Método Mahamudra

La enseñanza del mahamudra es una de las más elevadas en el budismo vajrayana o tántrico que apuntan hacia el dzogchen o gran perfección, su método consiste en tres etapas: 1º observar lo bueno y malo de nuestra mente, 2º observar la parte pasiva y activa de la mente, 3º observar al observador.


El método mahamudra se incluye en la meditación contemplativa que se aplica sin el prejuicio de condenar o justificar, en la primera etapa donde observamos lo bueno y lo malo de la mente, nos mantenemos en la parte activa de la mente, pero haciendo un buen uso de la observación de sí mismos, como nos dice el M. Samael hay que ver lo bueno de lo malo y lo malo de lo bueno, esta meditación corresponde a la etapa purgativa de la contemplación, muchos de nuestros conflictos internos se producen en una batalla moral entre el bien y el mal, sin que exista discernimiento ni comprensión sobre nuestra consideración sobre el bien y el mal, nuestra condición moral es uno de los grandes condicionamientos y limitación que encontramos en nuestro camino hacia la luz original de la conciencia, el M. Samael insistía que en la gnosis no cabe ninguna moral, lo que requiere la gnosis es una comprensión de fondo, nos recuerda el M. Samael el caso de un gran iniciado atlante que se quedó a las puertas del absoluto por inventar las palabras “bien y mal”, también nos repite el M. Samael que lo que hoy es moral ayer no lo era y lo que ayer era moral hoy no lo es y que la moral cambia como las modas. Con el discernir o reflexión intima contemplativa sin condenar ni justificar observamos la dualidad conflictiva entre el bien y el mal y viceversa, esta etapa tiene el objetivo de apaciguar nuestra mente, que nuestra mente se relaje en paz y sosiego de modo natural cuando las batallas morales y duales se calman.

El remordimiento y arrepentimiento se suceden en esta primera etapa ante la batalla de lo que consideramos malo y bueno, en esta batalla purgamos tanto el bien como el mal que son consideraciones morales que se nos han inculcado en cada época y formato religioso, una vez implementada una adecuada observación de sí mismos vamos dejando nuestros condicionamientos morales y cesando la batalla, entonces el arrepentimiento se manifiesta de un modo sosegado y profundo comprendiendo que nuestros condicionamientos y limitaciones las hemos adquirido y aceptado dentro de parámetros sociales, religiosos, y que son meras formas pasajeras o temporales. No se trata de hacer un psicoanálisis exhaustivo sobre el bien y el mal que puede terminar siendo un galimatías descomunal, sino de una observación clara sobre sí mismo, con la simple y directa observación vamos viendo el engaño de todos los parámetros morales y su caducidad.

En la segunda etapa del método mahamudra ya hemos alcanzado cierta calma mental, de modo que nos vamos conciliando con el silencio que es la “elocuencia de la sabiduría” esta etapa corresponde a la contemplación iluminativa, ya que la conciencia en el silencio encuentra cercana su naturaleza original o primordial. En esta etapa observamos serenamente la parte activa y la parte pasiva de la mente, nuestra mente ordinaria o intermedia son de naturaleza activa al incorporar la visión de la mente pasiva aumentamos nuestra capacidad de observación de sí mismos, y vamos comprendiendo con mayor profundidad cual es naturaleza de nuestra mente, observamos serenamente los límites de la mente ordinaria donde la batalla entre el bien y el mal se producen. Va surgiendo en nosotros en esta etapa la actividad de la conciencia lucida que es incondicional mientras aun vemos todo aquello que hemos adquirido y que nos condiciona. En esta etapa vamos experimentando el gozo de la serenidad o calma mental mientras aún persiste la actividad dual o activa de la mente, es decir persiste una batalla entre lo activo y lo pasivo. La cualidad de la contemplación es ni condenar ni justificar, por tanto no se trata de establecer una batalla entre lo activo y lo pasivo, sino de observar ambas cualidades de la mente sin que intercedan prejuicios.

En esta etapa se profundiza en el arrepentimiento pues vamos descubriendo que podemos posicionarnos bien en lo activo o bien en lo pasivo de la mente, recordemos que la palabra griega de arrepentimiento es “metanoia” que significa más allá de la mente, en este caso es más allá de la mente ordinaria o intermedia. Así que en esta etapa entraríamos en nuestra mente interior que como nos dice el M. Samael solo se activa con el funcionalismo o naturaleza de la conciencia.

La tercera etapa del método mahamudra resulta muy interesante al plantear observar al observador. Una vez hemos adquirido conciencia de nuestra mente en estado pasivo ahondamos en nuestra observación contemplativa dirigiendo nuestra observación precisamente al observador, la cualidad principal de la conciencia es observar y contemplar la realidad incluida nuestra propia realidad. Al indagar directamente y no de modo especulativo o teórico sobre nuestro observador encontramos el mayor hallazgo que el estado contemplativo nos puede ofrecer. Aunque lo ideal es que cada cual descubra por sí mismo al observador y que con esta experiencia descubra su conciencia original, comentaremos la experiencia maravillosa que la tradición mahamudra enseña y que uno mismo experimento.

Al observar al observador no se encuentra a nadie y a nada, lo cual resulta una experiencia liberadora, es como abrir una puerta a lo infinito, nos encontramos en un espacio incondicional allí no hay nadie observando, nuestra conciencia es “vacía” incondicional.

Esta tercera etapa corresponde a la contemplación unitiva, al descubrir que no existe un ente, una persona, ni una identidad que sea el observador rompemos con la dualidad entre lo observado y lo observador, es entonces cuando la conciencia primordial irrumpe con su funcionalismo natural de contemplación, sin estar condicionada por lo bueno o malo, ni por lo activo y pasivo, de modo que surge de modo natural la unificación del “Todo”, esta unificación no-dual es sencilla, natural, aunque puede irrumpir con diversas experiencias místicas o éxtasis, su condición natural es sencilla y simple. No existiendo nada ni nadie en nuestra conciencia primordial la herejía de la separatividad desaparece, deja de existir o tener consistencia el “tú y el yo”.

Como en todas las etapas de la contemplación no basta con las experiencias iniciales, hay que mantener la continuidad en el trabajo y sin embargo empezamos a ser conscientes que ni hay observador, ni hay trabajador, ni hay nada que hacer, más que mantenerse en la conciencia primordial. Mientras quede por descubrir al observador o la conciencia primordial e incondicional, con nuestro deseo místico podemos caer en la confusión dual del ego buscando un ente, una identidad espiritual que perpetúe de algún modo nuestro existir en un “yo”. El M. Samael nos relata su experiencia con el vacío iluminador cuando aún era muy joven y nos dice que por varias veces entro en tal estado viendo que era su “yo” quien se sentía perdido en tal vacío, pues se sentía integrado en todo mientras que no encontraba su identidad propia o “yo”. Esta experiencia marco para siempre al M. Samael, que aun a sabiendas de que era internamente el propio Samael, descubrió en la citada experiencia que el Ser es vacío, que la conciencia no entra en el dualismo de un yo inferior o superior, siguiendo su trabajo sabiendo que el Ser se unifica en la conciencia cósmica y primordial, sin que ninguna entidad personal intermedié en lo “uní-total”.

La conciencia no-dual o primordial carece de “yo” o identidad, de este modo se rompe con la herejía de la separatividad, una vez descubrimos al observador a quien en realidad contempla y observa, las batallas duales entre el bien y el mal, entre lo pasivo y lo activo cesan.

Cada etapa del método mahamudra tiene sus medios hábiles para ser aplicado, siendo el silencio el mejor de los aliados en cada etapa.

Atentamente:

Rafael Pavía.

https://conciencianodual.blogspot.com/2021/04/gnosis-no-dual-3-metodo-mahamudra.html

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