Muchas veces para sentirnos aceptados por determinadas persona, para sentir que pertenecemos a algo, podemos adoptar interpretaciones que no necesariamente tienen que ver con quien realmente somos.
Evidentemente cada uno de nosotros se ajusta a diferentes ambientes y quizás no podemos actuar de la misma manera en nuestro lugar de trabajo, en un almuerzo con amigos o en un funeral, y esta adecuación no la asociamos con fingir, sino con una adaptación de lo que somos a diferentes espacios y situaciones.
Si lo que hacemos no tiene nada que ver con nosotros y simplemente va en contra de lo que nos hace sentir cómodos y tranquilos, podemos decir que estamos fingiendo, normalmente para generar un efecto en alguien más.
En este caso estamos perdiendo un poco de nuestras vidas que no vamos a recuperar, estamos dejando de ser nosotros mismos, con una actitud que presumimos encaja más en las expectativas de alguien más.
Pero, ¿saben qué?
No vinimos a ser lo que otros quieren que seamos, no vinimos a dejar de ser nosotros mismos por complacer a alguien más. Vinimos para conocernos a nosotros mismos, para sentirnos orgullosos de mostrarnos con nuestros defectos y virtudes y para plantearnos mejoras en lo que somos, porque así lo decidimos, no porque alguien nos está condicionando o no nos acepta tal cual somos.
La aceptación comienza en nosotros mismos
Si nosotros no nos aceptamos, no podemos pretender que los demás lo hagan por nosotros. A veces no se trata de los demás, sino por nosotros. Asumimos que lo que somos no será suficiente o no encajará y nos limitamos y fingimos, partiendo de una serie de creencias que no nos favorecen y que no necesariamente coinciden con la realidad.
Mostrar respeto, amor, admiración por nosotros mismos, inclusive cuando sintamos que estamos en constante cambio y que incluso nos falta mucho para llegar a donde estamos, se traduce en una buena cuota de aceptación por parte de los demás. Y si de todas, todas no podemos ser aceptados siendo quienes somos en determinado ambiente, de seguro allí no pertenecemos.
Nada forzado fluye con naturalidad
Si tenemos que dejar de ser nosotros mismos, forzando la aceptación de los demás, de seguro no nos sentiremos a gusto y esto es el mejor indicativo que no estamos fluyendo de la mejor manera con la experiencia.
Aprendamos a conocernos y a saber cuándo nos estamos haciendo daño, pretendiendo algo que no somos. Nadie es mejor o peor que otra persona, simplemente cada ser es único y si no nosotros mismos o el entorno en el que nos estamos desenvolviendo no lo logra apreciar lo valiosos y notables que somos, sin duda será conveniente una revisión.
Evidentemente no podemos cambiar de forma directa lo que piensen los demás de nosotros, pero cuando perdemos la necesidad de sentirnos aceptados y valorados por alguien más y nos ocupamos de hacerlo nosotros mismos, paradójicamente lo que predominarán los espacios en los cuales no tengamos que fingir ni pretender lo que no somos… incluso los mismos en los que antes nos daba esa impresión.
Somos creadores de nuestra realidad y todo comienza y termina en nosotros mismos.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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