La personalidad, el carácter y el temperamento son conceptos diferentes, aunque en el lenguaje coloquial se confundan. En este artículo se explican las diferencias entre estos tres términos, y se desmontan mitos acerca de los mismos, como el de que el temperamento es inamovible y determinante.
Personalidad, carácter y temperamento son tres conceptos que suelen utilizarse como sinónimos, aunque la parte de su definición que los distingue sea importante. La confusión es entendible. De hecho, ni siquiera los psicólogos de la personalidad logran ponerse de acuerdo para definir el constructo de personalidad.
Los términos carácter y temperamento se refieren a conceptos afines o relacionados con la personalidad, aunque, por ejemplo, el temperamento está relacionado con la dimensión más biofísica del sujeto. Estas y otras cuestiones serán expuestas a continuación, después de tratar de entender qué significa esa palabra que tanto utilizamos, pero de complicada definición: la personalidad.
El estudio de la personalidad: en busca de una definición
No existe una definición compartida de personalidad. De hecho, ni siquiera los grandes intelectuales de dicha rama científica se han conseguido poner de acuerdo. Allport (1960) consideraba que la personalidad era un conjunto de variables aditivas, integradoras, jerárquicas, adaptativas y distintivas. Cada una de esas variables tiene una función de respuesta al ambiente concreto de cada sujeto.
Eysenck (1987), por otro lado, entendía la personalidad desde una definición aditiva:
“La personalidad es la suma total de los patrones de conducta, actuales o potenciales, de un organismo en tanto que determinados por la herencia y el ambiente”.
La definición adaptativa que da W. Mischel (1987), profesor de la Universidad de Stanford y Columbia, de la personalidad es:
“Los patrones típicos de conducta (incluidos emociones y pensamientos) que caracterizan la adaptación del individuo a las situaciones de la vida”.
Pelechano (1973), por otro lado, entiende la personalidad como lo que daidentidad al sujeto a lo largo de su ciclo vital, mientras que Guilford (1975) creía que esta era un patrón único de rasgos. Ambas definiciones parten de la variable de distinción que Allport expuso en su teoría.
Características generales de la personalidad
A pesar de la falta de consenso, se han podido identificar en las distintas teorías tres principios básicos que pueden aplicarse a la personalidad. Estos principios son:
- Totalidad: ningún sistema es igual que otro por la interacción de todos sus elementos. Como reza la ley gestáltica, el todo es más que la suma de sus partes. Por ello, la personalidad se entiende como una organización. A través de la interacción del ser humano con su medio, van apareciendo nuevas dinámicas y tendencias que son capaces de responder a sus demandas. El principio de totalidad también refiere que uno de los aspectos más importantes de la personalidad es la singularidad, y que cuanto más complejo sea ese sistema, más necesidad de singularidad necesitará ese sistema.
- Retroalimentación y autoorganización: para mantener la identidad interna ante el cambio externo constante existen procesos de autorregulación de la personalidad. No se refiere a un simple proceso de homeostasis para mantener el equilibrio. La personalidad está en constante contacto con el ambiente, conjugando cambio y equilibrio. No obstante, a pesar de esos cambios, los procesos de autorregulación garantizan una identidad y personalidad constantes.
- Indeterminación: la personalidad es indefinida y abierta en tanto que no se puede determinar el estado real inicial de sus elementos. El sistema, o la personalidad, puede actuar de forma indeterminada hacia ciertos estímulos y viceversa. Por ello, existen respuesta muy diferentes ante una palabra, una conducta o un gesto.
El temperamento: la biofísica de la persona
La personalidad, carácter y temperamento no son lo mismo. Aunque no parece existir un acuerdo para definir a la personalidad, sí se sabe que el temperamento hace referencia a la dimensión biofísica del sujeto. La parte más condicionada por la biología, por la genética.
En los tiempos de Hipócrates, se entendía el temperamento como el humor predominante en la personalidad de un individuo. Para conocer dicho humor, se buscaba en la saliva la presencia de sangre, bilis, agua y flemas; cada elemento alude a uno de los cuatro temperamentos fundamentales: sanguíneo, colérico, melancólico o flemático. Estos humores vienen definidos así:
- Humor sanguíneo: personas con un humor variables y muchos altibajos.
- Melancólico: individuos tristes pero risueños y soñadores.
- Colérico: sentimientos impulsivos y voluntad de hierro.
- Flemático: lentas, apáticas, pero con sangre fría.
Rothbart, Posner y Hershey (1995) definen el temperamento como una respuesta a los cambios del entorno, respuesta que puede ser somática y autónoma. El temperamento también incluye el temor y la inhibición ante lo novedoso, la impulsividad, el ánimo positivo o negativo, el nivel general de actividad o la atención constante.
Algunos, como Izquierdo (2002), entiende el temperamento como un concepto amplio relacionado con las distintas dimensiones de la conducta, que surge en la infancia y que da fundamento a la personalidad futura.
Considera además que el temperamento es bastante estable en el tiempo, en comparación con otros componentes de la conducta. No obstante, no entiende el temperamento como un concepto cerrado e inamovible. El temperamento puede modificarse a través de prácticas educacionales y por el entorno.
¿Cómo influye el temperamento en la personalidad?
El temperamento puede considerarse las bases del desarrollo de la personalidad en tanto que es el que inclina las elecciones de la persona en pos de una cosa u otra. En función de esa elección, la persona se desarrollará de una manera diferente o de otra, permitiendo a la personalidad construirse en un ambiente o en otro.
Así, por ejemplo, una persona con un temperamento sociable, inclinará su elección (no tiene por qué ser de manera consciente) hacia ciertas actividades que conlleven la compañía de otros. Además, las características iniciales de un niño conllevan una reacción en su entorno, reacción que podría haber sido diferente si esas características también lo fueran. El niño se relaciona en un entorno, un microcosmos, muy particular.
Los mismos autores que hablan del temperamento como un factor con cierto peso en la consecución de una personalidad estable huyen a su vez de posturas deterministas. Aunque antes se entendía el temperamento como invariable, ahora se define como relativamente estable.
El carácter: donde lo social es expresado
El término carácter proviene del mundo griego, y por ello está muy relacionad con la ética. Así, autores como Hogan (1973), empapados de esta perspectiva, definieron el carácter como los motivos, objetivos y disposiciones que dan cierta estabilidad a la conducta social del individuo. El carácter de la persona está relacionado con cinco dimensiones sociales:
- El conocimiento de las reglas sociales.
- El grado de respeto hacia las normas, valores y prohibiciones como mandato personal.
- La empatía.
- La autonomía, donde la responsabilidad de las acciones es de uno mismo.
- El juicio moral, el grado en el que la persona se involucra en con su conciencia personal.
La diferencia entre carácter y personalidad es que muchas veces la personalidad viene definida por adjetivos como: fuerte, malo, simpático. El carácter está relacionado con aquella información proveniente de la observación continuada del comportamiento de la persona. G. Berger (1971) entendía que el carácter era una parte de la personalidad, más unida a la conducta moral y social que a lo fisiológico de la persona.
La personalidad: la suma de todo
Aunque no existe demasiado consenso para definir la personalidad, carácter y temperamento, sí parece claro que la personalidad se compone por la interacción de todo lo expuesto anteriormente. Así, personalidad, carácter y temperamento no pueden entenderse por sí solas.
Los diferentes tipos de personalidad quedan definidos por coaliciones particulares de unos u otros sistemas, donde desde luego se encuentran incluidos los constructos de carácter y de temperamento. Separarlos no tiene sentido en tanto que el desarrollo de uno precede y sigue al otro, y muchas veces es muy difícil saber cuál fue primero.
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