Por lo general, se considera al Buda un maestro espiritual pionero y el fundador de una de las principales religiones del mundo. Sin embargo, en su propia religión recibe el nombre de Gran Médico, ya que diagnosticó la causa de los males de la humanidad y ofreció una solución, un remedio, una cura. No has de ser budista ni tener algún tipo de interés en el budismo para apreciar su crítica de la condición humana.
Pese a llevar una vida protegida como príncipe, el futuro Buda estaba profundamente preocupado por la enfermedad, la vejez y la muerte que presenciaba a su alrededor, así que decidió encontrar una manera de salir de esa protección. Tras años de austeridades y de profunda meditación, concluyó que sufrimos porque anhelamos lo que no podemos tener y porque evitamos lo que tenemos ―los impulsos gemelos del apego y la aversión―. En esencia, estamos constantemente en guerra con el modo en que las cosas son. Además, se dio cuenta de que el apego, la aversión y la ignorancia se basan en una ilusión fundamental: que somos seres sólidos, separados y aislados que vivimos en un mundo material que nos amenaza constantemente con privarnos o destruirnos. El Buda descubrió que la única salida de este sufrimiento, y el camino seguro a la felicidad, consistía en despertar de la ilusión de la separación y en darnos cuenta de nuestra interdependencia ―en efecto, nuestra unicidad― con toda la vida.
Un enfoque para alcanzar esta comprensión consiste en usar la meditación mindfulness como una poderosa herramienta para penetrar las capas de la ilusión y para revelar la impermanencia y la interdependencia en el centro de la existencia. Otro enfoque, que surgió muchos siglos después de la muerte del Buda, consiste en despertar directamente no solo a la interdependencia y la impermanencia, sino también a un terreno de la existencia permanente e inclusivo que está vacío y es eterno a la vez, que no está localizado y es omnipresente, que es infinitamente espacioso y profundamente compasivo. Cuando este terreno de la conciencia se revela a un nivel humano individual, se le conoce como consciencia, verdadero ser, naturaleza búdica o conciencia despierta.
Aunque este enfoque puede parecer abstracto y amorfo, en realidad es eminentemente práctico y experiencial. En otras palabras, funciona tal y como se describe para proporcionar una plenitud duradera, y la conciencia despierta a la que señala es de fácil acceso si estamos listos para darnos cuenta de ella.
¿Qué es la conciencia despierta?
Como ya he mencionado, la conciencia despierta, como el trasfondo constante de toda experiencia, es autónoma y está permanentemente disponible. Al ser tu estado natural, tu derecho natural como ser humano, no necesitas cultivarla ni mantenerla, algo que sí haces con el mindfulness [la conciencia plena]; tan solo necesitas relajarte en ella y reconocerla. De hecho, siempre está observando a través de tus ojos y escuchando a través de tus oídos, solo que tu no la reconoces; como el espacio que habitas o el aire que respiras. Cuando descansas en la conciencia despierta (y como conciencia despierta), tu manera habitual y condicionada de ver las cosas desaparece, y experimentas la vida de manera vívida y clara, a través de unos ojos y unos oídos nuevos y sin filtros. Esta perspectiva no solo puede ser excitante y estimulante, sino que también puede volverse un poco desestabilizadora y llevar a confusión, al menos al principio. Después de todo, has pasado toda una vida experimentándote a ti mismo y a los demás de las mismas maneras predecibles y manidas. Los velos han desaparecido ahora y te estás encontrando con la vida de una manera directa, pura y sin filtros. En raras ocasiones se establece firmemente esta perspectiva de manera inmediata. Sin embargo, cuanto más habites en esta presencia o conciencia abierta e incondicional, más experimentarás algunas de las siguientes cualidades, que presentaré brevemente aquí y que, a continuación, exploraré con mayor detalle en los siguientes capítulos. Aunque hable de ellas de manera separada, en realidad estas cualidades o características son más como las facetas de un diamante que como una lista interminable de rasgos separados. Una vez que descubres la conciencia despierta, estas cualidades se revelan sin ningún tipo de esfuerzo como diferentes aspectos de una única realidad.
Ninguna separación entre el yo y el otro, entre el interior y el exterior
¿Alguna vez has explorado los límites de tu cuerpo a través de una experiencia sensible directa a fin de determinar dónde terminas tú y dónde comienza el mundo exterior? De ser así, en el mejor de los casos te diste cuenta de que los bordes son difusos. Sin la imposición del pensamiento y la interpretación, a menudo resulta difícil decir qué está sucediendo dentro y qué está sucediendo fuera. En la conciencia despierta, te das cuenta de que tú eres la apertura sin límites, el espacio despierto y consciente en el que todo surge. En otras palabras, ¡todo está sucediendo en ti, y no fuera de ti! Al mismo tiempo, no pierdes de vista el hecho de que también eres un ser humano con un cuerpo envuelto en piel y que necesitas evitar objetos calientes y prestar atención cuando cruzas la calle. Ambas dimensiones son ciertas al mismo tiempo.
Mientras que el sentido común y cotidiano de la individualidad te mantiene seguro en un nivel relativo, la conciencia despierta revela que estás íntimamente interconectado con todo lo demás en el universo ―o, de manera más precisa, que eres el espacio en el que todo es uno e inseparable―. Lo creas o no, es posible funcionar con esta perspectiva ilimitada. De hecho, el funcionamiento se vuelve mucho más fluido, más armonioso y mucho más satisfactorio cuando no estás luchando constantemente contra el mundo «ahí fuera». En lugar del miedo, de la desconfianza, de la ira y del conflicto, ahora te mueves por el mundo con una sensación de comodidad, de alivio, de confianza y de pertenencia. En lugar de alienación o alejamiento, ahora sientes una profunda intimidad y familiaridad con todas las cosas y las personas con las que te encuentras, no meramente como una idea o una filosofía, sino como tu experiencia inmediata.
Ningún centro, ninguna periferia, ningún yo
A medida que los límites aparentes entre el interior y el exterior se desmoronan, también lo hace la perspectiva acostumbrada de ser alguien separado, un pequeño yo limitado, centrado en una ubicación particular. Si examinas de cerca e investigas con cuidado, descubrirás que el yo separado sólido que aceptaste ser es tan solo una colección de pensamientos, sentimientos, memorias, historias y creencias juntados apresuradamente y unidos por el pegamento de la autorreferencia, esto es, por el pensamiento: Son míos, pertenecen a mí. Ahora bien, ¿dónde está aquel a quien pertenecen estos pensamientos? ¿Dónde está el centro al que todo se refiere aparentemente?
La conciencia despierta responde a estas cuestiones proporcionando una perspectiva global, expansiva e inclusiva en la que el centro aparente desaparece y en la que se le da la bienvenida a todo tal y como es, sin ser interpretado en función de cómo beneficia o amenaza al yo separado. Y no solo eso, sino que la conciencia despierta proporciona la comprensión de que lo que se está mirando a través de esos ojos y lo que está siendo mirado, de que el sujeto aparente y el objeto aparente, tan solo son en realidad expresiones del mismo campo ilimitado, ininterrumpido e indiviso que es inherentemente luminoso y está despierto y repleto de amor.
Todo es perfecto y significativo tal y como es; no hay más que esto
Una consecuencia inevitable del reconocimiento de que el interior y el exterior son meros aspectos de una realidad indivisa es la comprensión de que solo existe este momento. El pasado es solamente un recuerdo, y el futuro solo es un pensamiento que surge en este preciso momento. Si intentas apuntar hacia algo que existe fuera de este momento, descubrirás que todo lo que puedes identificar se está presentando ahora mismo, incluso tus logros más significativos y tus identidades más preciadas. Por supuesto, puedes enumerarlos en tu currículum o publicarlos en las redes sociales. Pero ¿dónde existen realmente, salvo en una historia, en un pensamiento o en una imagen en este preciso momento? Incluso el momento presente, al tratar de agarrarlo, no puede ser alcanzado y se resbala entre los dedos.
Una vez que has despertado completamente al carácter único y precioso de este momento efímero, reconoces, de algún modo misterioso que va más allá de tu comprensión racional habitual, que todo lo que se está revelando en este momento no solo es único, sino que es inherentemente completo, significativo y perfecto, pese a todas sus imperfecciones obvias (en palabras de un conocido dicho, es el Uno sin segundo, y, por consiguiente, es incomparable).
Estas cualidades no tienen nada que ver en absoluto con polaridades dualistas tales como, por ejemplo, completo-incompleto, perfecto-imperfecto o significativo-sin importancia. En vez de ello, cada persona y cada cosa, con independencia de lo imperfectas o problemáticas que parezcan, son perfectas en el sentido de que simplemente son como son, de que no podrían ser de otra manera, y de que irradian la perfección esencial del Ser mismo. Como respuesta natural a este reconocimiento surge una sutil mezcla de amor, preocupación, gratitud y alegría. En la tradición judeocristiana, esta sensación de asombro ante la perfección de la creación de Dios está reservada, por lo general, a los ángeles, pero en realidad está disponible en la esfera humana a través de la conciencia despierta.
En vez de obsesionarte con aquello que quieres y de esforzarte para que la realidad acceda a tus deseos, como así nos han enseñado desde una edad temprana en nuestra cultura orientada al logro, escuchas atentamente la corriente de la vida a medida que fluye a través de ti y permites que te lleve donde ella quiera. En última instancia, de hecho, te das cuenta de que en realidad no tienes el control de tu vida en absoluto: estás siendo vivido por la vida misma. Sin embargo, no te sientes «fuera de control» porque sabes que la vida y tú sois inseparables, y confías en que tiene un significado y un propósito más profundos que tu mente racional no puede comprender.
Ser nadie y alguien, nada y todo
Desde la perspectiva global de la conciencia despierta, te das cuenta de que eres inseparable de todo y de todos y de que, al mismo tiempo, eres este cuerpo único y esta mente única que se mueven por el tiempo y el espacio, con tus propias preferencias, capacidades e idiosincrasias individuales. Vives en el paradójico filo de una navaja de pura presencia en el que la esencia se manifiesta, en el que nada florece como todo, y en el que nadie se expresa como alguien.
Ahora que sabes que eres el espacio en el que todo se desarrolla, ya no puedes identificarte completamente con este pequeño yo; sin embargo, mantienes a esta persona que una vez creíste ser en la presencia espaciosa e inclusiva de quien eres en realidad con ternura y compasión. Ser alguien, ser nada y ser todo están perfectamente entrelazados y se refuerzan mutuamente (uno de los grandes misterios de la conciencia despierta). De hecho, esta identificación más profunda con el terreno del ser informa e infunde tus pensamientos y acciones en todos los niveles, permitiéndote que fluyas con la corriente de la vida y proporcionándote una profunda empatía e intimidad con las experiencias de todas las personas que conoces.
Permanecer como conciencia despierta
Paradójicamente, así pues, la conciencia despierta es tu estado natural, ese que siempre está mirando a través de tus ojos y escuchando a través de tus oídos; al mismo tiempo, es la esencia ilimitada, misteriosa e inalcanzable de lo que las cosas son. En efecto, esta esencia ilimitada es lo que eres fundamentalmente, el terreno de tu ser, por debajo de todos los dramas, los roles y las identidades.
Por supuesto, estas palabras no significan mucho a menos que te des cuenta por ti mismo de la verdad a la que se refieren. El hecho de leer que la conciencia despierta es tu estado natural no te trae la felicidad, la tranquilidad o la sencillez de ser, del mismo modo que las suntuosas comidas fotografiadas en las páginas web de cocina no satisfacen tu hambre. Tienes que aprender el modo de acercarte a esta conciencia tranquila y permanecer intencionadamente en ella; necesitas un portal, una práctica, un camino que te permita actualizarla en tu vida y que te permita transformarte y proporcionarte la paz y la satisfacción que buscas. Pero, a diferencia del mindfulness, no puedes cultivar o desarrollar la conciencia despierta, ya que siempre está ocurriendo; tan solo puedes reconocerla, acercarte y relajarte en ella.