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Durante el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno (PETM, por sus siglas en inglés), las temperaturas en las profundidades del océano se elevaron unos 5 grados centígrados y las de la superficie del mar lo hicieron hasta en 9 grados. Este período cálido duró unos 100.000 años y ocasionó la extinción de muchas especies.
Basándose en las evidencias obtenidas de diminutos fósiles depositados en los sedimentos del fondo del océano, que albergan un registro con información sobre la composición química de este último y la de sus conchas, las teorías hoy más aceptadas sugieren que coincidiendo con el calentamiento hubo una liberación masiva de gas metano. Una gran proporción del metano de la Tierra está almacenado bajo el lecho oceánico en forma de un tipo de material semejante al hielo llamado hidrato de metano. Este hidrato puede fundirse si el agua por encima de él se calienta, y este deshielo proporciona un mecanismo ampliamente aceptado para las emisiones naturales de metano desde el mar.
Sin embargo, una nueva investigación realizada por expertos de la Universidad de Southampton y del Centro Nacional de Oceanografía, ambas entidades en el Reino Unido, plantea dudas sobre este mecanismo.
Usando modelos informáticos del proceso de calentamiento, los investigadores simularon los efectos del calentamiento oceánico del PETM sobre los sedimentos que pudieron contener hidratos de metano e hicieron un seguimiento sobre cómo los mecanismos de transporte del metano habrían afectado a su liberación hacia el agua marina.
Los resultados obtenidos por el equipo de Tim Minshull y Paul Wilson muestran que el deshielo de los hidratos puede efectivamente ser activado por un cambio de la temperatura oceánica, pero que el resultado no es necesariamente un escape súbito de metano.
Ello se debe a que el gas metano liberado por los hidratos al deshacerse bajo el lecho marino necesita tiempo para viajar hasta la superficie de este, y por el camino puede volver a congelarse, o disolverse y después ser consumido por microbios que viven debajo de dicho lecho. Solo una fracción del metano podría escapar hasta las aguas oceánicas y para ello podría necesitar miles de años.
Gusanos de las profundidades marinas habitando en una estructura blanca de hielo de hidrato de metano que asoma desde el fondo del Golfo de México. (Foto: NOAA Okeanos Explorer Program, Gulf of Mexico 2012 Expedition)
Para explicar las observaciones geológicas mediante el deshielo de los hidratos de metano, tendría que haber estado presente globalmente una cantidad de estos muy superior a la que resulta razonable para un océano cálido del Paleoceno tardío. Y habrían sido necesarias rutas de transporte especiales, quizás grietas y fisuras, para permitir que el metano ascendiera rápidamente hasta la superficie del lecho marino.
Los resultados de la nueva investigación ponen en duda el protagonismo que dentro del PETM le han adjudicado a los hidratos de metano las citadas teorías sobre su papel como actor clave en aquel cambio climático global.
Conviene matizar, sin embargo, tal como hacen los autores de este estudio, que las conclusiones del mismo no mitigan en modo alguno la peligrosidad de los hidratos de metano como agravantes del actual calentamiento global, ya que las tasas actuales de calentamiento son mucho más altas que las registradas durante el PETM.