La humildad te hace grande. Reconocer que no sabes nada aún sobre los misterios del Universo y limitarte sólo a agradecer y aceptar cada experiencia que la vida te regala, es transformarte en una persona sabia. A esto se le llama entrega. Si te entregas y te desapegas de la necesidad de que las cosas sean como tú deseas, de la necesidad de sentir lo que deseas sentir, no habrá lugar para sufrimiento de ninguna clase. Tu éxito estará asegurado. Tu vida comenzará a ser absolutamente maravillosa, simplemente porque tú le permitirás a Dios trabajar a través de ti y Él no comete errores. ¡¡Es tan fácil cuando uno lo comprende!!.
No te apegues a tu realidad presente, ni al pasado, ni a un futuro imaginario. Que cambie lo que tenga que cambiar. Que se vaya lo que se tiene que ir. Permite y observa el fluir de los acontecimientos como si estuvieras en un cine mirando una película; la película de tu propia vida. Sabe que lo que va y viene carece de Ser. Todo lo que cambia no es real.
No aferrarse a los resultados, no depender que suceda aquello que deseas para ser feliz, es la esencia misma de la felicidad. Y esto es posible sólo gracias al desapego.
Compórtate de manera humilde y confía. Ten certeza de que siempre vendrá y se irá lo que es mejor para ti, si tú lo permites y no lo rechazas creyendo que sabes lo que es mejor para ti. Deja que la divinidad trabaje y no opongas resistencia. Hazte a un lado.
¿Alguna vez le preguntaste a Dios “cómo puedo ayudarte” en vez de siempre ser tú el que pide ayuda?. Ayudar a Dios significa hacer su voluntad y no la tuya. Y su voluntad es siempre aquello inevitable.