La personalidad agnorante combina los sutiles y peligrosos rasgos de la arrogancia y la ignorancia. Este perfil no se encuentra en ningún manual científico ni existen estudios que lo hayan investigado. Sin embargo, parece que en los últimos tiempos se visibiliza más un comportamiento que siempre ha existido.
Nos referimos a esas figuras de nuestra sociedad que, siendo del todo ignorantes en uno o varios temas, se conciben a sí mismos como auténticos gurús de la verdad absoluta. Son hombres y mujeres arrogantes, narcisistas y carentes de humildad intelectual. Así, y por curioso que parezca, esto fue algo que el propio Charles Darwin ya pronosticó y definió en su día.
Debemos tener cuidado con la ignorancia, dijo, porque es la que inocula en el ser humano la confianza y la creencia de que uno es depositario de un gran conocimiento. Los efectos de esto pueden ser devastadores, podríamos tener una legión de auténticos “estúpidos” operando entre nosotros.
“Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”.
-Albert Einstein-
Personalidad agnorante, yo lo sé todo y tú no sabes nada
La personalidad agnorante es un término que apareció por primera vez en redes sociales en el 2012. Es un neologismo que acompaña a los memes. Por tanto, y como bien hemos señalado, no lo encontraremos -de momento- en ningún manual de psicología de la personalidad.
Ahora bien, en lo que respecta a los términos que la definen (ignorancia y arrogancia), cabe señalar que conforman una relación largamente estudiada por la ciencia. Podemos decir que la una suele ir en compañía de la otra y que aparecen a su vez en escenarios llamativos. Por ejemplo, un estudio realizado en el 2020 reveló algo interesante.
La ignorancia y la arrogancia correlacionan con el privilegio. Es decir, personas que ostentan cargos de poder suelen revelar a menudo una clara personalidad agnorante. Son figuras que, por dominar una competencia concreta (ser CEO en una empresa automovilística, por ejemplo), se creen expertos en el campo de la medicina o en cualquier otra.
Esto nos demostraría que, en algunos casos, el poder no se relaciona con la humildad intelectual. Veamos más características.
Cuando la incompetencia conduce a autoevaluaciones infladas
El 19 de abril de 1995, McArthur Wheeler atracó dos bancos en Pittsburgh a cara descubierta. Lo hizo porque, según él, bastaba con bañarse la cara con zumo de limón para ser invisible a ojos de los demás. Cuando se le tomó declaración, parecía asombrado y extrañado, no sabía que había podido salir mal. Porque si había algo evidente para él era que esa técnica resultaba eficaz para no ser visto por nadie.
El señor Wheeler no era consciente de su propia ignorancia. Es más, tenía una visión de sí mismo claramente inflada; de hecho fue objeto de estudio de los psicólogos sociales David Dunning y Justin Kruger.
Algo que pudieron observar los expertos es que hay un sesgo muy concreto que se aprecia con frecuencia. La superioridad ilusoria es muy común en la personalidad agnorante y deriva de la incapacidad de algunas personas para reconocer su falta de competencia.
Como decía John Cleese en la famosa serie Monty Python’s Flying Circus: algunas personas son demasiado estúpidas para comprender lo estúpidas que pueden llegar a ser.
El efecto Dunning-Kruger y la personalidad agnorante
La personalidad agnorante no necesita acuñarse como nuevo término psicológico porque ya hay uno que lo define: el efecto Dunning-Kruger. Fueron los psicólogos citados quienes introdujeron este sesgo cognitivo. Describe a esas personas que evidencian una baja competencia, pero que sobreestiman su propia capacidad.
Asimismo, y por curioso que parezca, también abunda el fenómeno opuesto, es decir, hay quien a pesar de ser altamente competente infravalora por completo su destreza. Algo que se relaciona muchas veces con el síndrome del impostor. Sin embargo, es interesante ver cómo el efecto Dunning-Kruger perfila a la perfección esa sutil combinación entre arrogancia e ignorancia:
- Hay personas con una clara anosognosia de sus propias competencias. Cuanto más solventes y brillantes se consideran, más ineptos resultan ser.
- Presentan además una baja autoconciencia de su metacognición. Es decir, son incapaces de reflexionar en sus propios procesos de pensamiento para tomar conciencia de que a veces se equivocan. Al no ver sus errores, son incapaces de aprender cosas nuevas o de reformular sus enfoques.
- A mayor superioridad ilusoria, mayor ignorancia. Lo cual nos demostraría que la arrogancia es el problema de base. Al concebirse como mentes superiores, no dejan espacio a la duda, a tomar contacto con otras perspectivas. Se creen poseedores de la verdad absoluta, cuando su arrogancia es la que les aboca a la irremediable a la ineptitud.
La importancia de desarrollar la humildad intelectual
Recordemos las palabras de Sócrates: la mejor sabiduría es aquella que asume que no sabe nada. Esa es la clave. Entender que el conocimiento es apertura, es reformular una y otra vez lo que aprendemos para seguir avanzando.
La personalidad agnorante refleja todo lo contrario de la humildad intelectual, de ese enfoque que se permite ser flexible y abierto a las nuevas ideas.
Ahora más que nunca necesitamos personas que no se enroquen en sus posiciones. Hombres y mujeres que dejen a un lado su arrogancia para asumir que la ciencia es aprendizaje, que la vida es ensayo y error. Solo los corazones y las mentes humildes facilitan el verdadero desarrollo de las sociedades.
Como dijo el propio Albert Einstein: “los auténticos genios parten de la base de que todo lo que saben puede no ser correcto…”.
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