Patrick Moore, cofundador de Greenpeace en 1971, durante muchos años presidente de Greenpeace Canadá y actualmente uno de sus más prominentes disidentes, decía no hace mucho en una entrevista:
“Greenpeace lanzó una campaña contra el pragmatismo y los compromisos en Canadá. Había llegado la hora de los ideólogos, y quienes se desviasen ligeramente de la línea ortodoxa, serían a partir de ese momento calificados de traidores. Y de repente yo también era uno. Algunos de mis viejos amigos me llamaron ‘Eco-Judas’ y me dijeron que me habían comprado. Es terrible que Greenpeace haya abandonado la lógica y la ciencia. Cada vez más, las campañas se llevan a cabo con apelaciones emocionales, alarmismo, desinformación y trucos sucios.”
La inmunización contra las críticas, especialmente si provienen de dentro de sus propias filas, es uno de los patrones totalitarios que ha adoptado el movimiento ecologista, de manera muy especial el del alarmismo climático. El pensamiento grupal gira en torno a categorías como “lealtad” y “traición”, incluso categorías morales como el “bien” y el “mal”. Dudar únicamente sirve al enemigo. Las campañas de concienciación con carga moral no toleran ninguna contradicción. Ni siquiera matices.
Nature, el artículo de la vergüenza acientífica
Hace apenas unos días la prestigiosa revista científica “Nature” publicaba un trabajo perfectamente paradigmático del desvarío que, en nombre del “bien”, está sufriendo la ciencia en nuestros días. Les hablo de la publicación de A. M. Petersen et al. titulada “Discrepancy in scientific authority and media visibility of climate change scientists and contrarians”.
Este documento, fundamentado únicamente en el argumento de autoridad está lleno de errores tanto en las categorías elegidas como en su categorización. En palabras de la climatóloga Judith Curry: “[Es] la última parodia en el esfuerzo por imponer un consenso y el peor artículo que he visto en una revista científica de buena reputación”.
El panfleto de Petersen y colegas muestra perfectamente la obsesión que tienen los científicos alarmistas a la hora de reclamar la censura sobre aquellos compañeros con otros puntos de vista (en lugar de dedicarse a construir y comunicar un argumento realmente convincente y científico) Se trata de un escrito vil y totalmente opuesto a lo que se espera de un documento científico.
La intención clara de este documento es tratar de poner una mordaza aún más estricta a las publicaciones científicas y a los principales medios de comunicación para que excluyan a cualquier individuo con opiniones que vayan en contra del mensaje de alarmismo climático
Es por ello que no me sorprende que tanto los medios de comunicación, los políticos y los activistas más recalcitrantes como Greta Thunberg y sus acólitos – perfectamente ignorantes todos ellos de los principios en los que se fundamenta el trabajo científico- se hayan dedicado en los últimos días a destacar, alabar y presentar como “la verdad” algo que apenas merece el adjetivo de propaganda.
Petersen y sus coautores cruzaron una línea ética muy claramente definida: investigaron sobre sujetos humanos sin su consentimiento y luego los nombraron públicamente. Un número desconocido de personas, incluido Roger Pielke Jr., han presentado quejas oficiales ante Nature. En estos días corren rumores de que el asunto puede incluso llegar a los tribunales.
La intención clara de este documento es tratar de poner una mordaza aún más estricta a las publicaciones científicas y a los principales medios de comunicación para que excluyan a cualquier individuo con opiniones que vayan en contra del mensaje de alarmismo climático. Escandaloso.
Michael Mann se autolesiona con su “Palo de Hockey” … ante el juez
Para el mundialmente famoso investigador climático profesor Michael Mann, el escándalo -en forma de veredicto judicial- le llegó hace unos días también. ¿De qué les estoy hablando?
Todo comenzó con una inofensiva demanda por difamación y calumnia, pero con varios millones de dólares en litigio. El demandante era el inventor del mundialmente famoso “diagrama del palo de hockey”, el profesor Mann de la “Universidad Estatal de Ken” y el acusado era el internacionalmente conocido investigador climático Tim Ball, ex profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Winnipeg y crítico de renombre mundial del “palo de hockey”. La demanda se remonta al 25 de marzo de 2011. Finalmente aterrizó en la Corte Suprema a través de varias instancias legales. Mann justificaba su demanda por una entrevista que el profesor Ball le había dado a una revista canadiense.
Tal y como podemos leer en el escrito de denuncia, el Dr. Ball dijo en una entrevista, refiriéndose al escándalo “Climategate” de 2009, que los correos hackeados a los “investigadores del clima” mostraron cómo los “científicos” más influyentes del IPCC se ponían de acuerdo sobre qué “ajustes estadísticos”, qué modelos de computadora especialmente manipulados y qué otros trucos usar para manipular los datos climáticos y llegar así a los resultados deseados. Y que esto se venía haciendo desde los principios del trabajo del IPCC, también en lo referido al informe de 2001, en el que presentaba de manera muy prominente el trabajo de Mann y su palo de Hockey.
En aquel informe del IPCC, los “hallazgos de la investigación” de Mann, algo que en vista del fallo judicial actual en su contra solo merece ir entrecomillado, se presentaban como innovadores. Un poco más tarde, el IPCC los elevó a la categoría de “verdad irrefutable”, y la comunidad de alarmistas los recibió de manera similar, como si de un dogma de fe se tratase. Al mismo tiempo, se convirtieron en la base de todo el trabajo posterior del IPCC. El fundamento de esta “verdad irrefutable” ha sido profundamente sacudido por el fallo de la Corte Suprema de la provincia canadiense occidental de Columbia Británica contra el Prof. Mann.
Volvamos a la acusación contra el Dr. Ball. En la mencionada entrevista se le hizo la siguiente pregunta: “Varios gobiernos y autoridades académicas han lavado el escándalo del “Climategate” hasta ahora. ¿Crees que alguien será procesado por fraude? ”
La respuesta del Dr. Ball contiene el pasaje que llevó al Dr. Mann a interponer la denuncia:
“Hay movimiento entre el procurador general del estado de los Estados Unidos para poner en marcha la acusación. Por ejemplo, Michael Mann debería sentarse en la Pen State (en la prisión estatal) y no en la Penn State University. También en Inglaterra hay investigaciones que se desencadenaron por tres cosas: primero, la información que contenía estos correos electrónicos. En segundo lugar, el encubrimiento (del escándalo) por parte de las llamadas ‘comisiones de investigación’. Tercero, el fracaso total de la Oficina Meteorológica del Reino Unido porque las personas allí trabajaron estrechamente con las personas de donde provenían los correos electrónicos.”
Todo parece indicar que Dr. Mann se ha pegado un tiro en el pie con su demanda. Aparentemente, sin duda debido a su experiencia en el IPCC, había confiado demasiado en que TODO EL MUNDO se iba a creer la palabra del científico de fama mundial, del inventor del palo de hockey, y que no tendría que presentar ninguna evidencia (como había sido hasta ese momento). Olvidó que esas cosas tal vez funcionen en política y en su comunidad de correligionarios alarmistas, pero no en la Corte Suprema de la Columbia Británica. Se le pidió que proporcionara sus datos de medición climáticos sin tratar, en bruto, que mostrase sus métodos de tratamiento de datos, que mostrase los programas de computadora con que había realizado sus modelos, etc… En otras palabras, el tribunal le pidió que mostrase el método científico en su trabajo… ¡y Mann no lo hizo!
El Dr. Mann ignoró todas las advertencias del tribunal y se negó a demostrar con todas las consecuencias que había trabajado científicamente. El tribunal no terminaba de entenderlo, porque entre los científicos, lo más natural del mundo es compartir los datos sin procesar y los métodos de trabajo con otros colegas, a menos que esté trabajando en el desarrollo de una patente, lo cual no era el caso. Aunque finalmente se dio cuenta de que su negativa a divulgar sus datos y métodos favorecería al acusado Dr. Ball y eso le costaría millones de dólares, prefirió asumir el costo financiero.
La rotunda negativa del Dr. Mann a todo requerimiento para que mostrase sus datos permitió al tribunal concluir que los datos del famoso “palo de hockey” fueron manipulados y falsificados. Por eso el Dr. Ball ha quedado libre de todos los cargos y el Dr. Mann deberá correr con los gastos del juicio.
Es un escándalo.
Foto: Alex Iby