El individuo o “Yo” debe de alcanzar su madurez, en la cultura hindú se trataría de alcanzar el “Atman” o “Yo soy”, y en la cábala la correspondencia seria alcanzar el sephirot de “Chesed”, cada cultura tiene su repertorio para definir al “Yo soy” o su Intimo, cuando esto sucede, es decir, que se adquiere la conciencia de “sí mismo”, entonces se reconoce la maestría sobre uno mismo, reconociendo cuál es su anatomía interna y cómo manejarla, manejando su cuerpo, su energía vital, sus emociones, sus pensamientos y voluntad.
Una vez se alcanza el conocimiento de sí mismo, del “yo soy”, la individualidad se ve enfrentada al colectivo, digamos que conozco bien mi anatomía interna, conozco y domino mi cuerpo, mi energía, mis emociones, mi mente racional, y puedo hacer uso inteligente de mi voluntad, en definitiva, he obtenido mi individualidad sagrada y soy consciente del “yo soy”; es entonces cuando la individualidad se enfrenta a la colectividad. Queremos decir que mientras una persona no alcanza su propia individualidad, mientras no adquiere su propia madurez, estará a expensas del colectivo, de ahí que se diga: “ahí va Vicente y toda la gente” o “ahí va Raimundo y todo el mundo”, etc., y mientras no tengamos individualidad propia formamos parte del colectivo como una manada de borregos siempre a expensas de lo que digan los líderes políticos, sociales, religiosos, etc.
Alcanzar la individualidad, el Atman, el “yo soy”, al Intimo, etc. es necesario e imprescindible en nuestro recorrido en la realización, pero ahí no termina el camino, más bien es a partir de adquirir la conciencia “yo soy” cuando empieza un nuevo recorrido en el camino, porque será a partir de ese momento cuando nuestros pensamientos, emociones, actitudes, etc. podrán ofrecer al resto del colectivo la oportunidad de mostrarles como pensar y reflexionar por sí mismo, como manejar las emociones para el bien común, como aplicar la voluntad para el bien de todos.
En nuestros tiempos actuales es cuando mejor podemos ver como lo individual se enfrenta a lo colectivo. Nos encontramos actualmente en una encrucijada entre lo individual y lo colectivo, ya que el “yo humano” ha alcanzado un potencial enorme en comparación con otras épocas, lamentablemente la individualidad no ha alcanzado la conciencia de sí mismos, por lo que es una individualidad egocéntrica que acrecienta las problemáticas en la que nos vemos envueltos hoy en día: desequilibrio económico, pandemias, cambio climático, etc. La necesidad de asumir una conciencia individual es imprescindible, debemos ser conscientes de nuestra individualidad de nuestro “yo soy”, para evitar seguir bajo la opresión de un colectivo inconsciente. Efectivamente, se trata de obtener la individualidad consciente de “sí mismos”, para salirnos del rebaño.
Alcanzada la individualidad consciente de “sí mismos” podemos actuar y pensar por sí mismos sin caer en la inconsciencia del rebaño colectivo, ahora bien, la individualidad obtenida de un ejerció de auto-conciencia deja de ser egocéntrica y se postula por el colectivo en una visión nueva y siempre eterna de lo que se denomina “conciencia cósmica”, de ahí, surge un nuevo caminar, de aquel que, habiendo alcanzado su independencia y libertad individual se ocupa de sus semejantes.
Mientras no despertamos a nuestra propia realidad del “yo soy”, desconocemos la propia potencialidad del “yo soy”, el Intimo o Atman, y creemos erróneamente que un maestro posee una fuerte y potente individualidad, con un poder y dominio de sí mismo extraordinario, esta falsa visión forma parte de la fantástica y mítica visión, siendo que muchos seudo-maestros se han aprovechado de esta fantasía, controlando y dominando a sus alumnos o discípulos. Para quienes aún no han despertado a la realidad de “sí mismos” se quedan atrapados en el sueño grupal, en el sueño colectivo que incluye el liderazgo de otros sometiendo su propia libertad como individuo; esto sucede tanto en el ámbito político, social como religioso.
Lo interesante es comprender que alcanzada la individualidad del “yo soy” entramos en un espacio no-dual, donde lo individual no entra en contradicción con lo colectivo, ya que la no-dualidad tiene la cualidad de la integración. Así, el individuo libre en la conciencia de “sí mismo” piensa, indaga, investiga, reflexiona por sí mismo sin caer en egocentrismo, ni los miedos que imponen unos y otros y tampoco por los miedos que puedan surgir de su interior.
El camino espiritual tiene un nuevo inicio cuando estamos conectados con el “yo soy”, cuando alcanzamos la libertad propia y quedamos exentos de la inconsciencia colectiva, es entonces cuando podemos verdaderamente aportar luz para sí mismo y para todo el colectivo. El “yo soy” ni es fuerte ni débil según los cánones del ego ordinario, el “yo soy” se emancipa libremente en la conciencia cósmica aprendiendo en cada instante de la virtud o del error, de la fortaleza y la debilidad, así, aprende de todas las cualidades que nos ofrece el universo o cosmos.
Entre lo individual y lo colectivo podemos crear un conflicto entre yo y el, entre yo y nosotros, o entre yo y ellos o vosotros, etc. en cambio cuando tenemos conciencia de sí mismos y nuestro Intimo se libera, este conflicto va cediendo hasta que desaparece, pues el yo egocéntrico se disuelve ante la compasión de una conciencia despierta que comprende la nimiedad y el vacío del ego.
Conforme nuestra conciencia de sí mismos se despierta y activa se va integrando en la conciencia cósmica, disolviéndose el pequeño yo egocéntrico en pos de una verdadera conciencia colectiva dada por la innata compasión que el Intimo Ser posee en su naturaleza eterna. La conciencia cósmica es el mismo océano de la vida libre en su movimiento; liberar la conciencia, despertarla e iluminarla se plasma en una integración compasiva que abarca la totalidad.
Cuando se es libre anhelas que toda la humanidad sea libre.
Atentamente:
Rafael Pavía.
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