La iniciativa es responsabilidad de la Comisión Europea, y tiene como principales acciones la reforestación y la disminución de fertilizantes químicos. Ambos objetivos pretenden ser alcanzados sembrando 3 millones de árboles e impulsando los cultivos orgánicos.
La estrategia sobre la diversidad biológica establece que el 30% de las tierras y los mares europeos se conviertan en zonas protegidas para 2030. Esto supone un aumento del 26% de las tierras y 11% de los mares, con especial protección de los bosques antiguos.
Además la cantidad de tierras dedicadas a la agricultura debe de crecer por lo menos el 8% y el uso de plaguicidas debe de reducirse a la mitad para el 2030. Esto con el objetivo de que por lo menos un tercio de las especies nativas regresen a sus ecosistemas.
Frans Timmermans, el vicepresidente de la CE para el Acuerdo Verde Europeo (Green Deal), vinculó explícitamente el plan con el objetivo de evitar futuras pandemias como la de COVID-19.
La estrategia para la conservación de la biodiversidad es esencial para aumentar nuestra resistencia a las posibles bacterias y/o virus, y así prevenir la aparición y propagación de futuras enfermedades. Timmermans declaró que destruir la naturaleza a un ritmo sin precedentes, y ahora con alrededor de un millón de especies en peligro de extinción en tan sólo unas décadas, amenazamos literalmente nuestra propia vida, nuestra salud y nuestro bienestar.
Pero como para todo tipo de iniciativas de este estilo, cabe preguntarnos si en verdad la estrategia funcionará. Los diferentes sectores del continente europeo han fallado en alcanzar la meta voluntaria de restaurar al menos el 15% de los ecosistemas dañados.
Algunos observadores autónomos (ONGs, asociaciones civiles), afirman que la nueva estrategia tiene puntos poco precisos, sobre todo aquellos que tratan sobre el papel de la Unión Europea en la deforestación y el daño a ecosistemas fuera del continente. En lo que respecta a las consecuencias provocadas por compañías europeas, aún no hay estrategias claras ni un esfuerzo claro por reconocer la responsabilidad y revertir los daños.
El éxito o el fracaso de la estrategia dependerá de la forma en que la Comisión Europea y los países, implementen los planes. La estrategia tiene una sección dedicada al desarrollo de un un marco de gobernanza para asegurarse de que los progresos se comprueben de cerca. Sin embargo, sigue siendo poco específica en cuanto a las posibles medidas, como las multas, a las que se podrían enfrentar los Estados miembros si no logran cumplir con los objetivos.
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