Superar el apego al deseo

Por José Manuel Jiménez Valentín 

Después de comprender lo que es el sufrimiento y su origen, ahora toca emprender la tarea de cómo hacer para conseguir la extinción del apego al que conduce el deseo. Y la extinción del sufrimiento se consigue a través de, no solo superar el apego, sino también de la práctica del camino que lleva a esa superación. Este camino es el que conduce, en última instancia, a la ecuanimidad.

Sobre la ecuanimidad

Una vez descubiertas la provisionalidad o impermanencia, la insatisfactoriedad y la usencia de identidad de todos los componentes de tu cuerpo y de tu mente (tanto en el pasado como en el presente o en el futuro), ocurre algo muy importante, que es la emergencia de una observación ecuánime de todos los fenómenos condicionados. Nuestra mente lo contempla todo con la misma ecuanimidad (sano, insano, físico, verbal y mental). Bueno, malo o indiferente son esencialmente iguales. Esta es la realidad. Nuestro punto de vista es imperturbable.

¿Es posible vivir sin apego al deseo y, al mismo tiempo, llevar una vida normal y comprometida? Podemos pensar que sería una forma de vida irresponsable. Pero, sin embargo, es todo lo contrario. La persona que está liberada del apego vive prestando atención consciente a todo lo sucede dentro y fuera de él. Es profundamente práctica, operativa y comprometida, pero realizando todo lo que hace con una actitud de calma, comprendiendo profundamente la realidad de las cosas y los fenómenos, y por ello no busca conservar nada y acepta la realidad de lo que sucede tal como es. Sencillamente hace las cosas, vive lo que hace y no permite que su hacer deje huella, es decir, hacer sin estar sometido a los condicionantes del ego. Mientras vivimos estamos sometidos a infinidad de fuerzas que nos condicionan. Por ello, debemos de estar atentos y mantener despierta nuestra capacidad de observar todo lo que nos afecta para descubrir cuales son los motivos de que esto suceda.

Lógicamente, hasta que esto no se experimenta y se comprueba la bondad de esta teoría, podemos tener una sensación de falta de control, el no saber cómo puede ser una vida sin el ego al que tanto estamos acostumbrados, incluso podamos incurrir en algún tipo de crisis personal, pero una vez que se ha experimentado, aceptado, es profundamente liberador. Supone una transformación, una liberación en esta vida. Y entonces la vida empieza a empujarnos con el viento a la espalda en todo lo que hagamos.

Cuando practicamos el camino de “dejar ir” al deseo superando el apego conseguimos el cese del sufrimiento. Pero este cese es momentáneo inicialmente y requiere de la práctica para que se incorpore progresivamente de forma natural en nuestra vida diaria. No hay que olvidar que, a medida que somos capaces de superar el apego, vamos perdiendo la conciencia de identificarnos con el “yo egoico” que se va extinguiendo y, por tanto, nos vamos liberando de sus condicionamientos mentales que nos aprisionan y son los causantes de nuestro sufrimiento.

Seguir el camino de la superación del apego implica enfocar el esfuerzo en varios aspectos:

  • Realizar una labor de autoinvestigación para conocer y comprender vivencialmente todo aquello que nos hace dependientes en nosotros.
  • Aprender a “parar” para poder observar y darnos cuenta de los procesos operativos de nuestra mente ante la experiencia vivida y sentida y, también, a darnos cuenta en profundidad de todas las trampas sutiles, y no tan sutiles, que nos quiere imponer el ego.
  • Darnos cuenta por donde está transcurriendo nuestra vida: ¿Qué nos distrae?, ¿qué fórmulas tenemos para buscar esa supuesta felicidad?, ¿qué proyectos de vida son con los que nos identificamos y qué buscamos con ellos?, etc., etc., etc.
  • Y claro, la herramienta para hacer posible esto es la atención consciente sustentada por la meditación formal, que nos permite contemplar esa realidad desde el silencio.

La finalidad de todo este esfuerzo es el de tener capacidad para identificar todas las ataduras del ego y así poder liberarnos de ellas. Sin apego no somos esclavos de nuestros deseos, sino que ya los deseos se convierten en nuestros aliados para vivir y ser.

Y la única forma de practicar que tenemos para superar el apego es a través de la atención consciente al momento presente y con la lucidez necesaria para saber que lo estamos haciendo bien.

Sobre la lucidez o comprensión clara o claridad

Significa permanecer despierto y consciente en medio de cualquier actividad, haga lo que haga el cuerpo y perciba lo que perciba. Es el control interior que permite percibir todo lo que sucede en el cuerpo y en la mente.

Requiere de la Atención Consciente, para asegurar:

  • estar atento del modo adecuado,
  • a las cosas correctas.

La comprensión clara hay que aplicarla a todo lo que se hace durante el día ya que, con atención consciente y concentración, se es consciente de todo lo que pasa en tu cuerpo y en tu mente.

Así pues, con esta práctica atencional podemos ir descubriendo e identificando todo lo que nos condiciona en nuestros apegos a los deseos y nos permite ir soltando todos los nudos que nos atan al ego, entrando en un “hacer y pensar” en la vida donde la ecuanimidad es la reina, sin rastro de apego.

Peor, ¡cuidado!: “Soltar” no tiene que venir de un acto volitivo disciplinado, sino que supone un proceso de observación y comprensión de la realidad que está sucediendo en nuestra mente. No es un acto represivo. Nunca, nunca, nunca, debemos rechazar, reprimir o evitar el deseo ni el aferramiento que este produce. Solo pararnos, observarlo y comprender.

Al practicar la atención consciente al momento presente, poco a poco nos vamos dando cuenta de cuáles son las características que soporta la realidad verdadera, no egoica, existente:

  • Por un lado, nos vamos dando cuenta de la impermanencia de todo lo que existe. Ya sean pensamientos, estado emocionales, sensaciones físicos o experiencias de vida, todo sigue las mismas reglas que el resto del universo, de la vida. Empezamos a ser conscientes de los principios y finales de todo. La sensación de que todo es cambiante e impermanente ya no solo lo comprendemos intelectualmente, sino que se apodera de nuestra percepción interior al ver las cosas, los acontecimientos y todo lo que existe desde esa perspectiva de impermanencia. Y esto nos ayuda enormemente en desarrollar la capacidad de soltar de forma natural la necesidad del deseo y su aferramiento. Pasamos a fluir con el cambio de la vida, sin necesidad de retener y atrapar nada, “ligeros de equipaje” como dice el refrán. Y esto solo es posible cuando se experimenta y se siente dentro de nosotros, sin intervención apenas de la inteligencia.
  • Una vez que la impermanencia se ha experimentado y comprendido, se abre el camino para comprender la interdependencia de todo. Todo en el universo es un caos, donde todo influye a todo y todo está relacionado. De igual manera, con atención consciente aplicada a la realidad del momento presente nos vamos dando cuenta, de una manera por encima de la mera comprensión intelectual, de que todo está unido, todo depende de todo para que se produzca su existencia. En la realidad de nuestra vida diaria, cualquier efecto ha tenido muchas causas e infinidad de condiciones para que ese efecto se produzca. Naturalmente que mucho de lo que hacemos tiene como principal causa nuestra voluntad, pero es una más de las que hacen posible que algo ocurra.
  • Y vamos cada vez más siendo conscientes de una realidad experimentada que va definiendo nuestra realidad de hacer y pensar, y que posibilita el ser dueños de nuestra mente. Y así somos conscientes del sufrimiento, es decir, estamos atentos de cuando percibimos en nosotros una sensación de sufrimiento por lo que hacemos, decimos o pensamos, y somos conscientes de que está sensación está causada por el aferramiento al deseo. Y esta percepción es provocada por el ego y no es real, es una percepción condicionada distinta de la realidad que es. Empezamos a ser conscientes de la dualidad del sufrimiento identificándolo con un “yo irreal”.
  • Lógicamente, ya somos más conscientes de la ausencia de existencia inherente del “yo egoico”, es decir, nos vamos dando cuenta de que todo lo que hacemos, decimos y pensamos es el producto irreal de un “yo” irreal que nos quiere convencer de lo contrario. Entonces, todo lo que existe no tiene otra naturaleza que la que nuestro ego le quiera dar. Todo se relaciona con nosotros a través del filtro del ego. Y hay que estar siempre conscientes de esa irrealidad real.

Y esos son algunos de los descubrimientos que hacemos al practicar la atención consciente y la lucidez, ya sea en forma de meditación formal o informal en todo lo que hagamos en nuestra vida diaria. Esta atención consciente nos llevará a vivir concentrados y responsables con la realidad, fluyendo con ella, en un estado de ecuanimidad.

Cuando se vive la vida desde la ecuanimidad, libres del apego, libres de condicionamientos mentales, se descubre la libertad de vivir, que no es otra cosa que realizar las acciones de la vida al tiempo que el protagonista de esas acciones desaparece en la atención consciente del momento presente. Es una experiencia de la realidad en la que ya no existe una referencia del yo como actor. Supone la experimentación de un cambio profundo en la comprensión de la realidad y de nuestra vida. Ya no nos identificamos con esa personalidad que creemos ser, porque sabemos que es una realidad ficticia causada por el ego. Las “cosas” de la mente ya no las vemos con esa realidad en la que creíamos a ciegas, sino que ahora percibimos un complejo entramado de sensaciones, percepciones y emociones, muy valiosos para la vida, pero ya carentes de naturaleza inherente, útiles tan solo como herramientas no condicionadas de la existencia.

Desde una visión más práctica

Si hemos comprendido lo que es el sufrimiento y sabemos que el origen del mismo es el apego al deseo, podemos emprender la tarea de cómo superar el apego.

Recordemos.

El sufrimiento es universal, propio de las “cosas” de la vida. Lo que es nuestro es la forma de sentir ese sufrimiento, es decir, nuestras son las causas por las que se produce esa sensación de sufrimiento en cada uno de nosotros.

En la vida hay sufrimiento, existe, y no se puede luchar contra el sufrimiento, forma parte de la vida. Lo que sí podemos hacer es disminuir en nosotros la sensación de sufrimiento. Para conseguir esto, lo primero que debemos hacer es:

Ser conscientes de nuestra sensación de sufrimiento

Comprender que no es que “yo sufra”, no es “mi sufrimiento”, sino que “hay sufrimiento” y esta es la forma en que yo lo estoy sintiendo. La sensación de sufrimiento es causada por mis condicionamientos mentales, por mi “yo” irreal, por mi ego. Así, la segunda cosa que debemos hacer es:

Aceptar la presencia de sufrimiento en mí, sin rechazo,
sabiendo que las causas de que yo lo sienta así
están dentro de mí y son irreales.

No nos identificamos con esa sensación de sufrimiento, pues sabemos que es irreal y no hay un “yo” real que sufra.

No nos identificamos con la sensación de sufrimiento.
Nos desapegamos de esa sensación.
La observamos desde la distancia.

Sé que las causas de la sensación de sufrimiento están dentro de mí. Por lo tanto, investigo esas causas, esos condicionamientos mentales que, aunque son ficticios, son los que provocan esa sensación de sufrimiento en mí (Conocer por lo que es, cuál es su origen, su naturaleza, porqué causas se produce y nos aferramos a él. Conocer lo que es natural y necesario para sobrevivir y lo que no es necesario para sobrevivir; todo lo demás corresponde seguramente a algún tipo de necesidad creada por nuestros condicionamientos mentales).

Investigo las causas de la sensación de sufrimiento,
los condicionamientos mentales, aun sabiendo que son ficticios.

Y comprendo que la causa de mí sensación de sufrimiento nunca es externa, sino que se aloja en mi interior, es decir, es la forma personal con la que reacciono al sufrimiento que es Universal. Esa es la VERDAD del sufrimiento.

Así pues, contemplo lo que ocurre y me doy cuenta de que existen dos cosas separadas:

  • Por un lado, existe un problema externo que es real (que resuelvo o acepto tal como es) y
  • por otro lado, existe también una sensación de sufrimiento irreal de la que soy responsable y que puedo entender y gestionar.

Sabemos que la sensación de sufrimiento está causada por nuestros condicionamientos mentales, que, a su vez, son los que provocan el deseo de que las cosas sean distintas a cómo son y el apego a ese deseo. Así, nuestros condicionantes mentales nos apegan al deseo de:

  • Que no exista la enfermedad, la vejez, ni la muerte.
  • Tener o ser algo que no es, no tenemos o no somos.
  • Que no sea así o no ocurra algo que no queremos.
  • No querer que cambie o se acabe algo que es o que tenemos.

Sabemos que estamos aferrados a algo cuando, al perderlo o no conseguirlo, sufrimos. El apego al deseo se manifiesta cuando ocurre una de estas dos cosas:

  • cuando nos aferramos a ese deseo haciendo depender de su cumplimiento nuestra paz, equilibrio y bienestar, o
  • nos culpamos por tener ese deseo, decidiendo hacerle frente rechazándolo y eliminarlo de nuestra mente.

Por lo tanto:

No tenemos nunca que evitar y rechazar el deseo,
sino solo ser conscientes de él, observándolo sin identificarnos.
Debemos ser también conscientes del aferramiento a ese deseo.

También sabemos que todo es impermanente, y, por lo tanto, el deseo también lo es. Por tanto, debemos ser conscientes que esa sensación de deseo que ha surgido, es impermanente. Al ser conscientes de esto, también somos conscientes del aferramiento a ese deseo, y sabemos que, cuando el deseo termine de forma natural, también terminará el aferramiento al mismo, y cesará la sensación de sufrimiento.

PROCESO: Siendo conscientes de que el deseo es impermanente, hay que “dejarlo ir” de forma natural, observándolo con atención desnuda, sin juzgarlo, viéndolo tal como es, apartándonos de nuestra identificación con él. Mientras esto se produce, tenemos que ser conscientes también del aferramiento que tenemos a que ese deseo se cumpla, que constituye la fuerza contraria a que el deseo se vaya, y que también es provocado por nuestros condicionamientos mentales, es decir, que no corresponde a un “yo” real. Al ser conscientes de las causas del aferramiento a ese deseo, nos implicamos volitivamente en dos posturas mentales:

  • Por un lado, nos implicamos en “dejar ir” al deseo de forma natural, lo soportamos con paciencia, y
  • por otra, no nos dejamos vencer por el aferramiento a ese deseo mientras este no se haya ido.

Este conflicto de fuerzas se gana utilizando tres herramientas:

  1. La consciencia de todo el proceso que está ocurriendo en nuestra mente.
  2. La fuerza volitiva en contener la realización del apego.
  3. La práctica, pues con ella el proceso, momento a momento, requerirá cada vez menos de la fuerza de voluntad y la consciencia del proceso estará más integrada en nosotros saliendo de forma espontánea.
Impermanencia

Y no te compliques más: ahora lo has conseguido, los has dejado ir por un momento, justo así. Es solo cuestión de practicar el “dejar ir”. Cuanto más empiezas a ver cómo hacerlo, más eres capaz de sostener el estado de no-apego en tu interior, integrándolo.

El camino hacia la liberación del sufrimiento empieza como un estado mental, capaz de percibir claramente la relación causal existente entre el apego a los deseos, por un lado, y el sufrimiento, por el otro.

El camino hacia la liberación del sufrimiento equivale a abandonar el
apego a los deseos.

Cuando aflore una sensación de sufrimiento, el proceso que sigue es el siguiente:

  1. Observar de forma consciente cómo dichos sentimientos se originan.
  2. Ser consciente de cómo se desarrollan dentro de nosotros: nuestras resistencias, nuestros juicios, etc., es decir, todo lo que está sucediendo dentro de nosotros.
  3. Somos conscientes con paciencia del deseo y aguantamos con voluntad el cumplimiento del deseo, es decir, el aferramiento.
  4. Finalmente, ver cómo cesan sin que haya algo que nos permita identificarlos como nuestra propia esencia.

Es como convertirse en un testigo imparcial de todo lo que pasa en nuestro alrededor y dentro nuestro. Ser un testigo imparcial que todo lo observa, sin juzgar ni alabar nada. Finalmente, esta actitud nos permitirá apegarnos cada vez menos a nuestros deseos, verlos cada vez más como algo extraño y distante.

NOTA IMPORTANTE: Cuando nos damos cuenta de que estamos sufriendo, física o mentalmente, entonces vamos al sufrimiento real que está presente. Nos abrimos completamente a él, le damos la bienvenida, nos concentramos en él, le dejamos ser lo que es. Eso significa que debemos ser pacientes y soportar el desagrado de una condición particular. Tenemos que aguantar el aburrimiento, la desesperación, la duda y el miedo para entender que cesan en vez de huir de ellos. Para que el proceso de cesación del sufrimiento funcione, debemos estar dispuestos a sufrir. Esta es la razón por la que se hace hincapié en la importancia de la paciencia. Tenemos que abrir nuestras mentes al sufrimiento porque es, al abrazar el sufrimiento, cuando el sufrimiento cesa.

¿Qué pasa cuando dejas ir? El deseo y el apego al deseo se mueven y se mueve hacia el cese. Termina. Y entonces tienes el conocimiento intuitivo de que existe el cese del deseo.

Cuando se conoce lo que es el sufrimiento y se sabe cuál es su origen y sabemos cómo poder superarlo, se abre la posibilidad de emprender el camino para el cese y la eliminación del sufrimiento. La pregunta ahora es: ¿Cuál es el camino para el cese del sufrimiento?

https://www.nodualidad.info/colaboraciones/superar-el-apego-al-deseo.html

Un comentario en “Superar el apego al deseo

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