ningún intento de controlarla, manipularla o juzgarla.
Antes de una cita, los dos amantes se ponen sus prendas más seductoras, con el fin de resaltar la belleza de sus propios cuerpos. Pero más tarde, en el momento de hacer el amor, se quitan toda la ropa y permanecen desvestidos, totalmente desnudos. Al igual que un vestido elegante, la meditación es un adorno de la vida, maravillosamente superflua en su magnificencia gratuita. Así como un vestido atractivo cubre provisionalmente un cuerpo desnudo con el fin de desvelar su belleza justo cuando se retira en el momento de hacer el amor, de la misma manera la meditación es un adorno que «cubre» la desnudez del Ser, sólo para revelar su resplandor deslumbrante.
El desvestirse no produce la desnudez (que siempre ha estado ahí, oculta bajo la ropa), de igual manera la meditación no causa el resplandor del Ser, que simplemente se «des-cubre» cuando la meditación en sí desenmascara su propia exquisita irrelevancia. Aún así, todas y cada una de las experiencias ―sentir la caricia del viento en la piel, hacer cola en la oficina de correos, cambiar el pañal del bebé, temblar de frío, sonreír a un extraño o leer estas mismas palabras― son un adorno de la vida, una invitación para probar el sabor de la Presencia.
La verdadera cuestión aquí, no es tanto lo que hacemos (meditar, hablar o guardar silencio), sino más bien el hecho ineludible de que en cualquier caso, consciente o inconscientemente, todos nosotros estamos compartiendo juntos la misteriosa resonancia del Ser.
La meditación es opcional; la realidad es inevitable. La meditación es algo que hacemos; la realidad es algo que somos. La realidad se despliega a través y como cualquier experiencia, a veces también como meditación. Sin embargo, antes de meditar o no meditar, nosotros existimosy somos conscientes.
El Ser-Conciencia es evidente, innegable, demasiado básico e inmediato como para depender en absoluto de cualquier práctica de meditación. Es la condición previa atemporal de toda experiencia que aparece, incluyendo la propia meditación.
Y nosotros somos Eso.
Si estás buscando tu verdadero ser sólo puede encontrarse donde tú estás. El juego del buscador es como buscar la oscuridad con una lámpara.
Prof. Mauro Bergonzi en una reunión con Sri Nisargadatta Maharaj.
«¿Cuántos pasos necesitas para llegar a donde estás? ¿Cuánto tiempo se tarda en llegar al ahora? ¿Cuánto esfuerzo tienes que hacer para llegar a ser lo que ya eres?»
Mauro Bergonzi ha estado enseñando Religiones y Filosofías de la India en la Università degli Studi di Napoli «L’Orientale» desde 1985. También es miembro de la I.A.A.P. (Asociación Internacional de Psicología Analítica) y del C.I.P.A. (Centro Italiano di Psicologia Analitica). Es autor de ensayos académicos y artículos sobre las Filosofías Orientales, las Religiones Comparadas, la Psicología del Misticismo y la Psicología Transpersonal.
Desde 1970, ha practicado meditación (principalmente dentro de la tradición budista, taoísta y Vedanta), conservando siempre un enfoque no-confesional y no dogmático. Después de un desvanecimiento natural y espontáneo tanto de la búsqueda como del buscador, solamente un no-dualismo radical prevaleció en él. En este sentido, su familiaridad desde hace mucho tiempo con las enseñanzas de Nisargadatta Maharaj,Krishnamurti y Tony Parsons fue crucial.
En los últimos diez años, ha sido invitado a dar regularmente satsang en Italia. Un estudio de la comunicación no dual que ocurre en estas reuniones ha sido publicado en el libro Il sorriso segreto dell’essere (Mondadori).