Si tuvieses algo que hacer lo harías, si algo que pensar lo pensarías, si algo que comer lo comerías.
Si tuvieses algo que recordar… ¿Lo recordarias?
Los filtros se extienden como velos en la danza de la vida mientras tú te dejas atrapar por su promesa de placeres futuros que nunca llegan y dolores a evitar, que jamás evitas.
¿Realmente te ha servido de algo todo eso?
Confiado en las ocasiones en que parecías obtener un resultado que calificaste de positivo, seguiste enganchándote al remolque del dolor, arrastrándote por emociones sin fin que tan sólo te curaban heridas leves mientras abrían otras más profundas.
Cambiar dolor por dolor es sólo una forma más de autoengaño. Comprender la realidad que te habitas eres, ES, supone descorrer los velos suntuosos del Palacio para ver qué estaba construido de paja que no aguantaría ni el más leve soplido.
Respira a pleno pulmón el aire vivificador ausente de pensamientos que te informen sobre el grado de calidad del mismo miéntras abres los ojos que no ven el mundo pero sí el Alma.
Verás que la película ya acabó aunque sigas en la sala de cine hipnotizado por las imágenes que, a fuerza de verlas y repetirlas una y otra vez tantos años, parecen seguir proyectándose como la apariencia de movimiento que supone la inercia de un vehículo que dejó de circular pero que sigue pareciéndote avanzar.
Quedarse quietos es un paso.
Permanecer en silencio es recorrer un trecho largo.
La quietud y el silencio bien comprendidos es saber que jamás hubo pasos, trechos, camino ni quien los recorriese.
Es difícil abandonar la comodidad y la excitación cabalgando la ola.
Es fácil dejarse llevar cómodamente tumbado en el Gran Mar.
¿Qué prefieres?
Da igual.
Acabarás descansando en ese mismo Mar.
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