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Una controvertida empresa británica especializada en relaciones públicas, producción de video y limpieza de imagen recibió millones de dólares del Departamento de Defensa de EE.UU. por confeccionar videos falsos de acciones terroristas. A esta conclusión ha llegado una investigación periodística realizada en colaboración entre el semanario ‘The Sunday Times’ y la ONG The Bureau of Investigative Journalism (Oficina de Periodismo de Investigación).
Según cita el portal The Daily Beast, los investigadores han podido confirmar transacciones por valor de 540 millones de dólares entre el Pentágono y la compañía Bell Pottinger, con sede en Londres, y consiguieron entrevistar a un antiguo empleado de la empresa, Martin Wells.
Wells, especialista en procesamiento de video, relató que lo contrataron en 2004, poco después de que Estados Unidos y el Reino Unido impusieran una Administración leal en Irak, invadido un año antes. Su equipo se trasladó a Bagdad y trabajaba cerca del aeropuerto, en un edificio altamente protegido del distrito conocido como Camp Victory, con áreas de acceso restringido. Los materiales audiovisuales que producían eran de tres tipos.
Noticias de buena calidad, de mala calidad y falsas
El primer producto eran videos propagandísticos que daban una imagen negativa de la red terrorista de Al Qaeda. El segundo eran noticias confeccionadas de tal manera que pudieran pasar por fragmentos de informativos de un canal de televisión árabe.
Con estos fines los montadores disminuían la definición de los videos disponibles, normalmente sobre atentados perpetrados por Al Qaeda, y luego los editaban como si fueran parte de un archivo de noticias. Posteriormente les ponían voz en árabe y los distribuían entre canales de televisión iraquíes y del resto de Oriente Medio.
La tercera parte de sus actividades y la “más sensible” consistía en falsificar videos de propaganda de Al Qaeda. Wells relató a los periodistas cómo confeccionaban estos videos. El equipo recibía instrucciones muy precisas sobre qué clase de trama era necesaria fabricar; se le indicaba también que utilizara algún metraje de Al Qaeda, que el video debía tener unos 10 minutos de duración y que debía ser entregado con un formato y un sistema de codificación concretos.
Pago de los servicios y distribución del material
El trabajo estaba bien pagado. Uno de los fundadores y expresidente de Bell Pottinger dijo a ‘The Sunday Times’ que la mayor parte del dinero transferido desde Washington cubría los gastos de producción, pero la junta directiva de la empresa podía repartir más de 19 millones de dólares en honorarios.
Las transferencias a la empresa figuraban en las cuentas del Pentágono entre las partidas destinadas a las “operaciones de información y psicológicas”. La investigación ha determinado que los vídeos modificados se distribuían en discos compactos en Oriente Medio y permitían a la CIA buscar a presuntos simpatizantes de la red terrorista, puesto que contenían un código escondido que permitía identificar las direcciones IP de los ordenadores personales en los cuales los veían.