“De los niños hemos de aprender al menos cinco cosas: la extraordinaria curiosidad que tienen para explorar el mundo; su tesón para levantarse cuando se caen; la pasión que tienen por jugar; la gran capacidad de asombro que muestran, incluso antes las cosas más sencillas, y la facilidad y frecuencia con la que se ríen”.
Mario Alonso Puig (“365 ideas para una vida plena”)
Fuente: “Parábolas para vivir en plenitud” de Antonio Pérez Esclarín.
Los discípulos discutían a qué personas deberían imitar para ser felices y alcanzar la plenitud.
–Yo pienso que a los piadosos, que dedican su vida a cumplir la voluntad de Dios –defendía con tesón el más anciano de los discípulos.
–Yo creo que es preferible imitar a los estudiosos y cultos, que se esfuerzan por comprender los misterios de la existencia –dijo otro con aire de letrado.
–Mejor imitar a los valientes –saltó con decisión un joven lleno de ímpetu.
El maestro les escuchaba en silencio, sin decir nada.
–¿Y qué opina usted, maestro? –le preguntaron al rato.
–Si quieren ser felices y vivir plenamente, imiten a los niños.
–¿A los niños? Si no saben todavía nada…
–Están muy equivocados –les dijo entre sonrisas sabias el maestro–. Los niños tienen tres cualidades que nunca deberíamos olvidar si queremos ser felices. En primer lugar, se asombran de cualquier cosa y están alegres sin motivo; en segundo lugar, tratan a todos por igual y no se consideran superiores a nadie; y, por último, actúan con libertad, sin temor a hacer el ridículo.
Para vivir plenamente y devolverle el sentido a la vida, debemos empezar por recuperar la capacidad de asombro.
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