¿El escudo de nuestro cerebro contra la tecnología del futuro?
Chile se podría convertir en el primer país en tener un marco jurídico para regular la neurotecnología. La privacidad cerebral podría estar en juego.© Pixabay El cerebro y la información que contiene es cada vez más codiciada por el sector privado y por los gobiernos.
Imagine que los sistemas institucionales y productivos de los gobiernos son máquinas. Su combustible, hasta hace un tiempo, era el petróleo; un recurso natural agotable. Sus motores funcionaban con combustión y la mano de obra era el factor de productividad. El cambio de este modelo, pensado para la segunda revolución industrial, se ha visto trastocado con la llegada de la revolución digital. Ahora el combustible se compone de algoritmos, los cuales, lejos de ser agotables, son evolutivos, pues crecen exponencialmente año tras año, al igual que los datos, los nuevos motores. El plano en el que se llevará la vida del ser humano en el futuro es digital y, por lo tanto, la mente y la información que contiene el cerebro serán el capital de poder económico, político y social.
Ese es el ejemplo con el que Guido Girardi, senador chileno y presidente de la Comisión de Ideas de Futuro, Ciencia, Tecnología e Innovación, explica la importancia del marco legislativo y ético que se propuso al Senado de ese país, que ya fue aprobado. Se cambia así el artículo 19 de la carta fundamental, en aras de proteger “la integridad y la indemnidad mental en relación con el avance de las neurotecnologías”; es decir, de dispositivos que puedan descifrar la información cerebral y controlar nuestros comportamientos. En caso de concretarse el proyecto en la nueva Constitución, Chile se convertiría en el primer país del mundo en plantar la bandera para defender los “neuroderechos”.
Durante el workshop “Neuroderechos en Chile: el debate filosófico”, organizado esta semana por la Universidad Alberto Hurtado, Girardi agregó: “Actualmente, a partir de la extracción de datos, todas las plataformas están centradas en capturar nuestras conciencias para extraer nuestros datos sin consentimiento. Lo hacen Facebook y Google; por lo tanto, no es solo la neurotecnología, sino que ya estamos siendo neuroprogramados, ya estamos en un cuestionamiento de la democracia y del humanismo liberal, que supone que el ser humano es quien mejor puede tomar decisión en materia política, sobre qué consumir, qué pareja elegir”.
Ahora, la pregunta sobre quién debe asumir esa responsabilidad de crear los mecanismos éticos alrededor de la neurotecnología sale a flote. El profesor de la Universidad de Chile, Pedro Maldonado, quien ha estudiado de cerca el tema, habló con El Espectador y afirmó: “Creo que la responsabilidad debe caer en el mundo político. Los científicos generalmente pueden participar en los debates, pero es responsabilidad de los legisladores establecer los límites de la conducta dentro de una sociedad. Los científicos no tienen esa preparación, podemos dar a conocer esa información y explicar los potenciales usos, pero el mundo legislativo es el que evalúa incluso los aspectos éticos a la hora de determinar una ley”.
¿Qué son los “neuroderechos”?
En pocas palabras, se trata de nuevos derechos humanos que no se encuentran recogidos en la declaración universal de derechos humanos. La propuesta de los académicos y políticos involucrados es lograr añadirlos para que protejan el cerebro de las personas. Es un proceso que puede tardar años mientras son aprobados por la ONU, pero que valdría la pena teniendo en cuenta los riesgos que se avizoran. Eso sí, Girardi es claro en que no se debe caer en satanizaciones precoces: “La neurotecnología también puede tener un uso benéfico, como para enfrentar los problemas neurodegenerativos. No se trata de cuestionar la tecnología, sino de asegurarse un uso ético”.
Cecilia Hidalgo, presidenta de la Academia de Ciencias de Chile, aseguró el año pasado a El País, de España, que se trata de una prevención pensando lo que viene para el ser humano: “No podemos cometer los errores del pasado y usar los avances de la ciencia para producir daño a los seres humanos y a nuestro planeta, como lo fueron la bomba atómica, la generación de plástico y los pesticidas”.
A diferencia de lo que ocurre con Facebook, Twitter y Google, cuyo poder global es incontrolable porque intentaron regularlas tardíamente, lo que se busca es blindar a tiempo la mente humana. “Las leyes que están naciendo son como un parche que se le pone a un globo para que no reviente. Lo que debemos hacer es como construir con los derechos humanos un recipiente blindado donde no haya que poner más parches, porque está anclado en la base ética de los mismos derechos humanos”, aseguró Rafael Yuste, profesor de la Universidad de Columbia y neurobiólogo español, durante el workshop “Neuroderechos en Chile: el debate filosófico”.
En conversación con El Espectador, Yuste, quien además es uno de los académicos que más ha impulsado el mayor proyecto global para conocer el cerebro, la iniciativa BRAIN, aseguró: “Las redes sociales son un abrebocas de lo que se viene. Ahora mismo operan a través de dispositivos portátiles como celulares o computadores. Cuando se pueda acceder a una interfaz cerebro-computadora, los problemas se agudizarán, porque la gran diferencia entre la neurotecnología y el resto de la tecnología es que una vez se mete en el cerebro la vas a interpretar como si fuera propia. Esto es algo que ya se ha visto en ratones y humanos.
Su equipo ha podido identificar cinco “neuroderechos” claves que, a su juicio, deberían ser incluidos en los derechos humanos: el derecho a la identidad personal, el derecho al libre albedrío, el derecho a la privacidad mental, el derecho a la igualdad de acceso al aumento mental y el derecho a la protección contra sesgos algorítmicos. Para lograrlo y preservarlos de forma equitativa, es imperativo garantizar la democratización de internet, transformar la mayor cantidad de datos en bienes públicos —es decir, que cualquiera pueda acceder a ellos— y establecer protocolos para regular la inteligencia artificial.
La guerra por la neurotecnología
Desde hace unos años hay una iniciativa internacional de Estados Unidos, China, Europa, Canadá e Israel sobre las neurotecnologías. Todos están presionando. Sin embargo, desde el año pasado las inversiones privadas han crecido exponencialmente en el sector. Se estima que el año pasado hubo un apoyo financiero gubernamental de US$560 millones, mientras que el sector privado invirtió cerca de US$3.000 millones.
El neurobiólogo español Rafael Yuste aseguró a este diario: “El sector privado lo que piensa es justificar sus inversiones masivas en los últimos años pensando que las interfaces cerebro-computadoras van a ser los nuevos iPhones”. Y es que la historia de la tecnología computacional lo confirma, teniendo en cuenta que después de la Segunda Guerra Mundial se desarrollaron las computadoras con enormes pantallas que ocupaban casi una habitación entera, y había compañías como IBM que se hicieron famosas, pero que luego, con la llegada de las computadoras portátiles, casi desaparecen y fueron reemplazadas por otras como Microsoft y Apple”.
Y agregó: “La gente ahora teme que va a haber un nuevo salto tecnológico en el que se va a pasar de tener el dispositivo en el bolsillo a tenerlo en el cerebro. Yo creo que esto es inhabitable, porque va a permitir una conexión mucho más rápida y eficiente entre tu cerebro y la red, que a la larga es lo que te permiten los teléfonos móviles”.
¿Cómo se accede al cerebro?
Los peligros reales todavía no son inminentes, pero se estima que entre diez y veinte años la sofisticación de las herramientas permitirá acceder a nuestra mente sin nuestro consentimiento: “Actualmente existen técnicas de imagenología que permiten muy crudamente tener una línea de pensamientos de un sujeto. Eso sugiere que uno, en principio, podría mirar la actividad del cerebro y predecir más o menos, hoy muy malamente, qué cosas está pensando la persona. Si esto se llega a sofisticar, hay una amenaza a la privacidad mental, en términos de que alguien puede saber lo que yo quiero y lo que pienso, y no queda en mí la decisión de que la persona lo sepa”, afirma Pedro Maldonado, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Yuste asegura que hay dos formas de neurotecnología: una invasiva y otra no invasiva. La primera implica una neurocirugía en la que se inserta un dispositivo, que puede ser un chip, por ejemplo. En este caso pueden ser tecnologías electrónicas, magnéticas, ópticas o químicas. La segunda, según el experto, no implica cirugía y se puede encontrar en forma de gafas, cascos o dispositivos que establezcan el vínculo neurotecnológico entre el cerebro y el mundo.
Actualmente solo hay un dispositivo que preocupa al profesor de la Universidad de Columbia. Se trata de un escáner portátil relativamente económico, que es capaz de descifrar las imágenes que hay en la mente de una persona. Kernel, la empresa que los fabrica, asegura en su página web: “El objetivo de nuestra tecnología es habilitar y acelerar la neurociencia a nivel de población, generando conocimientos estadísticamente poderosos, universalmente relevantes y de la más alta calidad posible”.
Luego, agregan: “Nuestras tecnologías se basan en un casco liviano que permite el movimiento natural de la cabeza, una amplia variedad de estímulos y periféricos, varios entornos naturales e interacción del usuario. Creemos que, en combinación y a escala, estas tecnologías revolucionarán la captura de señales neuronales de alta calidad para estudiar el cerebro. Proporcionarán los datos neuronales más grandes y ricos jamás registrados”.
Sobre el tema Maldonado afirmó a este diario: “La tecnología de la que está preocupado Yuste no es muy distinta a la de las compañías tecnológicas como Facebook o Google porque uno se pone uno de estos casos en la cabeza y el usuario podrá recibir algún beneficio, pero debe acceder a que esos datos sean entregados para que alguna compañía los pueda usar. El nivel de información que se puede extraer de uno de estos dispositivos es todavía más cruda con respecto a un móvil o computador”.
Si bien puede tener usos positivos, los negativos siempre están al acecho y es por eso que se deben encontrar soluciones para evitarlos. Andrea Lavazza, de la Universidad de Pavía, afirmó durante el workshop de la universidad chilena que la integridad cerebral debe ser preservada a cualquier costo: “Las formas de persuasión, de censura, de control, de coacción, incluso sutiles y poco percibidas por los sujetos, están siempre en marcha y no debemos olvidarlas ante las nuevas y motivadas preocupaciones relacionadas con las neurotecnologías”.