Cada vez más mujeres sin hijos están asumiendo el rol de tías. Los expertos dicen que ya es tiempo de reconocer ese rol como lo gratificante, beneficioso y hasta transgresivo que puede ser.
Cuando Caroline estaba creciendo, se imaginó que terminaría rodeada de niños. Ahora en sus 50, eso es exactamente como su vida ha resultado, aunque no de la manera que vaticinó. Mientras que nunca estuvo en una situación en la que para ella «hacía sentido» tener hijos, Carolina es una orgullosa y dedicada tía de ocho sobrinos y sobrinas.
«Algunas veces lo describo como que mis hermanos se han reproducido muy exitosamente en mi nombre», bromea Caroline, una psicóloga forense que vive en Shoreham-by-Sea, en el sur de Inglaterra.
«Tengo todos estos niños adorables alrededor con los que disfruto pasar el tiempo, y no he tenido que dar a luz ni pasar noches en vela». Caroline, cuyo apellido no se divulga para proteger la privacidad de los niños, se deleita en pasar el tiempo con sus sobrinos y sobrinas, y siente que a través de ellos tiene una conexión tangible con la próxima generación.
Para ella, el ser tía no es un premio de subcampeona, por el contrario «se siente como una total bonificación». Ella ve su compromiso con ese rol como una reacción contra el «feroz» empuje para ser madre, y le gustaría que más mujeres se dieran cuenta de que ser tía puede ser una «perfectamente válida opción».
La tía sin hijos siempre ha sido objeto de fascinación en la cultura y literatura. Ya sea la tía cariñosa que se encarga de un huérfano como la tía May de Peter Parker, alias «el hombre araña»; la amargada tía Lydia en «El cuento de la criada»; o la sofisticada y excéntrica tía Augusta en la novela de Graham Greene «Viajes con mi tía», esa figura siempre ha ilustrado un poco el concepto de «la otra».
Muchas descripciones tienden a posicionar el rol de tía como la segunda mejor opción después de la maternidad, o como un cuento admonitorio sobre las mujeres que operan al margen de lo que tradicionalmente se espera que una mujer «debiera» ser.
Patricia Sotirin, profesora de comunicación de la Universidad Tecnológica de Michigan, en EE.UU., dice que «resalta la pobreza del lenguaje» el no tener una manera significativa de describir una mujer que escoge una opción positiva de asumir el rol de tía por encima del de madre.
Sotirin, que es coautora de dos libros sobre tías en la cultura y sociedad, sostiene que las tías todavía «no reciben el respeto y reconocimiento que se merecen por su importancia en nuestras vidas».
Yo, personalmente, como una cariñosa tía sin hijos, frecuentemente me he preguntado cuál es mi lugar en una cultura donde la maternidad se considera como un indicador de la adultez. Cuando hay cada vez más mujeres que, por la razón que sea, no tienen hijos propios, los expertos dicen que ya es hora que evaluemos una vez más el rol que tienen las tías, y reconocerlo como lo gratificante, beneficioso y hasta transgresivo que puede ser.
«Sin libretos, sin referentes»
No es secreto que el mundo desarrollado está sufriendo un cambio demográfico, que está forzando a la sociedad a repensar las expectativas tradicionales de la familia. Un número creciente de mujeres salen de su edad reproductiva sin tener hijos.
En Reino Unido en 2019, 49% de las mujeres nacidas en 1989 llegaron a los 30 sin tener hijos. En EE.UU. en 2018, más de una en siete mujeres entre los 40 y 44 no habían tenido hijos y datos recientes del Centro de Investigación Pew registran que un creciente número de estadounidenses entre los 18 y 49 no esperan jamás tenerlos.
Sin embargo, hay un atraso en el reconocimiento de estos cambios sociales; las políticas, los medios y las tradiciones todavía se centran en torno a la familia nuclear. La socióloga Vanessa May de la Universidad de Manchester, y Kinneret Lahad de la Universidad de Tel Aviv, señalan que eso también significa que el rol que las tías -y en efecto, los tíos- juegan en la sociedad y las familias ha sido generalmente pasado por alto en las investigaciones académicas.
Socialmente, el rol ha quedado en gran parte indefinido. En contraste a «los roles estrictos y expectativas estrictas» impuestas a las madres, no hay «libretos ni referentes» que las tías puedan seguir, comenta Lahad. De manera que, mientras el rol puede variar inmensamente a través de culturas, las tías están bastante libres de definir sus propias relaciones y responsabilidades familiares.
Cuando Lahas y May empezaron a investigar cómo las tías contemporáneas navegan su muy nebuloso y complicado rol en las familias y sociedad, encontraron muy pocos datos disponibles.
No obstante, una buena fuente fueron las cartas pidiendo consejo al sitio web Savvy Auntie (La tía astuta), que se promociona como «la primera comunidad para tías». El sitio está administrado por la autora, comerciante y empresaria de Nueva York Melanie Notkin, que en 2008 lanzó un audaz intento por redefinir a la tía contemporánea.
Notkin, de 52 años, dice que tras haber esperado tener hijos que nunca llegaron, encontró que sus sobrinos y sobrinas se habían convertido en «el centro de mi vida». Y no era sólo ella; con mayor frecuencia, sus amigas no estaban teniendo hijos. Pero cada vez que se reunían, la conversación solía estar dominada por «charlar sobre nuestras sobrinas y sobrinos».
Cuando empezó a investigar cómo estaban reflejadas en la publicidad y los medios las mujeres profesionales sin hijos, se dio cuenta de que «casi siempre es de manera estereotípica que no es necesariamente un reflejo positivo de estas mujeres», citando tropos del cine como la fría mujer profesional o la parrandera irresponsable.
«Sentí enérgicamente que era hora de que empezáramos colectivamente a entender esta generación de mujeres que muchas veces ni siquiera están reconocidas como conjunto», dice.
Como comerciante, Notkin se aferró al potencial comercial de esta idea, lanzando su propia renovada imagen del papel de tía. Se inventó el acrónimo PANK: Professional Aunt No Kids (Tía Profesional Sin Hijos).
Sintió que ese término describía las mujeres bien estudiadas, profesionales de alto sueldo que conocía y que, por decisión o circunstancia, no se veían siendo madres, pero que, no obstante, amaban a los niños de sus hermanos o amistades, y estaban más que listas a compartir su dinero y tiempo con ellos.
Los primeros trabajos de Notkin se concentraron en las Pank como consumidoras; luego convirtió su concepto Pank en una marca, escribió dos libros y lanzó su sitio web, con un foro de consejos para tías además de comentarios sobre regalos, noticias y guías de cómo pasar tiempo de calidad con los sobrinos.
Pero lo que empezó como una estrategia comercial empezó a tomar un significado más profundo cuando se dio cuenta de que el darle ese ángulo de empoderamiento al rol de las tías sin hijos era profundamente emotivo para muchas mujeres. «¿Me di cuenta de lo profundo que iría y de la autoafirmación que le daría a tantas mujeres? No», dice.
A través de las interacciones que ha tenido en su sitio web, Notkin encontró que la renovación del concepto despectivo de la «solterona sin hijos» a la celebrada Pank le permitía a las mujeres «reconocer el rol que jugaban como significativo».
Recuerda a una mujer que le escribió diciendo que había luchado contra la infertilidad y resentía a su hermana, que tenía un hijo. «Dijo, ‘quiero que sepas que debido a tu labor, pude ver mi rol de manera diferente. Hiciste que viera que aunque no tenga un hijo ahora… puedo jugar un rol maternal valioso».
¿Otras maneras de vivir?
Mientras que el sitio web de Notkin aportó amplio material para la investigación de Lahad y May, ellas piensan que el concepto Pank es apenas una pieza del rompecabezas cuando se trata de crear más reconocimiento del rol emocional, financiero y social de las tías -algo que se volverá más puntual si continúa la tendencia de las mujeres que no tienen hijos.
Las tías tienen «responsabilidades que no están redactadas de la misma manera en que pensamos en responsabilidades», indica Lahad, lo que quiere decir que pueden ser pasadas por alto cuando se trata de cosas como pedir baja para encargarse de sobrinos y sobrinas, o temas de herencia. Le gustaría que el papel de tía sea reconocido por los legisladores y la sociedad como «igualmente importante, valioso, significativo, y no… simplemente algo que haces porque estás aburrida».
Sotirin dice que hay «muchas maneras diferentes de hacer de tías» y el hecho que se esté discutiendo e investigando en torno a un rol que durante mucho tiempo ha sido estereotipado, es una señal de cambio. Ella ve la actual exploración del rol de tía como una revaluación más amplia del rol de las mujeres en la sociedad.
De hecho, dice, debido a que las tías no tienen que cargar con un rol definido ni las presiones sociales de los padres, tienen más libertad de «llevarnos en otras direcciones y mostrarnos que otras cosas pueden suceder»; pueden asumir un rol maternal normativo si así lo desean o pueden «liberarnos de las ideas sobre las relaciones familiares que nos frenan, que no reconocen las realidades de cómo vivimos actualmente».
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Para Sotirin, las tías, ya sean ellas mismas madres o no, están «de alguna manera liderando el camino en términos de ser receptivos a no sólo la transformación de las mujeres, sino cómo las familias pueden cambiar y lo que significa ser parte de comunidades».
Aunque Caroline reconoce que para algunas mujeres el no tener hijos puede ser muy doloroso, dice que respondería de manera «muy robusta» si alguien le llegase a preguntar si se siente triste de ser «apenas» una tía.
«Yo no diría que si alguien me viera, mi estilo de vida, mi relación con los niños, sentiría algo de compasión», comenta. En cambio, su experiencia de tía -como confidente y animadora de los hijos de sus hermanos- la han hecho firmemente «abogar por el rol de tía».
Dice que «casi se siente como se debiéramos promover esto un poco más para las mujeres como una opción realmente positiva».
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