Las paradojas de la igualdad

Paradoja de la igualdad de género

Nuestra sociedad ha avanzado en las últimas décadas hacia una igualdad de derechos y obligaciones entre ambos sexos.

Sin embargo, han surgido fenómenos que los investigadores aún tratan de explicar. Uno de ellos es la paradoja de la igualdad de género. En este artículo vamos a tratar de entender mejor qué quiere decir y cuáles son algunas de las bases que explicarían su existencia.

¿Qué es la paradoja de la igualdad de género?

La paradoja de la igualdad de género es un fenómeno detectado al analizar la relación entre el grado de igualdad de derechos y libertades implantado en una determinada sociedad junto con las estadísticas en cuanto a las conductas de la población en función del género. La paradoja se da porque se ha observado que, cuanto más igualitaria es una sociedad, más se afianzan una serie de diferencias entre hombres y mujeres ante ciertas maneras de elegir.

¿Por qué es un fenómeno sorprendente? Porque, aparentemente, cuanto más se asemejen las oportunidades que ambos géneros tienen en todos los ámbitos de la vida, podríamos pensar que las diferencias conductuales entre ellos tendrían que tender a diluirse cada vez más hasta prácticamente desaparecer. Pero la paradoja de la igualdad de género nos muestra que esto no siempre ocurre.

Y no es solo que no ocurra, sino que en determinados aspectos, las diferencias entre hombres y mujeres se tornan mucho más visibles en aquellos países o sociedades aparentemente avanzadas en la igualdad entre géneros que en aquellos donde los indicadores muestran que se encuentran en un estado de desigualdad mucho más pronunciado.

Entonces, lo que cabría preguntarse es, ¿cómo es posible que, cuantos más esfuerzos dedica una sociedad para eliminar las barreras que diferencian a hombres y mujeres, algunas de estas divergencias se acentúen cada vez más? Intentaremos arrojar más luz acerca de esta cuestión explorando más facetas de la paradoja de la igualdad de género a continuación.

La paradoja de la igualdad de género en el ámbito educativo

Uno de los terrenos donde más fuerza ha cobrado la paradoja de la igualdad de género es precisamente en el ámbito educativo y en las elecciones que realizan los hombres y las mujeres para construir sus respectivas carreras. En ese sentido, se han observado diferencias más que evidentes entre los comportamientos realizados por los diferentes géneros en las sociedades más tradicionales (y por lo tanto menos igualitarias) y los que tienen lugar en los países más modernos.

No es una cuestión de opinión, sino de datos: países como Arabia Saudí, que puntúan en los índices de desigualdad muy por encima de otros como Suecia, muestran una proporción abrumadoramente mayor de mujeres graduadas en ingenierías y otras carreras tecnológicas. Concretamente, en Arabia Saudí, casi la mitad de las personas que se gradúan en estas disciplinas (un 45%) son mujeres, frente a apenas un 15% observado en Suecia.

Sin embargo, es evidente que se ha legislado y luchado mucho más por la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres en Suecia que en Arabia Saudí. Entonces, ¿por qué aparece esta evidente paradoja de la igualdad de género cuando analizamos los índices de estudiantes en carreras de carácter técnico? ¿No deberían aproximarse los indicadores a un 50% en cada género cuanta más igualdad haya en el país?

Aunque en muchos otros ámbitos sí es así, parece que el de la elección de carrera es un asunto que escapa a esta lógica, y así lo demuestran los indicadores. De los países que, según diferentes organismos, se sitúan en los primeros puestos en igualdad de género, las mujeres solo representan un 20% del total de graduados en las llamadas disciplinas STEM (en inglés, siglas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas).

En cambio, en los países más desiguales entre hombres y mujeres, el porcentaje de mujeres en facultades STEM se dispara. Ya hemos visto el dato de Arabia Saudí, pero es que en otros países, como Irán, este índice aumenta hasta el 70%. ¿Por qué?

¿Cómo se plasma en lo laboral?

Otro escenario en el que también se ha observado la paradoja de la igualdad de género es el del emprendimiento. En 2021, Steinmetz y su equipo realizaron un metaanálisis de otros 119 estudios en los que se analizaba dicho fenómeno en más de 36 países, acumulando una muestra total de más de 260.000 personas.

Dicho trabajo ofreció unos resultados similares a los que ya hemos revisado en torno a la elección de carreras universitarias. En este caso, las mujeres de los países menos igualitarios eran más propensas a emprender y crear sus propios negocios que las de aquellas sociedades donde más se había avanzado legislativamente hacia la igualdad entre géneros. Otro ejemplo de la paradoja de la igualdad de género.

¿Por qué ocurre esto?

Obviamente, la pregunta que asalta la mente de cualquiera ante este planteamiento es, ¿por qué ocurre la paradoja de la igualdad de género? Lo primero que hay que tener en cuenta es que esta cuestión tiene dos segmentos a tener en cuenta, porque por un lado hay que entender por qué en los países desiguales se da una mayor igualdad en el área de las carreras, pero también por qué en los países más igualitarios se da una mayor desigualdad.

Es decir, si dicho índice se mantuviera firme tanto en los países igualitarios como en los no igualitarios, ya fuera indicando una mayoría de mujeres en carreras de ciencias, una mayoría de hombres en las mismas o bien una igualdad entre ellos, solo habría que preocuparse de estudiar por qué las previsiones no se cumplen en uno de los dos casos.

Pero la paradoja de la igualdad de género hace que la cuestión sea contraintuitiva en ambos casos: a mayor igualdad en la sociedad, más desigualdad en ese ámbito, pero también, a menor igualdad, menos desigualdad a la hora de elegir disciplinas científicas. Por lo tanto necesitaremos hipótesis que expliquen ambas problemáticas, o bien una para cada situación, de manera que expliquen la paradoja de manera complementaria.

Una de las ideas que algunos de los investigadores arrojaron para intentar dar una una base explicativa a esta cuestión es la económica. En ese sentido, es obvio que las disciplinas de carácter técnico suelen reportar mayores salarios en un futuro que otro tipo de carreras. Por lo tanto, el planteamiento sería que, en los países más desiguales, las mujeres tienden a matricularse más en estas carreras para lograr mejorar su posición económica.

Esta hipótesis podría explicar parte de la paradoja de la igualdad de género, pero hay un problema, y es que valdría para la situación de países con desigualdad entre hombres y mujeres en los que hubiera un PIB bajo, como es el caso de muchos de ellos, pero no serviría para arrojar luz sobre la casuística de Arabia Saudí, por ejemplo, un país con desigualdades de género pero rico.

Igualmente, la hipótesis se centraría en los casos de los países desiguales. Pero, ¿qué pasa con aquellos donde se ha alcanzado una gran igualdad entre mujeres y hombres? Una de las propuestas para este caso ha resultado polémica porque entra en conflicto con las mismas bases de la igualdad entre géneros. Se refiere a las preferencias innatas de unos y otros.

¿Y si la cuestión simplemente tuviera que ver con lo que más le gusta hacer a los hombres y lo que más le atrae a las mujeres, siempre en términos estadísticos? Si esto fuera así, parecería que, una vez se ha logrado una igualdad de derechos y libertades similar para hombres y mujeres, tanto unos como otros son más libres de decir cuestiones como la disciplina a estudiar, sin que estén implicadas otras variables.

Si dicha hipótesis fuera correcta, supondría que los hombres tienen, innatamente, una mayor preferencia por carreras tecnológicas mientras que las mujeres se inclinan con más frecuencia por disciplinas de humanidades, medicina, psicología, y otras carreras. En ese caso, parecería que querer alcanzar un 50% de cada género en todos y cada uno de los campos sería una cuestión alejada de las propias preferencias de las personas.

Ese caso plantea un dilema interesante: qué sociedad es más libre e igualitaria, ¿la que impone restricciones para que la mitad de los matriculados en cada carrera sea de un género y la otra mitad del otro, o la que permite que cada individuo elija libremente su futuro, teniendo todos exactamente las mismas opciones sobre las que decidir?

Se trata de un tema realmente complejo frente al que los expertos aún no tienen respuesta, por lo que estas hipótesis no dejan de ser simplemente eso, hipótesis. Aún se requiere mucha investigación para poder comprender la paradoja de la igualdad de género y explicar así las diferencias observadas en todos los casos expuestos.

Referencias bibliográficas:

  • Ahl, H., Nelson, T., Bourne, K.A. (2010). The paradox of gender equality: an entrepreneurial case study from Sweden. International Journal of Gender and Entrepreneurship.
  • Haus, I., Steinmetz, H., Isidor, R., Kabst, R. (2013). Gender effects on entrepreneurial intention: A meta-analytical structural equation model. International Journal of Gender and Entrepreneurship.
  • Steinmetz, H., Isidor, R., Bauer, C. (2021). Gender Differences in the Intention to Start a Business. An Updated and Extended Meta-Analysis. Zeitschrift für Psychologie.
  • Stoet, G., Geary, D.C. (2018). The gender-equality paradox in science, technology, engineering, and mathematics education. Psychological science.

https://psicologiaymente.com/social/paradoja-igualdad-genero


LA SEGUNDA PARADOJA DE LA IGUALDAD

Una cosa es predicar, y otra dar trigo. El refrán vale por un libro de Public Choice, y desmiente por sí solo miles de páginas de los más reputados libros de filosofía política. La predicación está a la orden del día, pero la cosecha y su distribución es harina de otro costal.

Hay varios motivos para ello. El principal es que los votantes queremos duros a peseta, y es eso precisamente lo que votamos. Otro de los motivos es que tenemos, por lo general, una idea muy desenfocada de cómo funciona el mundo. No es que soñemos con pájaros preñados, es que lo creemos a pies juntillas.

Como nos formamos ideas equivocadas de cómo son las cosas, nos encontramos muchas veces en la posición del miembro de la tribu, que cree que un baile del chamán traerá la lluvia. Un claro ejemplo es lo que se planteó la sociedad sueca al respecto del papel de las mujeres en el mercado de trabajo.

EN LOS PAÍSES QUE TIENEN UN MAYOR ÍNDICE DE IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES, PAÍSES EN QUE LAS MUJERES TIENEN UNA MAYOR PARTICIPACIÓN EN EL DESEMPEÑO ECONÓMICO, EN LA CULTURA, EN LA POLÍTICA Y DEMÁS, LAS PREFERENCIAS DE LOS HOMBRES SON MÁS MASCULINAS Y LAS DE LAS MUJERES MÁS FEMENINAS

Las mujeres, se dijo como quien expone la teoría de la relatividad general, no ocupan los mismos puestos que los hombres no por falta de capacidad sino por el feroz y sañudo machismo de las sociedades occidentales. Esos prejuicios sociales imponen barreras a las mujeres. Ellas mismas no las ven, o quizás sí, pero en cualquier caso el gobierno va a acabar con ellas.

Y eso hizo. El gobierno sueco arbitró un conjunto de medidas, entre regulaciones y apuntes en el Presupuesto, para favorecer que las mujeres elijan lo que verdaderamente quieren, para que ninguna barrera se interponga entre su voluntad y sus objetivos. Y así fue. Pero el resultado fue muy distinto del esperado: las mujeres eligieron en mayor medida tener trabajos a tiempo parcial, o renunciaron con mayor determinación a hacer los sacrificios que les hubieran llevado a ser directivas, o se centraron en carreras que les permitían cumplir otros objetivos personales, entre los que no estaban formar parte de una estadística de carreras STEM.

Se definió que hombres y mujeres elegimos la carrera, en grandes números, con criterios distintos como un problema. Y se dijo que una fuerza transparente pero efectiva impedía a las mujeres cumplir sus objetivos. Y cuando se pusieron todos los medios de una sociedad rica a disposición de ellas, lo que eligieron no respondió a las premisas de los políticos.

A ese fenómeno se le ha llamado la paradoja de la igualdad. Pero parece que no es la única. Tyler Cowlen ha llamado la atención desde su blog Marginal Revolution sobre un reciente artículo recogido por NBER. Los autores del artículo son Ángel Cuevas, Rubén Cuevas e Ignacio Ortuño-Ortín, de la Universidad Carlos III, y Klaus Desmet, de la Southern Methodist University.

El artículo se titula The gender gap in differences: Evidence from 45.397 Facebook Interest. Como promete el título, el objetivo es apreciar qué diferencias hay en las preferencias de hombres y mujeres en cuanto a sus intereses, y el modo de acercarse a ello es observando la distribución de hombres y mujeres en grupos de Facebook que responden a esos intereses. Los autores han recabado la información de más de 45.000 intereses de Facebook, muestra más que significativa.

El problema que se plantean los autores es si los intereses divergentes, o coincidentes, de hombres y mujeres están condicionados por cuestiones genéticas, como predice la psicología evolutiva, o si el condicionamiento es cultural y depende de la capacidad prescriptiva de los estereotipos sobre lo que debe gustarle a un hombre o a una mujer.

Los autores valoran dos aspectos en el uso de la base de datos de Facebook para este estudio, más allá del hecho de que esté presente en casi todos los países y que tenga casi 3.000 millones de usuarios. Por un lado, valoran que la plataforma recaba multitud de diferentes intereses, que abarcan todos los aspectos de la vida: culinarios, culturales, deportivos, económicos, políticos… Y, por otro, que no están basados en una encuesta sino que son el fruto de una preferencia revelada por el actuar de cada usuario.

Los autores no dejan de presumir del poder descriptivo que tiene su herramienta de análisis. En primer lugar, su muestra cubre prácticamente todos los países. En segundo lugar, mientras que otros estudios se han basado en unos pocos intereses preseleccionados por los investigadores, este artículo parte de las preferencias reveladas en torno a decenas de miles de intereses. En tercer lugar, aunque hay estudios que se preguntan por los efectos de la igualdad de género en sus preferencias, no se plantean que la causalidad pueda ser inversa.

De hecho, es lo más destacado del estudio. Los autores, después de recabar información sobre las preferencias de hombres y mujeres, divergentes unas y coincidentes otras, comparan los resultados de cada país con un indicador de igualdad entre sexos, que es el Índice de Diferencia Sexual (Gender Gap Index) elaborado por el World Economic Forum, para el año 2018. El índice controla variables como la participación en el proceso político, la educación, las oportunidades económicas y demás.

Los autores suman otras dos variables de control. Una de ellas es el desarrollo económico, sobre la premisa de que cuanto más medios tenga una sociedad, más fácil le resultará a los ciudadanos elegir sus preferencias. Y la otra, una medida de la diversidad en términos generales.

Sus resultados son concluyentes. Yo me voy a centrar en dos aspectos. En primer lugar, y en términos generales, la psicología evolutiva explica mucho mejor las diferencias entre los intereses de hombres y mujeres que los estereotipos. Es decir, las mujeres se interesan más en asuntos como “maternidad” o “cosmética”, mientras que “motocicleta” o “Lionel Messi” despiertan mucho más el interés de los hombres que de las mujeres.

El otro resultado es muy significativo; tanto, que podríamos hablar de una segunda paradoja de la igualdad. Y si la primera se produce en el terreno laboral, la segunda pertenece a los intereses personales.

Resulta que los países que tienen un mayor índice de igualdad entre hombres y mujeres, países en que las mujeres tienen una mayor participación en el desempeño económico, en la cultura, en la política y demás, las preferencias de los hombres son más masculinas y las de las mujeres más femeninas. Es decir, que en esos países en que las personas, independientemente de su sexo, tienen más medios para perseguir sus propios intereses, las diferencias entre los sexos no se hacen más pequeñas, sino que se agrandan. Es en las sociedades más tradicionales, y más pobres, donde el sueño de una sociedad igualitaria en los intereses de hombres y mujeres tiene un mayor reflejo. Por eso la igualdad es un atraso, y no un progreso.

Foto: Jonathan Borba.

La segunda paradoja de la igualdad

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