Hemos llegado a un punto en nuestra existencia en el que muchos llevan el cerebro en su mano y no en su cabeza. Los teléfonos móviles están dando forma a un fenómeno llamativo y preocupante. Según revela un estudio reciente publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), la gente confunde el conocimiento de internet con el suyo.
¿Cómo puede ser? Se preguntará más de uno. Lo cierto es que ya no podemos vivir sin los motores de búsqueda como Google. De hecho, hacemos decenas de búsquedas al día, lo que provoca que tengamos una sensación de solvencia intelectual absoluta. A todo le encontramos una respuesta y ya no separamos entre lo que sabemos nosotros y nos dice internet.
Si bien puede ser una ventaja en el día a día, esto presenta alguna desventaja para nuestra inteligencia. Cada vez nos esforzamos menos en razonar, recordar, deducir e incluso en hacer uso de la orientación espacial. Ahora mismo, hasta disponemos de aplicaciones para recordarnos dónde hemos aparcado el coche.
La tecnología está pensando por nosotros y todo ello tiene un coste.
Cuando tenemos toda la información que deseemos al alcance de un simple clic, se asume de manera sesgada que todo ese conocimiento lo ha generado nuestro cerebro.
¿Por qué se confunde el conocimiento de internet con el propio?
El trabajo de investigación que nos informa de este llamativo sesgo es muy reciente. Ha sido la Universidad de Texas y, en concreto, Adrian Ward de la Escuela de Negocios McCombs de esta universidad.
La gente confunde el conocimiento de Internet con el suyo y esto es algo nuevo en el comportamiento del ser humano. Es decir, hemos llegado a un punto en el que hay una línea muy delgada entre lo que uno sabe y lo que cree saber. El uso intensivo y constante del móvil y de Google para buscar información hace que se interprete como propio todos los datos que se leen a diario.
Hasta no hace mucho, las personas diferenciábamos muy bien entre la información externa (la que uno consulta) de la información interna (el propio conocimiento). Esto es como quien se ve a sí mismo como un experto en botánica, pero en realidad cada vez que encuentra una planta —por común que sea— pone el móvil delante para identificarla.
Ahora bien, hay más datos interesantes en este trabajo y vale la pena profundizar en ellos.
Google quiere que te creas más inteligente de lo que eres
Llamativo, pero cierto. En realidad, los motores de búsqueda como Google quieren que se instale en ti ese sesgo: el del falso conocimiento. Quienes confunden el conocimiento de internet con el suyo se sienten más optimista y confiados. Sin embargo, también son cada vez más dependientes de las tecnologías y quedan supeditados a ellas mediante una falsa sensación de competencia.
Los móviles están pensandos por nosotros dándonos una falsa sensación de control. Cada día nos sentimos más inteligentes porque tenemos todo el conocimiento existente en la palma de nuestras manos. Sin embargo, la realidad es otra. Lo cierto es que cada vez nos esforzamos en retener menos información y en aprender.
Internet proyecta en el ser humano el efecto Dunning-Kruger
Cuando la gente confunde el conocimiento de internet con el suyo está haciendo uso de un sesgo cognitivo llamado Dunning-Kruger. Esta realidad tan común hace referencia a esas personas incompetentes que sobreestiman por completo sus propios conocimientos, también llamadas “ultracrepidianas“.
De hecho, son muchos los que hacen uso de autoevaluaciones infladas, opinando sobre todo y siendo incapaces a su vez de darse cuenta de su propia ignorancia. El efecto Dunning-Kruger hace también que no reconozcan a quien es más inteligente que ellos y, por supuesto, no ven que su dependencia de Google a la hora de saber determinadas cosas es absoluta.
El principal problema: dejar de usar la inteligencia fluida
¿De qué nos sirve memorizar cuáles son los ríos más largos del mundo si ya está internet? ¿Para qué recordar cómo se va desde mi casa hasta la de mi mejor amigo en otra ciudad si puedo usar el GPS? Es cierto. Las nuevas tecnologías nos facilitan la vida, pero todo ello tiene un precio.
No solo estamos prescindiendo de hacer uso de funciones ejecutivas como la memoria o la orientación espacial. Estamos dejando de reforzar y alimentar la inteligencia fluida. Es decir, estamos dejando de usar ese tipo de razonamiento que nos permite resolver problemas nuevos y adaptarnos a múltiples situaciones.
El entrenamiento cognitivo a través de tareas como los ejercicios de memoria, la atención, la creatividad o la deducción son procesos que fortalecen y mantienen ágil la inteligencia fluida. Sin embargo, quienes sigan dejando que los móviles piensen por ellos, tomarán conciencia de algo muy concreto en algún momento.
Google no les dirá cómo hacer frente a una crisis, a una pérdida, a un reto personal altamente desafiante. Alexa o Siri no resolverán sus problemas, porque somos nosotros quienes, con recursos propios, deberemos afrontar la adversidad cotidiana. Y debemos estar preparados para ello.
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