Sin centro ni límite

Por Tulku Urgyen Rinpoche
Mundo despierto

“No importa a dónde vayas en el espacio, no hay límite, no hay frontera, no hay borde”. El gran maestro Dzogchen, Tulku Urgyen Rinpoche habla acerca de la unión primordial de la vacuidad y la conciencia, de la naturaleza de la mente como espacio.

La mente no es algo con una forma física, sonido, olor, sabor o textura. La mente está vacía. El espacio también está vacío. No importa a dónde vayas en el espacio, no hay un límite, una frontera, un borde. Si fueras a viajar en una nave espacial en una sola dirección por cien billones de años, no llegarías al final del espacio. Es lo mismo con las demás direcciones ―puedes viajar por siempre, y aún así nunca encontrar un lugar donde el espacio termine.

Ahora bien, ¿cómo algo que no tiene límites puede tener un centro? No puede, ¿verdad? Es por eso que se enseña que el espacio no tiene centro y no tiene borde. El Buda usaba el espacio para señalar cómo es la mente. Él dijo que la mente está vacía como el espacio: y que así como el espacio no tiene límites en ninguna dirección, la mente no tiene centro ni borde. De hecho, dondequiera que haya espacio, la mente está presente. Y el Buda enseñó que a través del espacio, a dondequiera que el espacio llegue, hay seres sintientes. Y dondequiera que haya seres sintientes hay emociones perturbadoras y hay creación de karma. Y dondequiera que haya creación de emociones perturbadoras y karma, también hay naturaleza de buda. La mente despierta de los budas es omnipresente.

Como seres sintientes nosotros pensamos, recordamos, planeamos ―y la atención que así ejercemos se mueve hacia un objeto y se adhiere a él. A este movimiento mental se le llama mente pensante o mente conceptual. Nosotros tenemos muchas expresiones en tibetano para describir el funcionamiento de esta actitud básica de la mente, de esta consciencia extrovertida que no es consciente de su propia naturaleza. Esta mente ignorante se agarra a objetos, forma conceptos acerca de ellos, se involucra y queda atrapada en los conceptos que ha creado. Esta es la naturaleza del samsara, y ha continuado a través de vidas sin principio hasta el momento presente.

Todas estas implicaciones son meramente creaciones fabricadas; no son el estado natural. Están basadas en los conceptos de sujeto y objeto, el que percibe y lo percibido. Esta estructura dualista, junto con las emociones perturbadoras y el karma que se produce a través de ellas, son las fuerzas que nos llevan de una experiencia samsárica a otra. Sin embargo, durante todo este tiempo aún está la naturaleza básica, la cual no está hecha de nada en absoluto. Es totalmente no-construida y vacía, y al mismo tiempo es consciente: tiene la cualidad de poder darse cuenta. Esta unidad indivisible de ser vacío y consciente es nuestra base original que nunca se pierde.

Lo que nos estamos perdiendo es el reconocimiento de que nuestro estado natural es la unión indivisible de vacuidad y consciencia. Perdemos tal reconocimiento porque nuestra mente siempre está buscando en otra parte. No reconocemos nuestra presencia consciente actual, y en vez de eso siempre estamos preocupados por mirar hacia otro lado, fuera de nosotros mismos. Y continuamente perpetuamos este proceso. Shantideva dijo, “A menos que conozcas el punto clave secreto, cualquier cosa que hagas no va a dar en el blanco”. El punto secreto de la mente es que su naturaleza es auto-existente, es lucidez original. Para identificar el punto clave necesitamos recibir las instrucciones de señalamiento, en las cuales el maestro nos dice y nos muestra que: “La naturaleza de tu mente es la mente de buda misma”. Ahora mismo somos como una persona tonta que se perdió en el centro de Kathmandú, y corre de un lado al otro gimiendo, “Me he perdido. ¿Dónde estoy?” Las instrucciones de señalamiento es como decirle a esta persona, “¡Estás aquí!” A través de un samsara sin principio, los seres sintientes no se encuentran a sí mismos hasta que alguien les dice, “Estás justo aquí”. Esta es una metáfora para introducir el punto clave secreto de la mente.

Si no fuera por las enseñanzas del Buda, todos los seres sintientes estarían totalmente perdidos, porque necesitan ser dirigidos hacia el fundamento básico el cual está siempre presente, pero nunca es reconocido. Ese es el propósito de las instrucciones de señalamiento, literalmente, la “instrucción que te lleva cara a cara con tu propia esencia”. A esta instrucción se le han dado grandes nombres impresionantes como Mahamudra, el Gran Camino Medio (Madhyamika), o la Gran Perfección (Dzogchen). Todas estas enseñanzas apuntan hacia la misma naturaleza básica. Son exactamente lo opuesto al pensamiento conceptual que mantiene a un sujeto y a un objeto ―el marco mental dualista que no está consciente de su propia naturaleza.

No tiene que ser de esta manera. Podemos conocer nuestra propia naturaleza. Podemos realizarla aplicando las instrucciones esenciales del Mahamudra, el Gran Camino Medio y la Gran Perfección. Incluso cuando nuestra naturaleza es primordialmente iluminada, no nos damos cuenta de ese hecho. Por lo tanto necesitamos volvernos a iluminar. Primero necesitamos reconocer; luego, entrenarnos en ese reconocimiento; y finalmente, lograr la estabilidad. Una vez que nos hemos iluminado de nuevo, no necesitamos deambular en el samsara.

La naturaleza de buda es la verdadera identidad dentro de la cual están completos el cuerpo, el habla, la mente, las cualidades y actividades de todos los budas. A la cualidad inmutable se le llama cuerpo vajra, a la cualidad incesante se le llama habla vajra, y a la cualidad no engañosa se le llama mente vajra. La unidad indivisible de las tres es exactamente a lo que se refiere como naturaleza de buda. Es a partir de la expresión de las tres que el cuerpo, el habla y la mente de todos los seres aparecen. De hecho, el cuerpo, el habla y la mente de todo ser sintiente tienen el mismo origen que el cuerpo, el habla y la mente de los seres despiertos. El cuerpo, el habla y la mente no pueden venir de la tierra, o de la roca, o de la materia.

Al no reconocer en nuestra propia experiencia la cualidad inmutable de esta naturaleza de buda, entramos en una envoltura de cuerpo físico de carne y hueso. Nuestra habla se enfunda en el movimiento de la respiración para convertirse en voz y palabras. Aparece y desaparece. La consciencia empieza a sostener a un perceptor separado de lo que es percibido. En otras palabras, se convierte en una fijación de la dualidad, un proceso intermitente que surge y cesa en cada momento. Los pensamientos vienen continuamente, uno tras otro, como una cadena sin fin. Esta cadena interminable de pensamientos ha continuado desde el tiempo sin comienzo y sigue y sigue. Así es el estado normal de la mente. Si no reconocemos ahora nuestra verdadera naturaleza en este periodo de vida, fracasamos en captar nuestro asiento natural de lucidez inmutable y autoexistente. En vez de eso, perseguimos un pensamiento perecedero tras otro, como perseguir cada nueva cuenta en una cuerda. Así es como el samsara se vuelve interminable. Mientras estemos gobernados por esta implicación con el pensamiento, realmente estamos desamparados.

¿Quién puede detener el samsara por nosotros? No hay nadie, sino nosotros mismos. Incluso si todos los seres sintientes de los seis reinos se alinearan y se pusieran a llorar, “¡Por favor, ayúdame para que pueda dejar de ser dominado por mi propio pensamiento!” ―incluso entonces, ni uno de ellos podría ayudar. ¡Qué triste es que estemos controlados por esta implicación con el pensamiento, día y noche, vida tras vida! Podríamos intentar estallar una bomba nuclear para detener el samsara, pero aun así no ayudaría. Las bombas nucleares pueden destruir ciudades, incluso países, pero no pueden impedir que la mente piense. A menos que nos liberemos del pensamiento conceptual, no hay manera alguna de poner fin al samsara y realmente despertar a la iluminación.

La gran paz sucede cuando el pensamiento conceptual disminuye, se aquieta. Hay una manera de que eso suceda. Los pensamientos son en realidad una expresión de la naturaleza de buda. Son expresiones de nuestro rostro natural. Si realmente reconocemos la naturaleza de buda, en ese mismo momento, cualquier pensamiento se desvanecerá por sí mismo, sin dejar rastro. Esto es lo que pone fin al samsara. Hay un método supremo para hacer esto. Una vez que conocemos ese método, no hay nada superior que necesitemos saber. Este modo ya está a nuestro alcance. No es algo que necesitamos obtener de alguien más ―no es algo que necesitemos comprar, sobornar o buscar y finalmente obtener. Tal esfuerzo no es para nada necesario. Una vez que reconoces tu propio rostro natural, ya has trascendido los seis reinos del samsara.

¿Cuál es el método? Es lo que uno pide cuando solicitamos a un maestro que nos de instrucciones para reconocer la esencia de la mente y entrenarse en ella. La esencia de nuestra mente es increíblemente preciosa. Es la herencia natural que poseemos ahora mismo. El recibir enseñanzas acerca de cómo reconocer la esencia de la mente y aplicarlas correctamente se le llama “el Buda puesto en la palma de tu propia mano”. Esta analogía significa que al momento de ser presentado y reconocido, no tienes que buscar el estado despierto en otro lugar. Apila todo el dinero, toda la riqueza del mundo entero en un montón grande y ponlo a un lado. En otro lado, pon el reconocimiento de la naturaleza de buda, la naturaleza de tu propia mente. ¿Qué es más valioso? Si de algún modo vas a comparar ambos, te puedo prometer que el reconocer la esencia de la mente, “el asombroso buda interior”, es más valioso, mil millones de veces más valioso.

¿Qué es de verdadero valor? Tenemos que pensar esto por nosotros mismos. Cuando hacemos negocios y logramos una ganancia nos regocijamos. Si tenemos una pérdida caemos en la decepción. Comparemos nuestro capital comercial con nuestra naturaleza de buda, que es como una joya que colma los deseos. Si no usamos esta joya que concede los deseos, el samsara sin fin se presenta ante nosotros. ¿No es increíblemente estúpido desperdiciar nuestra fortuna, y también problemático? Tenemos que pensar en esto. No estoy recitando esto de memoria. Tampoco es una mentira. Este es el punto real y crucial. Si no tuviéramos la naturaleza de buda, nadie podría culparnos.

Pero tenemos la naturaleza de buda, una naturaleza de buda que es la identidad de los tres kayas (cuerpos) de todos los Budas. Sin embargo, como dijo Jamgon Kongtriil:

Aunque mi mente es el Buda, no lo reconozco.
Aunque mi pensamiento es el dharmakaya, no lo realizo.
Aunque lo no-fabricado es lo inherente, fracaso en sostenerlo.
Aunque la naturalidad es el estado básico, no me convence.
Gurú, piensa en mí. ¡Pronto, mírame con compasión!
Bendíceme para que la conciencia natural sea liberada en sí misma.

En este mundo, nada es más esencial que la mente, excepto una cosa: la naturaleza de esta mente; la naturaleza de buda. Todos los seres sintientes tienen esta naturaleza, sin una sola excepción. Esta naturaleza de buda está presente en todos, desde el Buda primordial Samantabhadra hasta el insecto más pequeño, incluso las entidades más pequeñas que sólo podemos ver a través de un microscopio. En todos estos, la naturaleza de buda es idéntica. No hay diferencia en el tamaño o la calidad, en absoluto. La naturaleza de buda nunca difiere en términos de calidad o cantidad. No se trata de que Samantabhadra tiene una enorme naturaleza de buda, y un pequeño insecto tiene una pequeña, o que el Buda tiene una naturaleza de buda superior, y una mosca tiene una inferior; no hay diferencia alguna.

Tenemos que distinguir entre mente y la esencia de la mente. La esencia de la mente de los seres sintientes y la mente despierta de los budas es la misma. La budeidad significa estar totalmente estable en el estado antes de que ocurra el pensamiento dualista. Un ser sintiente como nosotros, sin realizar nuestra esencia, queda atrapado en nuestro propio pensamiento y se desconcierta. Aún así, la esencia de nuestra mente y la esencia de todos los budas despiertos es primordialmente la misma. Los seres sintientes y los budas tienen una fuente idéntica, la naturaleza de buda. Los budas se convierten en despiertos porque realizan su esencia. Los seres sintientes están confundidos porque no realizan su esencia. Por lo tanto, hay una base o fundamento, y dos caminos diferentes.

La mente es aquello que piensa, recuerda y planea todos los pensamientos distintos que tenemos. Es el pensamiento el que perpetúa el samsara. El samsara va a continuar sin fin a menos que el pensamiento se detenga. El pensamiento en tibetano se le llama namtok. “Nam” significa el objeto, lo que se piensa. “Tok” significa tener ideas y conceptos sobre esos objetos. Namtok es algo que la mente produce incesantemente, día y noche. Un buda es alguien que reconoce la esencia misma, y despierta a través de eso. Un ser sintiente es alguien que no lo hace, y que está confundido por su propio pensamiento. Alguien que ha fallado en reconocer la esencia de la mente se le llama ser sintiente. Realizar la naturaleza misma y volverse estable en esa realización se llama buda.

En resumen, la naturaleza de esta mente es vacía en esencia; es como el espacio. Ya que no tiene forma, ni olor, ni sabor, ni sonido o textura, está completamente vacía. Siempre lo ha sido, primordialmente. Al ser vacía, la mente se parece al espacio. Pero hay una diferencia: el espacio no es consciente; no siente placer ni dolor. Nuestra mente es espaciosa, abierta y vacía, pero aún siente placer y dolor. A veces se le llama “la mente omnisciente, siempre-consciente”. Lo que sea que esté presente es conocido por la mente.

Cuando esta mente se pone a trabajar, puede inventar cualquier cosa posible, incluso bombas nucleares. La mente crea todos estos asombrosos artilugios ―grabadoras de voz, aviones que pueden volar en el cielo. Estos inventos no piensan, pero fueron creados por la mente pensante. Los seres sintientes crean el samsara que tenemos ahora. En última instancia, la creación del samsara no nos ayudará de ninguna manera.

La mente es invisible e intangible. Es por eso que la gente no la conoce. Es por eso que se preguntan, “¿Ya habré reconocido realmente esta naturaleza de la mente?” Si fuera una cosa concreta, los científicos la habrían descubierto hace mucho tiempo. Pero no lo es, así que los científicos no saben necesariamente lo que es la mente. Si lo supieran, ¡todos los científicos estarían iluminados! Pero, ¿alguna vez has oído hablar de científicos que se iluminaron a través de la ciencia? Por supuesto, ellos saben muchas otras cosas. Pueden hacer teléfonos que te permiten hablar con alguien al instante en cualquier parte del mundo. Y pueden hacer máquinas que llevan a cientos de personas juntas volando por el cielo. Pueden llevar trenes directamente a través de las montañas. Todo esto es posible. Si la mente se pone a trabajar, es un tesoro inagotable; pero eso aún no significa iluminación. Cuando la mente se utiliza para algo y queda atrapada en ello, esto no conduce a la iluminación. Necesitamos conocer la naturaleza esencial de la mente.

¿Cuál es la manera de disolver los pensamientos; de aclararlos totalmente y dejar que se desvanezcan? El Buda tenía la técnica de cómo aclarar el pensamiento. Las instrucciones de señalamiento de un maestro cualificado son para eso. Cuando vas a la escuela tienes que repetir el abecedario al profesor para que sepa si te sabes el alfabeto o no. Hasta que uno sabe, uno necesita que se le enseñe, que se le muestre. Hasta que uno conozca completamente la esencia de la mente, necesita un maestro. Es tan simple como eso.

La verdadera virtud, la verdadera bondad, es creada a través del reconocimiento de nuestra naturaleza de buda, nuestro estado natural. Reconoce tu mente, y en la ausencia de toda cosa concreta, descansa tranquilamente. Después de un tiempo, nuevamente nos quedamos atrapados en pensamientos. Pero, al reconocer (la naturaleza de buda) una y otra vez, nos acostumbramos cada vez más al estado natural. Es como aprender algo de memoria ―después de un tiempo, ya no tienes que pensar en ello. A través de este proceso nuestra implicación con el pensamiento se vuelve cada vez más débil. La brecha entre pensamientos comienza a durar más y más. En un momento determinado, durante media hora habrá un tramo sin pensamiento conceptual alguno, sin tener que suprimir el pensamiento.

La esencia de la mente, que es primordialmente vacía y sin raíces, es diferente a mantener una idea de vacuidad en la mente, y no es lo mismo que el intento sostenido de sentirse vacío. Ninguno de estos ayuda mucho. Al familiarizarnos una y otra vez con este vacío natural y original, nos acostumbramos a él. Entonces habrá tramos a lo largo de todo el día, de la mañana a la noche, en los que sólo hay conciencia vacía no contaminada por nociones de objetos percibidos o de la mente que los percibe. Esto corresponde a haber alcanzado los niveles del bodhisattva, los bhumis. Cuando ya no hay una ruptura a lo largo del día y la noche, a eso se le llama budeidad, iluminación verdadera y completa.

Desde la perspectiva de la esencia de la mente, las interrupciones de los pensamientos son como nubes en el cielo. La esencia vacía en sí misma es como el espacio del cielo. Nuestra consciencia es como la luz del sol. El cielo en sí mismo nunca cambia; esté soleado o nublado. Del mismo modo, cuando realizas el estado despierto de los budas, todos los pensamientos son como las nubes que se desvanecen. Pero las cualidades de sabiduría, que significa el estado original de alerta, están desarrolladas por completo, completamente presentes, incluso ahora cuando los pensamientos están presentes. Necesitamos entrenarnos para crecer lentamente más y más acostumbrados al reconocimiento de la esencia de la mente. Esto disolverá nuestro karma negativo y nuestras emociones perturbadoras. En este reconocimiento es imposible ser contaminado por el karma y las emociones, al igual que no se puede pintar en el aire.

Adaptado de as it is, volume ii. Traducido por Eric Pema Kunsang y editado por Marcia Schmidt y Kerry Moran. © 2000 Tulku Urgyen Rinpoche & Rangjung Yeshe Publications.
https://www.nodualidad.info/textos/sin-centro-ni-limite.html

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