December 31, 2015- Cristina Santiago
Como sabéis, la otra cara de la cría intensiva es la acuicultura. España es uno de los mayores consumidores de pescado de Europa y además uno de los mayores productores de este tipo de pescado «artificial».
En 2001, casi el 30% del pescado y marisco consumido provenía de piscifactorías. Se estima que esta cifra se multiplicará por 7 en los próximos 25 años para mantener el consumo mundial de pescado, lo cual es alarmante e insostenible.
La presencia de receptores benzodicizepinos, bradiquimices y nociceptores en los peces indican que sienten tanto ansiedad como dolor.
El uso de antibióticos es habitual y supone problemas como que al abandonarse el tratamiento reaparece la enfermedad y la creación de cepas resistentes al antibiótico. Además, como los peces no deben tomar ningún medicamento durante unos días antes de comercializarse, en este período pueden volver a coger la enfermedad y morir.
También es frecuente el uso de vacunas para evitar la aparición de bacterias, como la lactococosis, una enfermedad de mamíferos que se ha extendido entre las truchas de países mediterráneos y que se produce cuando la temperatura del agua supera los 16 grados, algo habitual en verano y especialmente en las piscifactorías. Los animales afectados por esta enfermedad sufren una meningitis muy aguda que hace que los ojos se les salgan de las órbitas por la presión cerebral y les afecta a la vejiga natatoria impidiéndoles sumergirse. Los peces se suelen vacunar utilizando una pistola, por equipos capaces de inyectar a 40,000 peces al día, que previamente han sido anestesiados en una bañera.
La infestación de piojos de mar es un grave problema en la acuicultura intensiva, especialmente en los salmones. Estos pequeños crustáceos se alimentan del animal huésped hasta, en ocasiones, dejar el hueso visible. Los tratamientos utilizados actualmente implican el uso de fuertes toxinas irritantes que se administran en el agua, o en la comida, con las posibles repercusiones ambientales que pueda suponer.
El uso de peces genéticamente modificados o transgénicos, ha aumentado preocupantemente en los últimos años.
A menudo se inserta a los animales hormonas de crecimiento para que crezcan más rápidamente llegando a un tamaño comerciable a una edad más temprana. Se han desarrollado salmones con hormonas de crecimiento que llegan a alcanzar 13 veces su tamaño normal. En muchos casos, la estimulación endocrina puede conducir a niveles patológicos.
Implicaciones para la Salud Humana
El uso de antibióticos, pesticidas y cloro es frecuente y el de vacunas rutinario, para tratar brotes de enfermedades que aparecen y se propagan fácilmente en estas condiciones. Estas sustancias permanecen en la carne como residuos. Como los peces de granja se alimentan con piensos y aceites obtenidos de peces salvajes de capturas industriales, pueden contener PCBs (causantes de cáncer y riesgos de un inadecuado neurodesarrollo en fetos), dioxinas, mercurio y otros contaminantes marinos. Incluso se ha llegado a encontrar DDT en truchas de granja de Dinamarca.
Asimismo, cuando la calidad del agua es pobre aparece una sustancia que produce una bacteria y que puede encontrarse luego en la carne de los peces.
Se utilizan frecuentemente tintes para modificar el color de la carne de especies como salmones y truchas. Las concentraciones permitidas de estos tintes fueron reducidas por la UE en el 2002 por estar relacionados con ocasionar daños en la retina de los ojos de los seres humanos.
Los peces de granja pueden contener hasta 17 veces más grasa que sus homólogos salvajes y se puede encontrar en ellos 17 veces más PCBs (policlorobifenilos).
Aunque el suministro de ciertas sustancias a los peces de piscifactoría ha sido prohibido, a menudo se encuentran trazas en peces analizados rutinariamente (como por ejemplo fungicidas).
El Dr. Jeffrey Foran, un toxicólogo norteamericano encargado de realizar uno de los estudios más completos sobre los riesgos del salmón de crianza lo tiene muy claro: ni él ni su familia volverían a probarlo después de conocer los resultados de sus estudios. Don Staniford, director de la Alianza Global contra la Acuicultura Industrial afirma: “es el alimento más contaminado de los que encontrará en las estanterías de los supermercados y debería llevar una advertencia de salud Gubernamental”.
En los estudios realizados en salmones de acuicultura, se han detectado restos de pesticidas como el Diclorvos, clordano y DDT, entre otros. En 2013 el lobby de productores de salmón noruego, tras presionar a la Unión Europea, logró que elevaran en 10 veces las cantidades permitidas de Endosulfán, un plaguicida prohibido en la mayoría de los países debido a su toxicidad.
En sus declaraciones al medio VG, la especialista Anne Lise Birch Monsen advirtió a los niños y embarazadas, sobre el riesgo de consumo del salmón de granjas de cultivo.
“No recomiendo a las mujeres embarazadas, niños o jóvenes. Se desconoce como influencia esta cantidad de dioxina y ciertos fármacos a los niños y los adolescentes”, dijo la Dra. Monsen.
El medio Rue89 citó un anterior estudio de la farmacóloga Claudette Bethune, quien trabajó para el Centro de Seguridad Alimentaria de Noruega. En él Bethume señala que“la presencia de sustancias contaminantes como la dioxina y el PCB en el salmón genera un riesgo de cáncer, que para los jóvenes, supera el beneficio”.
Además, el toxicólogo Jerome Ruzzin había establecido un vínculo en ratones entre un alimento exclusivo de salmón de cultivo durante ocho semanas y el desarrollo de la obesidad y la diabetes tipo 2 (1).
Incluso hay estudios que indican la contaminación por mercurio de los osos, a través del consumo de salmón contaminado (2).
Lamentablemente hoy en día tanto el salmón salvaje como el de piscifactoría están contaminados (3)(4), esto nos da una idea de los níveles de contaminación a los que estamos sometiendo al planeta.
ESPECIES MÁS UTILIZADAS EN ESTE TIPO DE CRÍA INTENSIVA
Bibliografía y estudios
Información recopilada de Faada.org
(1) http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0025170
(2) http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24904971