¿Qué fue antes el huevo o la gallina? Pocos razonamientos incitan tanto la reflexión y la contradicción inherente como las aporías. Estos nudos argumentales nos invitan a pensar en las paradojas contradictorias de las que está hecha la vida.
El término aporía proviene del griego y puede definirse como un estado de incertidumbre o perplejidad al exponernos ante dos argumentos opuestos, pero aceptables. Es, por ejemplo, el clásico “ser o no ser” de William Shakespeare o la clásica cuestión de “qué fue antes, el huevo o la gallina”. Son cuestiones imposibles de resolver, dilemas filosóficos que rara vez nos llevan a algún lado.
No obstante, en el pasado y en la época de Platón y Sócrates, este tipo de razonamientos eran un ejercicio valioso para iniciar debates y profundos ejercicios dialécticos. La clave estaba en plantear una duda, en lanzar una pregunta retórica y lograr, así, transitar entre lo ambiguo del mundo, entre lo contradictorio de la vida y los intrincados razonamientos con sentido y sin sentido a la vez.
Es más, si hay algo que debemos asumir es que la propia realidad que nos envuelve está llena de insufribles aporías. Somos, por ejemplo, una sociedad globalizada increíblemente individualista. Somos seres libres, pero a la vez víctimas de mil condicionantes, de infinitos mecanismos que nos moldean y nos estandarizan.
La aporía es la sabiduría de la contradicción, esa que nos invita a realizar valiosas reflexiones, pero que sin embargo no nos llevan a ningún lado…
¿Qué es la aporía y qué finalidad tiene?
Cuando se hace referencia a las aporías es inevitable no citar los sofismas del filósofo griego Zenón. Uno de ellos fue el conocido como “la paradoja de Aquiles y la tortuga”. La esencia de esta idea partía de un argumento: el movimiento como tal no existe. El sabio estoico concebía la movilidad como una concatenación de estados en reposo, es decir, como una suma de imágenes fijas.
Por tanto, para él una tortuga podía ser tan o más rápida que Aquiles, el de los pies ligeros, porque el movimiento, como el tiempo, son meras ilusiones. Así, y siguiendo esta premisa, explicaba que cuando uno lanza una flecha, en realidad, esta no se mueve en ningún momento. Su movimiento es el resultado de la suma infinita de sus puntos de reposo. ¿Qué podemos decir por tanto ante este tipo de razonamientos? Si nos basamos en la mecánica clásica y las leyes de Newton podríamos rebatirlas por completo.
Sin embargo, si uno se integra en la perspectiva del propio Zenón sobre la sucesión de estados en reposo, puede llegar a entenderlo. Por tanto, comprendiendo estos ejemplos nos damos cuenta de que a todos nos es familiar la sensación de la aporía.
Al fin y al cabo, es esa incertidumbre que experimentamos a veces al exponernos a dos ideas contradictorias, pero interesantes y a veces hasta válidas. Es un nudo de perplejidad que, aunque no sea directamente resolutivo, nos invita a reflexionar.
Deconstruir para descubrir: el valor de la contradicción cotidiana
“Aporético” es un adjetivo interesante que deberíamos tener más en cuenta. De hecho, sería bueno adquirir esta característica, este ejercicio de razonamiento y reflexión con el que deconstruir muchas de nuestras realidades para poder descubrir que existen más opciones, perspectivas y realidades.
Deconstruir en aporía significa permitirnos descubrir la contradicción de las cosas y también aceptar que en el día a día hay ideas opuestas en sus bases y su esencia, pero que aun así pueden ser aceptadas. Es más, cabe la posibilidad de aprender de cada enfoque, aun siendo irreconciliable. Sea como sea, el principal objetivo no es otro que despertar la perplejidad para reflexionar, aceptar lo opuesto como una parte más de la propia vida.
Tipos de aporía
A día de hoy, usamos el término aporía como sinónimo de dificultad. Lo hacemos para representar un camino sin salida, un reto sin aparente solución racional. Sin embargo, para la filosofía griega era como un acertijo, como un ejercicio que incitaba al diálogo, al intercambio de ideas, teorías y enfoques de conocimiento.
No debemos ver la aporía como una especie de nudo gordiano sin sentido. Este estado de incertidumbre debe invitar al análisis y al razonamiento. Por ello, es interesante comprender las dos tipología existentes.
Aporía argumental: parte de una duda
En este tipo de aporía se parte siempre de una pregunta lanzada al aire, de una cuestión que sirve a menudo como cuestión para que los demás piensen en ella aun sabiendo que no tiene una respuesta clara. El objetivo no es otro que favorecer ideas y argumentos.
Es interesante saber que la mayoría de aporías parten siempre de preguntas. “¿Qué fue antes el huevo o la gallina?”, “¿podemos creer siempre lo que ven nuestros ojos o vemos a través de nuestras interpretaciones y juicio personales?”, “¿el color naranja se llama así por la fruta o es a la inversa?”.
Aporía tonal: parte de una opinión
En esta segunda tipología, estamos ante una aporía algo agresiva o cuanto menos, impositiva. En este caso, no se busca el diálogo sino imponer la verdad de uno. Es como si nos limitáramos a señalar en exclusiva que “la gallina fue antes del huevo“. La idea nos sigue causando contradicción, pero la frase ya tiene un tono determinado y busca convencernos de una preconcepción.
Lo más adecuado en todos los casos es hacer uso de una aporía argumentativa que parta de una pregunta. Solo así se incita al diálogo y a la reflexión.
Para concluir, más allá de las clásicas metáforas que usaban Platón y Aristóteles con sus alumnos a través de las preguntas retóricas, hay un hecho innegable. En el mundo actual se impregnan múltiples aporías. La política, la sociedad, el mundo de la publicidad, etc., no dejan de albergar en sus bases múltiples paradojas que nos desconciertan con sus sinsentidos.
Bien es cierto que desde nuestra posición, no podemos resolver nada. La contradicción es a veces continua: podemos llegar a entender todas las posturas, pero aún así nos atrapa la perplejidad. Darnos cuenta de ello, asumirlo y reflexionar en esos universos antagónicos es positivo y enriquecerá lo que conocemos ya como la sabiduría del contrasentido.
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