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Tras más de ocho meses de proceso, 61 de los 81 senadores de Brasil votaron el miércoles a favor de destituir a Dilma Rousseff como presidenta.
La mayoría del Senado consideró que Rousseff violó normas fiscales, cometiendo«delitos de responsabilidad» al maquillar el déficit presupuestal, cargos que ella niega.
Rousseff, que fue suspendida de su cargo en mayo, no llegó a completar así la mitad de su segundo periodo como mandataria.
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Quien lo hará en su lugar será la misma persona que la sustituyó en estos meses, Michel Temer. El ex vicepresidente ahora queda efectivo en la presidencia hasta las elecciones de 2018.
Pero el fin del impeachment o juicio político de Rousseff también abre una nueva etapa para Brasil tanto en lo político como económico a nivel local e internacional.
La pregunta es qué va a cambiar y qué seguirá igual en Brasil tras la destitución de Rousseff.
Lo que cambia
1. El eje político y económico de Brasil
La asunción definitiva de Temer es un giro hacia la derecha luego de 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), la organización de izquierda que Luiz Inácio Lula da Silva fundó y por el cual Rousseff era presidenta.
Temer, en cambio, era la principal ficha del centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en la coalición que llevó a Rousseff a la presidencia en 2010 y 2014.
«El programa político actual de Temer no es el mismo con el cual él y Dilma fueron elegidos. Es un programa de austeridad y muy conservador en términos económicos y financieros», le dijo a BBC Mundo el politólogo y docente de la Universidad del Estado de Río de Janeiro Mauricio Santoro.
La agenda más liberal del nuevo gobierno incluye planes de privatización y concesiones en sectores como energía, transportes y comunicaciones, una reforma laboral y otra del sistema de jubilaciones y pensiones.
Estas últimas dos reformas han sido rechazadas por los sindicatos y Rousseff incluso llegó a acusar a Temer de querer suprimir derechos.
De acuerdo con Santoro, «es muy difícil pensar que este tipo de programas tendría éxito electoral en Brasil. El elector brasileño es mucho más nacionalista y desarrollista, incluso el más conservador«.
El PMDB es, por número de diputados y senadores, el partido más grande de Brasil. Pese a ello, no ha tenido candidato propio a la presidencia desde 1994.
2. El mapa político de América Latina
Este giro de Brasil en la política interna se ve también reflejado en su política exterior, principalmente en su relación con América Latina, provocando un quiebre histórico para la región.
«Son casi 20 años de gobiernos progresistas en América del Sur», había dicho a BBC Mundo Paulo Velasco, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, en mayo, cuando Rousseff fue suspendida.
«La tendencia es que (los gobiernos) vuelvan a la derecha y centroderecha, (a ser) gobiernos más liberales. Y hay que ver cómo funciona eso», agregó.
De hecho, el alejamiento de Temer con ese bloque progresista o posneoliberal de América Latina no se hizo esperar.
Los gobiernos de Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela rechazaron la destitución de Rousseff, calificándola de «golpe parlamentario».
Bolivia, Ecuador y Venezuela retiraron a sus embajadores de Brasil, mientras que este último hizo lo propio con sus representantes diplomáticos en estos tres países.
Venezuela incluso dio un paso más y anunció a través de su cancillería que congelaba sus «relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno».
Mientras, Argentina y Chile mostraron su «respeto» a la decisión tomada por el Senado brasileño.
«No hay precedente de conflictos de este tipo», le dijo a BBC Mundo el politólogo Mauricio Santoro, refiriéndose a la reacción de los países que quedan del conocido «eje bolivariano».
«Y es una razón de preocupación importante para Brasil, por la importancia que tiene el mercado latinoamericano en la economía del país», añadió.
3. El enfoque del Mercosur
«La idea de Mercosur, la Unasur y todo esto va a cambiar sensiblemente», le dijo a BBC Mundo Paulo Velasco, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, en mayo, cuando Rousseff fue suspendida.
Para Velasco, es casi seguro que el nuevo gobierno brasileño no dará «la misma importancia que los cancilleres de Lula y Dilma dieron a la idea del Mercosur y la Unasur».
Por su parte, Joao Augusto de Castro Neves, experto en América Latina de la consultora política Eurasia Group, creé que estas organizaciones regionales «van a tener que dejar de ser politizadas y pasar a ser más pragmáticas, centrarse en lo económico».
Por el momento, Venezuela ocupa la presidencia pro tempore de la unión aduanera sin el consenso de los socios.
Y es de prever que el anuncio de Caracas de congelar las relaciones con Brasilia tras la destitución de Rousseff no harán más que agravar el problema.
Para el politólogo Santoro es éste «el conflicto más fuerte» que enfrenta el nuevo gobierno brasileño, especialmente por su tensión con Venezuela.
«Es la pieza más importante de las relaciones brasileñas con América Latina», concluyó el experto este jueves.
Lo que no cambia
1. La impopularidad del presidente
«De hoy en adelante, las expectativas son mucho más altas para el gobierno», declaró Michel Temer nada más asumir la tarea de gobernar Brasil tras el cese definitivo de Rousseff.
«Espero que en estos dos años y cuatro meses podamos hacer lo que hemos declarado: volver a poner a Brasil en el camino».
Sin embargo, inicia esa tarea con una popularidad tan baja como la de Rousseff: un 71% de la población desaprobaba su gestión según una encuesta de julio del año pasado.
De hecho, sólo el 14% aprobó la actuación de Temer en una encuesta realizada en julio por Datafolha, uno de los principales institutos de encuestas del país y forma parte del Grupo Folha, al que pertenece también el diario de mayor circulación del país, el Folha de Sao Paulo.
Y las decisiones que tomó hasta el momento no le fueron de ayuda para mejorar esas cifras.
En su primera decisión ejecutiva en mayo, cuando aún era el presidente interino,nombró un gobierno sólo de hombres blancos para comandar un país de 200 millones de habitantes en el que más del 50% de la población se identifica como negros o mestizos.
Por ello, le achacaron estar desconectado de la sociedad.
«La situación que Temer enfrenta es difícil. Porque a la gente no le gustaba Dilma, estaba enojada con ella. Pero tampoco quiere a Temer«, le dijo a BBC Mundo el politólogo Santoro.
«Lo que es más popular ahora en Brasil es la idea de tener elecciones anticipadas para presidente».
2. La mancha de corrupción en la clase gobernante
Aunque el juicio político a Rousseff no fue por corrupción, el que fuera su gobierno y el partido al que pertenece se ha visto salpicado por el enorme caso Petrobras.
Pero el relevo de Temer en la presidencia no ha supuesto un punto y aparteen ese tema.
Él mismo ha sido vinculado con un pedido de dinero ilícito en 2012, una acusación que Temer niega y que califica como «irresponsable, liviana, mentirosa y criminal».
Además, desde que asumiera el cargo de presidente interino en mayo, tres ministros han tenido que dejar el cargo en medio del escándalo.
El último fue el titular de Turismo, Henrique Eduardo Alves, quien renunció al puesto en junio, tras ser acusado por un delator de ante los fiscales de haber cobrado casi US$450 mil en sobornos entre 2008 y 2014.
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3. La crisis económica en Brasil
Hace menos de cuatro años Brasil era declarada la sexta mayor economía mundial y su ministro de Hacienda del momento decía que antes de 2015 desbancaría a Francia del quinto puesto.
Pero la economía brasileña se estancó desde entonces.
Y en los siete primeros meses de este año las cuentas públicas brasileñas acumularon un déficit fiscal primario de 36.592 millones de reales (unos US$11.088,5 millones), el mayor para el periodo en la historia del país, informó este miércoles el Banco Central.
Asimismo, el déficit de las cuentas alcanzó en ese mismo periodo el récord de 250.000 millones de reales (unos US$75.757,5 millones), un valor equivalente al 7,05 % del Producto Interior Bruto (PIB) del país.
El aumento del déficit y de la deuda pública a niveles históricos llevó a las agencias de calificación a reducir la nota de riesgo de Brasil este año en algunos escalones y a incluirlo entre los países que no ofrecen garantía para los inversores.
Por lo tanto, ganarse la confianza de los mercados será una de las principales tareas del gobierno de Temer, algo que enfrenta con optimismo.
«Con el final del periodo interino y el voto de más de 60 senadores (a favor de destituir a Rousseff), los inversionistas empezarán a traer empleo de nuevo», dijo su jefe de gabinete, Eliseu Padilha