¿Puedo distinguir lo verdadero de lo falso? ¿Me dejo llevar por las apariencias porque no me he dado cuenta de que son falsas? El discernimiento es una capacidad natural, que hemos tapado. Poder diferenciar lo verdadero de lo falso debería ser tan natural como darnos cuenta si tenemos hambre o sueño. Si tuviéramos una mente equilibrada estaríamos recibiendo la inteligencia superior como un flujo, en lugar de estar volcados completamente a las apariencias y las formas temporales. Pero nos hemos acostumbrado a creer real lo que la mente proyecta fuera, por eso buscamos fuera guías que nos digan cómo vivir.
La luz del discernimiento está siempre disponible.
No lo olvidemos. Esa luz es tapada u opacada por actitudes inconscientes, falta de atención, torbellinos emocionales en los que nos involucramos…y poco a poco dejamos de lado esa guía perfecta de la que podríamos tanto beneficiarnos, viviendo en contemplación y recibiendo las visiones más sublimes y adecuadas a cada momento.
No es que nosotros seamos cuerpo-mente y tengamos una pequeña chispa o luz…SOMOS ESA LUZ, a la que acompañan herramientas de manifestación que son el cuerpo y la mente, hechos también de luz, densificada, pues no hay más que Luz.
O sea, somos luz recubierta de formas, que son reflejos de esa misma Luz.
El problema es que las consideramos realidades separadas, no reflejos…y esos reflejos nos hipnotizan.
Allí comienza la ceguera de creernos separados, y la vida se nos vuelve al revés. Con paciencia y conciencia, hemos de darle vuelta nuevamente, como un guante. La tarea paciente es encontrar esa Luz en el laberinto humano para recibir su luminosidad, su inspiración. Así, cuando ya estemos reconectados luminosamente nos daremos cuenta de que lo Real no puede aparecer y desaparecer…lo sagrado, lo Divino, siempre es, y solo requiere consciencia. Lo que solo vive en el tiempo, no es real, solo reflejo temporal de lo Divino.
Una vez que tomamos contacto con la sabiduría de la Luz, vamos dejando de lado los conocimientos e informaciones que acumulamos en la memoria y repetimos una y otra vez, para acceder a una Fuente que mana constantemente y así Re-conocemos ese flujo infinito e ilimitado del que solíamos ser conscientes y olvidamos en las ilusiones temporales.
Por supuesto, nos distraeremos en este camino existencial, dejándonos llevar por impulsos, emociones, quehaceres innecesarios, deseos…pero siempre la Luz refulgirá y una vez que la re-conocimos, no podemos volver atrás.
Nos levantamos y hacemos las mismas cosas, pero acompañando nuestros movimientos hay una conciencia nueva. Las cosas empiezan a percibirse de otra manera y tenemos que tomar decisiones más conscientes… ¿qué parte de mí quiere obrar así? ¿Qué es lo que sucede? ¿por qué me pasa esto si hago lo de siempre? Solo tenemos que volver sobre nuestros pasos, esos que dimos desatendidamente, con más conciencia.
Antes nos movíamos por programas y energías de hábitos…ahora tenemos la oportunidad de distinguir claramente y abrir espacios para que entre más Luz.
No entretenernos más en cambiar la vida. No planear. Los cambios llegan y no se trata de que cambiemos nada, la misma Vida se encarga del acontecer. Florece una vida nueva, sin que intervenga la mente. La mente es tan astuta que tratará de convencernos de que para despertar aun más necesitamos planes, metas, ver cómo se comportan los iluminados e imitarlos.
No es la forma.
La verdad se revela en la serenidad y el silencio, y lo demás es distracción.
La claridad acompaña a una mente vacía.
La inspiración llega desde la luz.
Lo adecuado fluirá de la Inteligencia. No necesitamos pensarla. Lo importante no es “hacer” sino “ver” …la acción será hija de la visión.
No hay nada que cambiar, sino que todo se hace espontáneamente desde una nueva comprensión. Y en esa comprensión y atención no necesito planear la vida.
Lo importante es VIVIR DESPIERTOS. Y el despertar no es nada místico ni lejano.
Es “darme cuenta”.
La angustia en la que solemos vivir, la sed de búsqueda, el miedo, se producen por no estar despiertos, conscientes de esa Luz que somos y la plenitud de vivir conscientes desde ella, no de la persona.
Y a ese estado de plenitud, que incluye claridad, libertad y amor, no se llega con métodos mentales, sino trascendiendo la mente pensante y adentrarnos en la contemplación como terreno que propicia la guía luminosa de nuestro Ser.
Es un camino en el que, debido a tanto olvido, tendremos que ir paso a paso hasta adentrarnos en la Luz que siempre fuimos, somos y seremos… eternamente.
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