Richard: Ahora vamos a hacer otro experimento visual.
Observa desde cuántos ojos estás mirando. ¿Por qué te pregunto esto? Porque si estás mirando desde dos ojos entonces eres una «cosa» y estás separado del resto del mundo; estás dentro de esa cosa sólida, de tu cabeza, y estás encerrado en ella. Pero, ¿qué pasa si te estás equivocando? ¿Y si en realidad no estuvieses encerrado? ¿Y si no estás confinado dentro de una cabeza, mirando por las mirillas de dos pequeños ventanucos, sino que en lugar de eso estás abierto de par en par? ¿Y si eres inmenso, ilimitado, libre? Merece la pena dedicarle unos minutos a examinar cómo es eso desde lo que estamos mirando, ¡a comprobar si estamos o no metidos en una prisión! Si estamos cometiendo un error fundamental respecto a lo que somos en el Centro, entonces es muy probable que este error afecte también a la forma en la que nos relacionamos con los demás, a la forma en la que vivimos. ¡Muy bien podría estar afectando y complicando innecesariamente todos los aspectos de nuestra vida!
Por lo tanto, volvamos a examinar y a reconsiderar con una nueva actitud ese lugar desde el que miramos para dilucidar así qué es lo que somos realmente. Según tu propia experiencia, ¿desde cuántos ojos miras? Para responder a esta pregunta ponemos las manos de esta forma, haciendo dos círculos con los dedos como si fuesen unas gafas ―si usas gafas, simplemente puedes sostenerlas en frente de ti en lugar de hacerlas con las manos―.
Vemos que hay una línea divisoria entre los dos círculos o las dos lentes de las gafas, y que lo que se ve desde cada círculo o desde cada lente es diferente. Ahora, vete acercando lentamente las gafas ―reales o hechas con las manos― hasta ponértelas. Observa qué le va ocurriendo a la línea divisoria. Póntelas completamente. ¿Qué le ha ocurrido a la línea divisoria?
Ellen: Ha desaparecido.
James: Los dos círculos se han convertido en uno.
Richard: Sí. A esto le llamamos el Ojo Único. Puedo ver dos ojos en el espejo, los demás ven mis dos ojos cuando me miran y yo mismo puedo imaginármelos aquí, pero la realidad es que solamente veo Uno aquí.
Pon tus manos en el borde de tu campo de visión ―lo que yo denomino «la Visión»― y date cuenta de que todo alrededor de él tus manos desaparecen en esta Apertura, en este Ojo Único. ¡Es un único Gran Ojo! Todo está dentro de ese Ojo. ¿Estás tú también mirando desde un Ojo Único?
Participantes: Sí.
Richard: Admitir en público la verdad respecto a quienes somos es algo muy poderoso. ¡Os estoy confesando a todos vosotros que tengo un Ojo! Veo el mundo desde una única Apertura. ¡Todo el mundo está dentro de mi Ojo Único! Aunque, por supuesto, no se trata de un «ojo» en absoluto, pues no tiene forma ni color; «ojo» es tan solo una forma conveniente de llamarlo.
Natasha es una amiga mía que vive en Moscú y que ha asistido a varios talleres, así que ya ha realizado este experimento en varias ocasiones. Un buen día, mientras iba caminando por la calle, un niño pequeño al que ella no conocía la paró y le dijo si le podía enseñar un truco de magia. Natasha le dijo que sí. El niño, que llevaba un par de pastelitos con forma de rosquilla, le dijo: «¡Puedo hacer que estos dos pastelitos se conviertan en uno!». A lo que Natasha respondió: «Muy bien. Enséñame cómo». Y ya podéis imaginar lo que sucedió después. El niño se puso los pastelitos en los ojos de la misma manera que acabamos de hacer nosotros con las manos o las gafas. Por supuesto, Natasha era consciente de lo que estaba viendo el niño. Después, este le preguntó si quería probar. Así que Natasha cogió los pastelitos y se los puso delante de los ojos y, lógicamente, vio cómo esos dos agujeros se convertían en uno. Pero cuando el niño la observó hacer esto puso cara de desilusión: «Oh, vaya, ¡contigo no funciona!». Supongo que aún no había establecido la diferencia entre su visión de sí mismo tal y como se veía con el Ojo Único y cómo le veían los demás ―con una cara y un par de ojos―. Tal vez ese fue un momento importante en su desarrollo, el instante en el que se dio cuenta de que: «¡Nadie puede ver mi Ojo Único salvo yo!», lo cual está muy cerca de la comprensión: «Dado que nadie salvo yo puede ver mi Ojo Único, entonces no debe ser cierto que yo tenga un Ojo Único. Todos me dicen que tengo dos ojos. Supongo que yo estoy equivocado y que son los demás los que están en lo cierto. Así es que ahora acepto que tengo dos ojos». Ese es el paso que damos para meternos en esta caja con dos agujeros.