En el artículo anterior hablamos sobre la naturaleza del mundo en el que vivimos. Nos cuestionamos si existe un mundo falso y un mundo verdadero, un tema sobre el que han reflexionado filósofos, escritores y guionistas. A continuación nos centraremos en la segunda reflexión que podemos extraer de la película El Show de Truman, y que hace referencia a la naturaleza del propio ser humano. ¿Somos personas o espectadores? ¿Vivimos la vida o la vemos pasar ante nuestros ojos? ¿Vivimos de forma activa o pasiva? ¿Qué le conviene al poder? De nuevo, estamos hablando de formas de control sobre la población.
Una sociedad enganchada al televisor
En El Show de Truman observamos dos sociedades. La película se centra en el mundo en el que vive Truman, el “falso mundo”, que sirve de distracción social masiva. Pero además del falso mundo de Truman, la trama tiene lugar de alguna manera también fuera del programa de televisión, es decir, en el mundo real. Así, a parte de la sociedad que rodea a Truman en su vida diaria, podemos analizar a la sociedad que está viendo el show.
Es esta sociedad sobre la que vamos a reflexionar a continuación, y que es oportunamente caricaturizada y criticada en la película. Una sociedad enganchada al televisor, que sigue el show de Truman como si sus propias vidas estuvieran ligadas al destino del personaje Truman. Son personas que en la película aparecen siempre mirando la pantalla de la televisión, y que ríen, sufren y lloran siguiendo a Truman.
¿Hasta qué punto son personas estos espectadores? ¿Ejercen su papel de ciudadanos activos, o por el contrario son simples espectadores sentados en un sofá? En la película se muestran una serie de personas que viven para y por el show de Truman. Es lo más importante que hacen cada día: ver ese programa de televisión. Vemos dos guardias de seguridad que se olvidan de su trabajo, una madre que no presta atención a su bebé, una pareja de abuelas que no tienen nada más que hacer… todos ellos han dejado a un lado el mundo real y se centran en seguir la vida de un personaje ficticio.
En la película El Show de Truman esta caricaturización de la sociedad enganchada al televisor se lleva al extremo, pero en ocasiones solo se puede llegar a comprender la realidad analizando los puntos más extremos. Esta representación de una sociedad embobada y totalmente dependiente de los programas de televisión nos puede ayudar a identificar varios síntomas de una patología que se está extendiendo en el S.XXI.
Para empezar, debemos preguntarnos: ¿por qué se engancha la gente a programas de televisión tan simples? Hay que recordar que el programa El Show de Truman no tiene mayor interés que ver cómo un hombre se despierta, desayuna, va al trabajo y se sienta por la tarde a ver la televisión. No hay nada más sencillo que eso: es un programa que sigue las 24 horas del día de una persona que, por otra parte, no es nada interesante (nunca le ocurre nada extraordinario, su vida es una aburrida rutina que hasta él mismo aborrece). Aun así, millones de personas conectan cada día con la televisión para ver el programa, ¿por qué?
Puede que la respuesta se esconda en las profundidades de la sociología. Quizás es un problema social, de cada persona. Quizás hay mucha gente que necesita vivir la vida de otras personas para encontrar satisfacción o distracción. Puede que el auge de programas de la conocida como “telebasura” esté directamente relacionado con la disminución de la personalidad de los ciudadanos. A más conciencia, menos consumo de telebasura.
Además de ser una medicina para escapar del aburrimiento diario, los programas de la telebasura cumplen una función sociopolítica, en el sentido de que ayudan a formar determinados perfiles sociales y políticos. En efecto, programas como Sálvame (Telecinco) consiguen “fabricar” una importante masa de población cuyo perfil sociológico es de sobras conocido. Son personas con un nulo sentido crítico y sin apenas conciencia política, de esta forma, ayudan a mantener el sistema establecido. Así, la existencia de estos programas beneficia a las clases dominantes. Por ello, además de señalar como culpables a los televidentes, hay que resaltar la responsabilidad de las empresas que ponen en antena este tipo de programas.
Los datos confirman esta realidad: varios millones de personas leen cada semana revistas de la denominada prensa rosa, que favorecen la difusión de anti-información, es decir, información banal, irrelevante, que no informa y no favorece ni motiva la reflexión ni el pensamiento crítico. Todo lo contrario: este tipo de “información” destruye la capacidad crítica de las personas, y llegan a reducir incluso la propia personalidad de los individuos, al ligar la vida de los espectadores o lectores con las vidas de los personajes artificiales expuestos en esos programas y revistas.
Es un complejo proceso sociológico el que deriva de estos medios de comunicación tan simples. Para conseguir el objetivo final se precisan de dos elementos: un producto que vender y un consumidor que lo compre. El producto que se vende es la vida de otras personas (personajes), el consumidor son los millones de individuos que, convencidos de que lo realmente interesante ocurre en la pantalla del televisor, invierten horas de sus vidas en atender los problemas de estos personajes artificiales. El objetivo que se consigue satisface al poder en varios aspectos.
Para empezar, un individuo sentado en el sofá leyendo una revista de cotilleos o viendo un programa de prensa rosa es un individuo que no está levantado, en la calle, pensando. En este sentido el papel de espectador que adquiere el individuo en la sociedad moderna permite al poder tener controlados y distraídos a varios millones de ciudadanos. Por otro lado, además de suministrarles entretenimiento a través de los medios de comunicación, se consigue hacer llegar a los ojos y a los oídos de los espectadores algo más importante que la distracción: publicidad.
Espectadores y consumidores
Estando sentado en el sofá, viendo la telenovela o escuchando a la ex-pareja de aquel torero gritarle a la amante de tal actor, el ciudadano no sólo está adoptando un papel de espectador. El individuo no sirve al sistema únicamente como observador pasivo, sino que también es convertido en un potencial consumidor. Las estrategias de publicidad encubierta son muy bien representadas en El Show de Truman, puesto que los televidentes, enganchados al show, están recibiendo continuamente mensajes que les incitan a comprar productos que, en realidad, no necesitan.
En la película estas estrategias de marketing se llevan al extremo, pero en realidad las series de televisión que podemos ver en cualquier canal utilizan técnicas muy parecidas. La publicidad ha invadido la televisión y aparece a mitad del telediario, en el espacio de la predicción meteorológica, incrustada en programas, en series … y, además de todo eso, tenemos las largas pausas publicitarias.
¿Por qué hay tanta publicidad? Porque hay millones de potenciales consumidores. Son millones los espectadores que, cada día, se sientan frente al televisor y se dejan desinformar y distraer. Y entre tanta distracción, sin darnos cuenta, nuestro cerebro va recibiendo mensajes muy claros: “Necesito esas zapatillas”, “ese videojuego es el mejor”, “tengo que beber ese refresco”…
Una sociedad desinformada
Además de ser una sociedad distraída, la actual es una sociedad desinformada. Son los dos pilares sobre los que se asienta la estrategia del poder mediático: formar individuos ignorantes y distraídos. Ya hemos analizado la función de distracción que cumplen los medios, y que queda muy bien retratada en El Show de Truman. Para completar el análisis, es necesario mencionar la función de desinformación.
Desinformar es la acción de dar información insuficiente o manipulada intencionadamente, al servicio de ciertos fines. Suelen ser las grandes esferas de poder quienes están interesadas en someter a la población al engaño. Estos mecanismos de control social ya los hemos analizado en otros artículos. En el caso de El Show de Truman, la desinformación es en realidad el pilar fundamental sobre el que se asienta la trama: Truman está completamente desinformado. No conoce el verdadero mundo real. Está engañado. No tiene información veraz para conocer la realidad que le rodea.
Una de las estrategias de la desinformación (y que hace más complicado detectarla) es conseguir que el consumidor de información crea estar bien informado. Aunque en la película Truman acaba sospechando, lo cierto es que pasa muchos años engañado, confiando en la información que recibe. En el caso de la desinformación aplicada a la “otra sociedad” de la película (el mundo real, donde viven los televidentes que ven el show), no podemos decir que los medios de comunicación estén desinformando directamente a la población, pero se puede inferir que los espectadores del programa de televisión están de alguna manera manipulados, ya que no atienden a los problemas reales de la vida, sino que se limitan a sentarse y a ver el Show de Truman. Un ejemplo extremo lo podemos observar en la madre que se olvida de cuidar a su bebé porque está viendo el show.
En cierta manera la anti-información es una forma más de desinformación, pues consiste en introducir en la cabeza de las personas información inútil e irrelevante, que puede terminar confundiendo y engañando a las personas. Cuando alguien cree que lo verdaderamente importante está en la isla de los famosos, en el plató de Telecinco o en el debate entre el torero y su amante, está sufriendo un ataque de desinformación. A través de la difusión de anti-información, pero finalmente el resultado es semejante: termina siendo una persona desinformada, que no conoce la verdadera realidad. Por ello todos aquellos personajes que en la película aparecen enganchados al Show de Truman son ciudadanos pasivos, distraídos y engañados.
En el falso mundo real, donde vive Truman, también observamos manipulación de la información. Truman sufre la desinformación cuando en la agencia de viajes le dicen que no hay vuelos disponibles, o cuando la radio explica que el objeto que ha caído del cielo procedía de un avión. Además está sujeto a engaños y mentiras constantes (puesto que el mundo que le rodea es completamente falso). Y también podemos detectar otra de las estrategias de la desinformación, la difusión del miedo, cuando se exponen carteles que advierten de que un rayo podría caer sobre el avión (para evitar que Truman quiera viajar). Así, mediante el engaño, el miedo y la manipulación, se consigue consolidar el falso mundo real y someter a la población (en este caso a Truman). Como apuntábamos en el anterior artículo, la única escapatoria ante esta situación de sumisión es el ejercicio reflexivo de una mente libre.
Demasiado distraídos como para hacer algo
Mediante la difusión de anti-información (información banal, que nos distrae de lo realmente importante) y utilizando las técnicas de la des-información (manipulación de la información), el sistema actual mantiene a la población en un estado de letargo, que convierte a las personas en individuos pasivos, en ciudadanos apolíticos, que no forman parte de la polis ni intervienen en la toma de decisiones. Así es mucho más fácil manipularles y engañarles.
El sistema se encarga de distanciar a la gente de la política, de la economía y de la reflexión social. Los ciudadanos no tienen interés por estos temas, porque encuentran más interesantes los debates de la telebasura o los cotilleos en las revistas. La función de distracción y de engaño que cumplen los medios de comunicación ha permitido consolidar un sistema injusto y antidemocrático. Al no suministrar a la población información de calidad, impiden intencionadamente la correcta formación de las personas, que únicamente encuentran en los medios de comunicación un lugar donde entretenerse y pasar el rato, cuando en realidad debieran ser una herramienta más para motivar el ejercicio político dentro de la polis.
Es antidemocrática la labor que cumplen los medios de comunicación porque no promueven una democracia real. Con la manipulación informativa no es necesario el fraude electoral, pues la propia desinformación está enfocada a beneficiar a determinados partidos políticos, es decir, a conseguirles votos. ¿Cómo si no se mantiene el bipartidismo? Apoyado por las grandes corporaciones mediáticas.
Como dice Noam Chomsky, una de las funciones de los medios de comunicación de masas es dar forma a la opinión pública de acuerdo a los intereses del poder corporativo dominante. Así se explica que, como decía Marx, la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. Por ello la democracia actual no es real, ya que la ideología y los intereses de las personas no están representados por la ideología y los intereses de los principales partidos políticos, pues los votos no son metidos en las urnas por las manos de los votantes, sino por los editoriales de los periódicos. Es un voto dirigido por los medios de comunicación, en perfecta armonía con otras esferas de poder político y económico.
¿Cómo hemos extraído esta reflexión de la película El Show de Truman? Porque en esta cinta, los espectadores que observan cada día el show que muestra la vida de Truman son una representación de la sociedad actual. Esas personas que se despiertan cada día pensando “¿qué ocurrirá hoy en el programa este?” o “¡ya tengo ganas de que empiece la telenovela!” son la mejor escenificación del ciudadano pasivo. Personas que no viven la realidad, sino que la ven pasar delante de sus ojos mientras se sientan en el sofá, como simples espectadores.
Son este tipo de personas quienes sustentan el sistema establecido, pues con su pasividad dan legitimidad a las clases dominantes para gobernar sobre ellos. ¿Hay una crisis económica? ¿se pone en duda el sistema político actual? ¿hay manifestaciones y reivindicaciones en la calle? A los espectadores les da igual. Están demasiado entretenidos como para hacer algo. Son esa mayoría silenciosa que tanto gusta a los gobernantes. Silenciosos, engañados y distraídos.
Juan Pérez Ventura
(Visto en https://vaventura.com/)