El concepto de Dasein de Martin Heidegger puede aplicarse a las experiencias de flujo, a nuestra capacidad de ser en el mundo, de dejarnos llevar en el aquí y ahora, pero teniendo a su vez un propósito vital, una meta existencial.
¿Qué significa exactamente “ser en el mundo”? ¿De qué manera nos manifestamos las personas en esta realidad? Este tipo de preguntas fueron una constante en la filosofía existencial. Una de sus figuras más emblemáticas, Martin Heidegger, eligió el término Dasein para dar respuesta a esta y otras múltiples cuestiones.
Esta palabra alemana puede traducirse como ‘ser ahí o sentido del ser’ (da– ‘allí’; sein – ‘ser o estar’). Dasein define básicamente la relación entre nosotros y el mundo y a su vez con cualquier acción orientada a un propósito. Es nuestra conciencia vinculándose a su vez a todo lo que nos envuelve.
Si nos interesa particularmente este concepto es por una razón muy concreta: por actuar casi como una interfaz entre la propia psicología y la filosofía. Y el hecho de que sea así tampoco es casual.
Heidegger tuvo siempre la esperanza de que su enfoque, sus aportaciones y teorías favorecieran un nuevo modo de explorar el sufrimiento humano. Tanto es así que, para muchos, la ontología existencial que integra gran parte de su legado nos permite explorar aspectos tan importantes como el inconsciente, la soledad y la angustia humana.
Dasein, “ser-en-el-mundo” o el arte de vivir en el aquí y ahora
Martin Heidegger es una magnífica rara avis dentro del contexto filosófico. Quizá, por ello, se le considera aún a día de hoy una las figuras más destacables del siglo XX.
Su trabajo se orientó siempre a ir más allá de ese reduccionismo que imperaba hasta el momento en la filosofía. Con obras tan relevantes como Ser y Tiempo expuso algo innovador: no podemos entender a una persona sin tener en cuenta al Dasein, a ese ser que va más allá de lo sensorial y lo reflexivo y que sale al mundo para relacionarse con él.
De pronto, Heidegger va más allá de ese encuadre teórico de las ciencias e introduce el concepto de la conciencia como algo dinámico, como esa parte de nosotros mismos que trasciende a lo objetivo y lo científico para relacionarse con el mundo y trazar propósitos. Estas ideas supusieron una base indiscutible para el desarrollo de la psicología fenomenológico-existencial. Lo analizamos.
Heidegger y la psicología
Martin Heidegger siempre mostró un gran interés por los aspectos relativos a la psicología y la psiquiatría. Cabe señalar que, aunque no demostrara gran afinidad por el psicoanálisis, sí que sintió inquietud por muchos muchos aspectos de la teoría psicodinámica (conciencia, subconsciente, sentimientos…)
Un ejemplo, sabemos que mantuvo una estrecha amistad con Medard Boss, un un psiquiatra psicoanalítico suizo que desarrolló precisamente una forma de psicoterapia basada en sus teorías, conocida como Daseinsanalysis. Heidegger, impartió cursos y seminarios durante más de 10 años hablando de su concepto del Dasein con la idea de dar un mayor impulso a la psicología.
En su tratado El ser y el tiempo de 1927 buscaba varias cosas. La primera era profundizar en la idea de individualidad y la complejidad que ello entraña. Desde el momento en que nos concebimos como seres individuales, pero inmersos a su vez en un entorno, proyectándonos en cada cosa que hacemos, surge a menudo el inevitable sufrimiento existencial. Y es ahí donde de pronto, lo filosófico tiende un puente a lo psicológico…
Dasein: mi esencia como ser humano siempre está en contacto con el mundo
Heidegger concibe al ser humano como una entidad en relación con las cosas y con el mundo. No habla de una existencia en general y, a grandes trazos, como la que puedan tener otros seres, otras entidades que conforman la naturaleza.
El ser humano se autopercibe del siguiente modo: “soy yo mismo”, pero solo en la medida en que “soy-con-el-mundo”. No soy una entidad aislada, mi razón de ser y existir también incluye a cada cosa que me envuelve y es ahí donde encuentro mis fines y propósitos.
Asimismo, se introduce otro aspecto interesante. El Dasein, más que una realidad, es un proyecto. Cada uno de nosotros estamos llenos de infinitas posibilidades y en cada propósito también se inscribe nuestra esencia. Nos proyectamos, vamos más allá de nuestro envoltorio físico porque la conciencia trasciende y se expande.
No somos entidades aisladas, somos proyectos dependiendo del contexto en el que estemos, de las cosas, personas y circunstancias que nos rodeen. El mundo condiciona nuestra existencia y por mucho que separemos variables para su análisis, estas rara vez actúan de manera aislada. Somos mucho más que la suma de nuestras partes y la influencia del entorno también es mucho mayor que la de los estímulos aislados.
La teoría de Heidegger y las experiencias de flujo (ser-en-el-mundo y el momento)
Ser y Tiempo es sin lugar a dudas la obra que más peso ha tenido en el desarrollo de la psicología fenomenológico-existencial. Así, el concepto de Dasein de Heidegger asienta las bases de diversas teorías modernas del campo psicológico. No estamos, por tanto, ante una entelequia filosófica sin trascendencia práctica en la actualidad, todo lo contrario.
Es más, encontramos su sentido al hablar de las experiencias de flujo definidas por el psicólogo positivo Mihály Csíkszentmihályi. Recordemos, el estado de flujo es esa dimensión en que la mente se halla en un estado de concentración y bienestar absoluto. Es saber estar presentes y permitir que nuestra conciencia fluya, relajada, pero activa a la vez, aferrada a la realidad y unida a nuestras esencias e identidades.
El Dasein, por su parte, ubica nuestro ser en el mundo en el momento presente para hacernos trascender. Es permitirnos estar presentes, pero a su vez conectados con lo que nos envuelve sintiendo un propósito existencial.
Para concluir, siempre es interesante volver la mirada hacia figuras tan decisivas para el conocimiento, como lo fue Martin Heidegger. Con él aprendimos a reformular el concepto del ser más allá de lo metafísico, sus reformulaciones sobre la concepción del ser humano supusieron un avance para la psiquiatría, la psicología y la sociología.
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Con Heidegger conocemos la existencia de dos momentos claves en la vida de todo humano. Cuando somos conscientes de ser en el mundo y ser para la muerte.
El primero marca la frontera entre la infancia y la juventud. Nos damos cuenta de que somos en el mundo. Nos individualiza y dota de sentido. Nos diferencia de los demás y nos responsabiliza de nuestros actos, pensamientos y decisiones. Nos arrebata del despreocupado y seguro mundo infantil y nos arroja a la turbulenta y efervescente adolescencia. Tomamos conciencia de la soledad del ser. Nos obliga a hacernos. Somos en el mundo y decidimos.
El segundo culmina la madurez. Nos enfrenta a nuestro destino cierto. A la desaparición. Al dejar de ser. Somos para la muerte. Tomamos conciencia de lo efímero de la vida, de lo insustancial de la existencia. De su trivialidad. Nada nos va a evitar ése destino. Nada va a perdurar.
Ambos momentos de conocimiento producen zozobra. Sacuden nuestros cimientos y nos angustian. Constituyen el bosque sombrío que hemos de atravesar y del que saldremos fortalecidos o desolados. Son momentos que te arman como persona o te rompen por completo. Serán epifánicos y fructíferos o angustiosos y estériles, pero siempre constituyen un antes y un después.