Detrás del telón de tu intelecto y tus emociones está tu autoimagen o ego. El ego no es tu ser real; es la imagen de ti mismo que has forjado lentamente con el paso del tiempo. Es la máscara detrás de la que te ocultas, pero no es tu yo verdadero. Y como no es tu yo real, sino un engaño, vives lleno de miedo. Quiere aprobación. Necesita controlar. Y te sigue dondequiera que vas.
Hay un bello poema del poeta indio Rabindranath Tagore en donde habla a Dios: «Salí solo camino de mi cita. Pero ¿quién es éste que me sigue en la oscuridad silenciosa? Me hago a un lado para evitar su presencia pero no puedo escaparme de él. Hace que se levante el polvo de la tierra con su contoneo; suma su vozarrón a cada palabra que pronuncio. Es mi propio pequeño ser, mi Señor; no tiene vergüenza. Pero yo me siento avergonzado de llegar a tu puerta en su compañía».
El ego es la prisión que has construido a tu alrededor, y ahora te mantiene cautivo dentro de sus muros. ¿Cómo sabes que ha sucedido esto? Tienes que saber que cada vez que sientes malestar en tu cuerpo, tu ego, que es e-g-o o lo que deja-fuera-a-dios [1], está eclipsando a tu ser interno. El miedo, la duda, la preocupación y la inquietud son algunas de las energías asociadas con tu ego.
¿Y qué puedes hacer? La mejor manera de disipar estas energías es sentir tu cuerpo. Simplemente siente las sensaciones localizadas en tu cuerpo, y sigue sintiéndolas hasta que empiecen a disiparse. ¿Y cómo te libras del cautiverio? Te liberas eligiendo identificarte con tu ser interno, tu yo real. Te liberas de la prisión del condicionamiento cuando no te sientes ni por debajo ni superior a nadie, cuando te despojas de la necesidad de controlar a otras personas, cuando creas espacio para que los demás sean quienes son y para que tu ser real sea quien es.
La alegría y la tristeza, la felicidad y el sufrimiento, son el juego de los opuestos; son efímeros porque están ligados al tiempo. El espíritu, tu yo esencial, es independiente del juego de los opuestos; vive en el gozo silencioso de lo eterno. Y cuando te conoces a ti mismo como este ámbito de consciencia pura, entonces vives desde la fuente, que es gozo.
Por eso la clave de la felicidad permanente es dejar de buscarla, y saber que ya la tienes. Si buscas la felicidad nunca la encontrarás. Si piensas que está a la vuelta de la esquina, seguirás doblando esquinas. La verdadera clave de la felicidad es vivir y jugar en el ámbito de inteligencia que está más allá de lo positivo y lo negativo. Ese ámbito es tu fuente, y es mágico, sagrado, alegre y libre.
La felicidad y la tristeza son rostros diferentes de la consciencia infinita. Ambas son efímeras, y tú no eres ninguna de las dos porque no eres un estado de consciencia. Eres la consciencia misma expresando todos estos estados. ¿Por qué ibas a querer identificarte con una ola en el océano o una mera gota de agua cuando eres el océano? No eres el siempre cambiante modo de actuar del océano. Eres la acua-ti-cidad del océano. Y esta acua-ti-cidad no cambia.
La verdadera naturaleza de una persona es el Ser, que no es pensamiento. Para experimentar la felicidad duradera tienes que ir a un lugar más allá del pensamiento y sentir la paz interior. No es que tengas que tener una actitud positiva. No es que tengas que despojarte de tu tristeza y conseguir la felicidad. Tienes que ir más allá de ambas; si no, es sólo otra versión del pensamiento positivo. Tienes que ir más allá del mundo de la dualidad hasta el ámbito de la potencialidad pura y vivir desde tu fuente.
Rumi dice en uno de sus elocuentes poemas: «Más allá de las ideas de obrar bien y obrar mal hay un ámbito. Nos encontraremos allí». Este ámbito no está en la esfera del pensamiento. Está más allá de todos los conceptos, ideas e interpretaciones. En este ámbito del que habla Rumi hay poder para manifestar tus deseos, hay libertad del miedo y las limitaciones, y hay ese factor de buena suerte conocido como la gracia, que es la satisfacción del deseo a través de la sincronía y el apoyo de las leyes de la naturaleza.
Pero primero tienes que ir más allá de la dualidad, más allá de las etiquetas de bueno y malo, correcto o equivocado. De igual forma que la verdad, la bondad, la armonía y la belleza son los impulsos evolutivos espontáneos del universo, también el mal, la inercia, el caos, la confusión y la destrucción son los impulsos evolutivos del universo. Y es la tensión entre los dos lo que hace que la vida sea significativa. ¿Qué sería la vida si no hubiera contrastes? La vida sería insulsa. ¿Has ido alguna vez a ver alguna película en la que todo está siempre bien? ¡Qué aburrido!
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Toda relación es un espejo para el ser. Aquellos a los que te sientes profundamente atraído o que encuentras repelentes son tus espejos. Te sientes atraído a aquellos en los que encuentras características que ya tienes pero que quieres tener más, y encuentras repelentes a aquellos en los que encuentras características que niegas en ti mismo. Identifica las cualidades que te atraen en los demás y las cualidades que te resultan repelentes. Escríbelas en una hoja de papel. Eso es quién eres. Y si te aceptas tal como eres, y te amas tal como eres, te vuelves inmensamente atractivo porque eres natural.
¿Por qué no volverte irresistible? Acepta de corazón tu sombra, comprende tu sombra, perdona tu sombra. Acepta el hecho de que eres los muchos rostros de lo divino: eres el prisionero, y eres la prisión; eres el carcelero, y también eres la libertad. Es tu destino desempeñar muchos papeles, pero no eres los papeles que desempeñas.
Ahora mismo yo estoy desempeñando el papel de autor. Cuando pienso en mis hijos, estoy desempeñando el papel de padre. Cuando pienso en mi mujer, desempeño el papel de marido. Cuando pienso en mis padres, desempeño el papel de hijo. Cuando pienso en un paciente, desempeño el papel de médico. Pero no soy ninguno de estos papeles que desempeño. Soy el espíritu eterno, soy el testigo silencioso que desempeña estos papeles.
En la gran cadena del ser, en la que el nacimiento y la muerte son el inicio y el fin de actos del drama eterno de la existencia, todos hemos desempeñado infinidad de papeles durante tanto tiempo que ni podemos imaginarlo. Incluso después de la muerte nuestro espíritu continuará desempeñando otros papeles. Ser independiente de los papeles que desempeñamos y, no obstante, desempeñarlos con pasión, es implicación desapegada. Como veremos en el Capítulo 8, esto sucede de manera natural cuando permanecemos en la consciencia cósmica. Estamos implicados y, no obstante, a la vez somos libres. En la consciencia cósmica, el proceso entero de la vida comienza a florecer sin esfuerzo. Experimentamos más alegría, una mayor soltura y el estado de gracia, porque dejamos que la inteligencia natural se desempeñe a sí misma a través de nosotros.
Todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor es efímero. Si es alegría y placer, puedes estar seguro de que hay un poco de lo opuesto a la vuelta de la esquina. Si es sufrimiento y desdicha, también puedes estar seguro de que hay un poco de lo opuesto a la vuelta de la esquina. Pero en la consciencia cósmica eres independiente del juego de los opuestos; eres independiente tanto de la esperanza como de la desesperación. La esperanza no es más que un signo de desesperación. Cuando dices: «Tengo esperanza», estás dejando entrever que estás desesperado. Tienes que ir más allá de la esperanza y la desesperación, y sólo puedes hacerlo si te asientas en la sabiduría de saber quién eres realmente; no sólo intelectualmente, sino por experiencia.
Cualquier cosa y todo en la existencia puede ser dominado con maestría cuando experimentas la verdad de quién eres. Una vez que tu mente está absorta en la naturaleza ilimitada de la consciencia pura ya no te altera el juego de los opuestos. Observas el mundo de la dualidad, pero vives en el ámbito de la pura potencialidad. Esto es vivir desde la fuente de la felicidad duradera…, la fuente del poder, la libertad y la gracia.