En primer lugar, ¿dónde comienza esta experiencia de ser un yo separado? ¿Cómo pudimos dejarnos atrapar por la experiencia de identificarnos con un conjunto de ideas, en lugar de con quien somos realmente?
Cuando nos fusionamos totalmente con nuestro yo mental, parece como si ya no pudiéramos volver atrás, al momento anterior a que se generara esta identidad que ahora se observa a sí misma. Pero a medida que dejamos de identificarnos con quien pensábamos que éramos, aunque sólo sea un poco, empezamos a sentir nuestro camino de regreso al comienzo de la experiencia.
De bebés no disponíamos del uso de la razón. La hemos desarrollado gradualmente, a medida que madurábamos. Al principio, sólo tenemos sentimientos, y lo que sentimos es que SOMOS nuestra experiencia, sea ésta la que sea, porque todavía no tenemos el mecanismo dualista que dice «este de aquí soy yo, y esa cosa separada es lo que estoy experimentando». Ese tipo de dualismo es trabajo de la mente. Entonces, lo que ocurre es que nuestras experiencias de aquella época, un tiempo anterior a que la mente empezara a hacer de filtro, se fijan como una piedra angular sobre la que se construye todo lo que la mente desarrollará más tarde cognitivamente.
No soy neurocientífica. Sólo trato de hacer por mí misma el camino de vuelta a este territorio de la infancia, buscando las raíces de esta experiencia de identificarnos con una idea del yo basada en el pensamiento, a la vez que informo sobre mis deducciones.
En cualquier caso, lo que parece estar sucediendo es que sentimientos muy inmaduros forjan los cimientos sobre los cuales construiremos cuando empiece la cognición. Si de bebés fuimos bienvenidos, nos sentimos protegidos y conectamos profundamente con quienes nos cuidaron, entonces supongo que no hay necesidad de construir una fortaleza de mecanismos infantiles de defensa con nuestras primeras facultades mentales, pero eso no es lo que parece ocurrir normalmente. Si no podemos conectar con nuestros cuidadores y lo que sentimos es que algo va mal, es lógico que nos fusionemos con este sentimiento de fatalidad y asumamos que el problema somos nosotros.
Luego, cuando la cognición se hace posible, construimos un armazón de pensamientos acerca de quiénes somos que está basado en el sentimiento de que no estamos bien, de que estamos equivocados, rotos o algo así, porque sentimos la inmediata necesidad de hacer lo que sea para enfrentarnos a esta situación tan incómoda. Desde mi punto de vista, este es el origen de la construcción del yo separado y de todas sus acciones y consecuencias.
La razón por la que nos identificamos con ese (yo separado) es que la cognición atrae mucho nuestra atención, siempre está en movimiento, armando revuelo y opinando sobre todo. Con el tiempo, se vuelve habitual que nuestra atención se centre solamente en nuestra cognición, mientras que quien desarrolló la cognición, nuestra verdadera naturaleza, espera en silencio a que pare el alboroto. No pide nuestra atención. Simplemente es.