Pregunta: ¿Qué es, finalmente, el No-dualismo?
Raphael: El no-dualismo no es ni monismo, ni monoteísmo ni, por supuesto, dualismo.
Dado que el monismo puede ser igualado al uno matemático y este último a la multiplicidad, para evitar caer en malos entendidos lo llamamos entonces «no-dos»; en otras palabras, se pone de manifiesto una unidad que no se multiplica, que no cae en la generación, una unidad que no es matemática. Esta unidad no-dual puede ser considerada de orden metafísico.
Del Uno matemático, principio generador de la serie de los números, se llega a lo Uno metafísico, que está más allá de toda posible nomenclatura numérica.
Si con el monismo y con el dualismo la Primera causa crea o emana el universo-objeto, en el no-dualismo, el universo-objeto no es ni una creación ni una emanación, sino un simple fenómeno-maya proyectado sobre la pantalla universal o individual por la potencia proyectora de lo que llamamos «mente». Así, por ejemplo, nuestros sueños, o cualquier ideación ―ya sea nocturna o diurna― no son más que proyecciones-maya que carecen de una realidad absoluta, por lo que, en consecuencia, se pueden resolver en cualquier momento. El universo es un continuo-discontinuo que puede ser resuelto y trascendido. No es, por tanto, una creación ―en el sentido que por lo general se le da a este término― porque la Realidad suprema, al ser completa en sí misma, no tiene la necesidad de crear, ni tampoco es una emanación, porque la Realidad suprema no se concluye en la manifestación, ni puede transformarse para poder ser otra-cosa-de-sí-mismo.
Una forma-cuerpo cualquiera (individual, planetaria o cósmica) es el efecto de un movimiento; si éste movimiento cesa, esa forma-cuerpo desaparece.
El universo es un «sueño» (procuremos no tomar al pie de la letra este término); poseemos un cuerpo y nos movemos porque estamos soñando; si queremos salirnos fuera de todo aparente dualismo conciencial, psicológico y formal, tendremos que despertar resolviendo el movimiento. No es la Realidad en sí la que se mueve, no es la Realidad en sí la que determina el dualismo, sino el «movimiento» del jiva (alma viviente) que, a su vez, es una proyección-reflejo del Ser absoluto. Así bien, cuando subimos a un tren, por efecto de la maya, el paisaje externo se mueve en apariencia, pero en realidad el que se mueve es el tren. Bajo esta perspectiva, para el No-dualismo la unidad matemática y el dualismo no son reales absolutos; no son sustancias, sino apariencias, y, como tales, pueden ser resueltas y trascendidas. El «mal», así como el «bien», no son realidades en sí mismas, no son sustancias, sino apariencias, son un particular movimiento, que se puede resolver y trascender. El universo de los nombres y de las formas no es una ipseitas, no es una realidad que vive de vida propia, no es Ser, es sólo un movimiento (aparente, si se observa desde la Realidad absoluta) que determina eventos-cosas no sustanciales. Nuestros sueños nocturnos no son reales absolutos, no son eternos, no son sustanciales, no provienen de ninguna parte ni tienen un lugar adonde ir, sólo son un fenómeno proyectado por nuestra mente sobre la pantalla siempre inmóvil de nuestro ser. Afirmar que los sueños son el mismo individuo, o más aún, que el individuo se agota en los sueños o, más aun, que los sueños son eternos e inmortales, significa querer forzar las cosas. Lo que configura esa «apariencia» vital, esos mundos ―aparentemente sólidos e inmortales― es la maya.
Entre lo Real y lo no-real (esto es, que aparece como real) existe la maya; cuando eliminamos la maya se descubre una sola sustancia: la Realidad suprema siempre idéntica a sí misma.
P: ¿Es posible estudiar la maya empíricamente y con consciencia?
R: Cuando observamos con plena conciencia un sueño, se nos presenta un acontecimiento inesperado: la vigilia; y, con la vigilia, aquel sueño se desvanece como por encanto. El yo y el no-yo de los sueños (dualidad) desaparecen.
Cuando examinamos empíricamente una serpiente, que nos parece haber visto en lugar de una cuerda, la serpiente desaparece y descubrimos la cuerda.
Cuando intentamos conocer con consciencia la maya, ésta desaparece, eliminando todo tipo de dualismo y antinomia, y en su lugar descubrimos al Ser, la Realidad, lo Constante absoluto. La maya no puede ser observada o analizada empíricamente porque, precisamente, no es una realidad.
Querer ver o buscar la maya equivale a buscar las huellas de un pájaro en el aire, dice Sankara. Pero, aun sin verla, se le puede resolver y trascender mediante la vidya, el Conocimiento metafísico. Nos identificamos con las cosas porque las consideramos reales, verdaderas, auténticas, creemos que pueden procurarnos una condición de plenitud. Comportándonos así, nos convertimos en alienados porque hacemos que la causa de nuestra plenitud-felicidad dependa de un «algo» que está fuera de nosotros. Pero ese «algo» que está fuera de nosotros es un espejismo, una no-sustancia que es incapaz ―debido a su naturaleza peculiar― de ofrecernos Summa pax. El error, según la No-dualidad, consiste en creer en cosas que, en conclusión, no son. Para eliminar este error, fruto de la avidya ―es decir, efecto de un conocimiento erróneo (opinión-doxa)― hace falta la vidya, el Conocimiento noético.
P: ¿Podemos, entonces, afirmar que el mundo de los nombres y de las formas lo trascendemos y lo resolvemos mediante el poder del Conocimiento (vidya)?
R: Mientras veamos y perpetuemos la serpiente con el poder proyectivo de la mente, la consideraremos como existente, real, substancial; sólo cuando nos despertamos al reconocimiento del verdadero ser-cuerda, esa serpiente desaparece sin dejar huella alguna. Entonces, para el No-dualismo, el mundo de los nombres y de las formas puede ser real o no-real, dependiendo de la perspectiva desde la que lo miremos o lo consideremos.
P: ¿Este Uno metafísico lo ve y lo evidencia únicamente la Tradición védica?
R: La védica representa tan sólo una de las ramas de la Tradición única. La Tradición de los Misterios Sagrados, en la antigua Grecia ―sobre todo con Orfeo―, reconocía el Uno metafísico, si bien esta verdad era revelada solamente durante los últimos grados de los Grandes Misterios.
P: ¿El hombre está, entonces, compuesto por el dualismo ser y no-ser, esencia y sustancia?
R: Anteriormente hemos hablado de polaridad, la cual se resuelve en un punto trascendente, metafísico, punto en el que desaparece la polaridad o lo que, como concepto, llamamos ser y no-ser.
P: Si también la maya-prakriti es una polaridad del Punto metafísico, ¿por qué, entonces, se nos pide que rechacemos la maya-prakriti?
R: La metafísica de la No-dualidad no nos pide que abandonemos, rechacemos o desconozcamos la maya, pues esta actitud también pertenece a la avidya. Lo que el Asparsa metafísico nos dice es que no creemos identificación o identidad con la maya, que no superpongamos la maya al purusa o Punto metafísico, confundiendo, como en el clásico ejemplo, la cuerda con una serpiente.
Si creemos ser exclusivamente cuerpo-vehículo-forma (esto es, prakrti), «caemos» en la avidya, es decir, cometemos el error de considerar absoluto lo que no es absoluto, o de considerar lo imperecedero-constante como mutable y perecedero. La falta de armonía, la aberración y el caos de la individualidad humana derivan del hecho de que el individuo se considera como una forma-cuerpo, por tanto un límite, puesto que todo cuerpo representa un límite-esclavitud del ser.
P: ¿Podemos considerar la avidya como absoluta, real y permanente?
R: Si fuese real-absoluta jamás podríamos eliminarla, por lo tanto, no podríamos salirnos de la limitación-ignorancia; no tendríamos, pues, la posibilidad de solucionar ni salir de ese error.
P: ¿A dónde se va la avidya una vez resuelta?
R: No viene de ninguna parte ni se dirige a ninguna parte. Cuando descubrimos que la cuerda no era una serpiente, ¿a dónde se ha ido el error? O bien, al despertar, ¿dónde se ha ido ese universo de sueños, proyectado sobre la tela de nuestra aura y forjado con el tejido de nuestra propia sustancia-prakriti?
Cuando manifestamos una ideación, un pensamiento, formamos una imagen mental bien definida y geométrica que puede hasta ser vista por un agudo clarividente.
Ahora bien, cuando cesamos de idear, ¿a dónde va esa forma-imagen? El universo fenoménico entero es una idea materializada por el Mahat (Mente universal) y, cuando el supremo purusa cesa de idear, ese universo fenoménico se desvanece como una nube en el cielo.
Tenemos que eliminar dos tipos de identificaciones o superposiciones, fruto de avidya, pero que representan dos momentos de un único proceso: uno, cuando nos creemos imagen-forma-cuerpo; el otro, cuando nos creemos prakriti en estado no-formal o indiferenciado. En tanto que purusa, y más aún en tanto que Punto metafísico, nosotros existimos por encima del mundo de los nombres y de las formas y más allá de la misma sustancia-prakriti.
La prakriti es la causa instrumental del mundo de los nombres y de las formas, es el tejido con el que se forjan «sueños» individuales y universales, mientras que el purusa es la Primera causa del movimiento de la prakriti.
La meta del Advaita de Sankara y del Asparsavada de Gaudapada es el reconocimiento profundo y conciencial de aquello que realmente somos.
El conflicto, la discordancia y el dolor cesan solamente una vez reconocida nuestra propia identidad. Una sociedad de individuos que no se reconozca en su realidad más profunda tendrá como destino vivir en alienación y conflicto, a pesar de cualquier fórmula filosófica, político-social y sentimental que ella pueda «forjar» durante un determinado tiempo-espacio; tiempo-espacio que representa tan sólo otro nombre que se le da a la maya.
P: ¿Puede entonces la maya resolver el eterno problema del ser y del no-ser, del yo y del no-yo, y dar una respuesta a por qué lo Absoluto ha caído en lo relativo?
R: Sí. Toda dualidad (real y no-real, ser y no-ser, yo y no-yo, absoluto y relativo, etc.) es el fruto de una representación mental, no es verdadera-absoluta, no es una ipseidad o aseidad.
Entre el Ser y lo que nosotros pensamos que sea el no-ser existe la maya; nos basta eliminarla para descubrir que sólo existe el Ser absoluto.
Entre la cuerda y la serpiente o entre el ente soñador y sus sueños, se coloca la maya; nos basta eliminarla para descubrir que sólo existe la cuerda o el ente soñador.
Lo Absoluto, si es tal, no puede volverse relativo, del mismo modo en que el Bien absoluto, si es tal, no puede transformarse en mal u otra cosa; lo que cambia no es la Realidad en sí, sino nuestra perspectiva-maya de la Realidad. La cuerda continúa siendo cuerda, lo que cambia (movimiento) es nuestra perspectiva-visión de la serpiente, del hilo de agua, del bastón, etc., que superponemos a la cuerda.
P: ¿Podemos considerar la maya una pura ilusión?
R: La maya no es una ilusión con la acepción que se le da a este término en Occidente. Una ilusión no produce nada, es un «no-existente»; un evento ilusorio se equipara a los cuernos de una liebre, y Sankara sostiene que el universo-maya no es como los cuernos de una liebre o el hijo de una mujer estéril. En términos occidentales diremos que maya es sinónimo de fenómeno, de «movimiento conformador y conformado».
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