La comunidad científica está en peligro de sobrepasar (si no es que ya lo ha hecho) sus responsabilidades éticas en la carrera por estudiar y entender los misterios del cerebro humano.
Los mini-cerebros, también conocidos como organoides, han sido en los últimos años un recurso de suma importancia en la neurociencia y campos relacionados. Y mientras estos análogos de laboratorio crecen a partir de células madre y técnicamente no son considerados órganos humanos o animales, cada vez se están volviendo más funcionales.
Ahora, en una presentación llevada a cabo esta semana en la reunión más grande de neurocientíficos del mundo, un equipo liderado por el laboratorio Green Neuroscience de San Diego demostró la urgencia de establecer un marco o criterio que estipule qué es el consciencia, para que de esta manera futuras investigaciones que utilicen mini-cerebros y cultivo de células madre se aten a reglas éticas claras.
«Las características constitutivas y causales en estos cultivos son —por diseño— a menudo muy similares a lo que ocurre en los sustratos neurales naturales», explica el equipo en su artículo. «Recientes desarrollos en la investigación de organoides también apuntan a que los sustratos anatómicos se están aproximando cada vez más a la organización en red y a estructuras más grandes halladas en animales conscientes»
Y hay bastante evidencia para apoyar el punto presentado por los científicos de San Diego. En años recientes, han promocionado a los mini-cerebros de laboratorio como una alternativa económica y alternativa a las pruebas en animales, y los avances en la nutrición de células madre está ayudando a los científicos a perfeccionar la imitación de los complejos subtipos neurales del tejido cerebral humano.
Los mini-cerebros cultivados en platos han permitido a los investigadores el probar las diferencias entre los humanos y los chimpancés, y el ritmo frenético con el que está evolucionando este campo es casi aterrador.
En marzo pasado, un equipo logró desarrollar un mini-cerebro cuya complejidad era casi análoga a aquella de un feto humano de 12 o 13 semanas y, en el contexto del modelo de su experimento, este se conectó espontáneamente a sí mismo a una médula espinal y un tejido muscular cercano.
Meses después y en un experimento diferente, los investigadores detectaron actividad eléctrica en organoides que se asemejó a aquellas ondas del cerebro humano.
Y mientras los equipos de científicos detrás de estos increíbles logros creen que el nivel de sofisticación neural que observan es muy primitivo, los modelos computacionales del laboratorio Green Neuroscience sugieren que cada vez nos estamos acercando más al cultivo de cerebros conscientes en una placa de Petri.
«La actual investigación en organoides está peligrosamente cerca de cruzar el Rubicón ético y, de hecho, ya podría haberlo hecho», explican. «A pesar de la percepción del campo en cuanto a que la complejidad y diversidad de los elementos celulares in vivo permanece inigualable por los organoides de hoy en día, los cultivos actuales ya son isomórficos a una estructura y actividad cerebral consciente, y por lo tanto capaces de albergar este tipo de comportamiento y actividad consciente».
El laboratorio Green Neuroscience está dirigido por Elan Ohayon y Ann Lam, un neurocientífico y una neurocientífica que han subrayado el «Mapa a la Nueva Neurociencia»: un conjunto de principios éticos fundamentales para la su investigación, diseñados para excluir «metodologías tóxicas», experimentación con animales, y métodos que de otra forma violarían los derechos individuales, la privacidad y la autonomía.
Desde su punto de vista, el estado de sofisticación en la actual investigación de mini-cerebros significa que deberíamos otorgarle las mismas protecciones a los primitivos organoides que podrían ser lo suficientemente complejos para tener pensamientos y sensaciones
«Si hay siquiera la más mínima posibilidad de que un organoide sea consciente, estaríamos cruzando esa línea. No queremos que se hagan investigaciones donde haya un potencial para que algo sufra», concluye Ohayon.
Fuente: ScienceAlert.