La sociedad actual tiende a valorar la productividad en el trabajo por encima de otros aspectos. De esta manera, cada día es más común que lleguen a consulta personas padeciendo los efectos psicológicos de vivir para trabajar.
Si bien el aspecto laboral es algo importante y puede traernos satisfacción, no debería dominar nuestra vida. Cuando esto ocurre, es frecuente empezar a descuidar otros ámbitos, como la familia, los amigos o incluso la pareja. A largo plazo, esto puede tener consecuencias, como la soledad, la depresión o hasta enfermedades físicas que se asocian al exceso de estrés laboral.
A continuación, veremos los efectos negativos derivados de enfocar nuestra vida al trabajo. Asimismo, veremos algunas estrategias útiles para reducir estos riesgos y encontrar un equilibrio entre trabajo y vida personal.
¿Cuáles son las consecuencias de invertir demasiada energía en el trabajo?
Ser productivos en el espacio laboral puede tener beneficios. Por ejemplo, ganar más dinero para satisfacer nuestras necesidades, pagar la renta e incluso permitirnos algunos lujos. También puede proporcionarnos oportunidades para crecer a nivel laboral y experiencias gratificantes. Sin embargo, la vida no se trata solo del trabajo.
Los vínculos con la pareja o la familia también son esenciales para la felicidad y requieren de tiempo. Lo mismo sucede con los pasatiempos o las pasiones. Ahora bien, si ponemos toda nuestra energía y tiempo en el trabajo, difícilmente encontraremos espacio para algo más. Si bien al principio puede dar la sensación de que no hay consecuencias, poco a poco estas se irán notando.
1. Síndrome del trabajador quemado
Este síndrome se vincula al exceso de trabajo y la insatisfacción laboral. Los síntomas de esta afección pueden manifestarse en el plano físico, con dolor de espalda o de cabeza, fatiga, tensión muscular y náuseas. A nivel psicológico, puede generar irritabilidad o lastrar la motivación.
Según una revisión de Méndez Venegas (2019), el burnout es una de las principales causas de ausentismo e incapacidad laboral. Por lo tanto, a pesar de que pueda parecer bueno el exceso de productividad, a largo plazo nos obligará a detenernos. Al fin y al cabo, el cuerpo y la mente tienen límites que debemos conocer y respetar.
2. Sentimiento de soledad
Una de las principales consecuencias negativas del exceso de trabajo es sentirnos solos en el mundo. Enfocarnos demasiado en lo laboral hace que nos olvidemos de cuidar las conexiones con el entorno. De este modo, podríamos perder vínculos importantes para nosotros, como los de pareja o con los hijos.
Seppala y King (2017) publicaron un estudio en el que también relacionan la soledad al síndrome del trabajador quemado. De acuerdo con las autoras, esta alteración no solo se asocia al exceso de trabajo o la insatisfacción. La pérdida de lazos afectivos significativos con los compañeros de trabajo, amigos, familiares y pareja también contribuye a los síntomas.
3. Deterioro cognitivo
Uno de los efectos psicológicos de vivir para trabajar es padecer estrés crónico. La evidencia científica sugiere que este tipo de estrés puede causar daños en las capacidades cognitivas y alterar el desempeño.
En 2020, se publicó un meta-análisis acerca de los efectos del estrés psicosocial en la capacidad cognitiva y la memoria. Los resultados demostraron que el estrés disminuyó el desempeño de las funciones ejecutivas (planificación, toma de decisiones, anticipación, etc.). Aunque, en el caso de la memoria, no se obtuvieron datos concluyentes (McManus et al, 2020).
4. Depresión
Si consideramos los factores anteriores, no es ninguna sorpresa que el exceso de trabajo se vincule con síntomas depresivos. En conjunto, todas estas condiciones hacen que las personas tengan un mayor riesgo de padecer un episodio depresivo.
Zadow et al. (2021) presentaron un trabajo sobre cómo las jornadas laborales largas, el compromiso laboral y el ambiente psicosocial seguro se asociaban con depresión. La evidencia señala que un ambiente psicosocial poco seguro y largas horas de trabajo se relacionan de forma positiva con síntomas depresivos. Asimismo, tener mayor compromiso con el trabajo puede incrementar la cantidad de horas que se trabajan y a su vez, la depresión.
5. Insomnio
La exposición constante al estrés y la depresión se asocian con dificultades para dormir. Por eso, uno de los efectos psicológicos de vivir para trabajar más conocido es el insomnio.
Quienes trabajan demasiado, tienden a dormir poco. Esto puede ocurrir debido a que su jornada no se lo permite o a que el estrés le impide descansar bien.
6. Sedentarismo
La mayoría de las personas desempeñan trabajos en puestos específicos y no necesitan moverse mucho para cumplir sus tareas. Por tal motivo, dedicarnos al trabajo implica mantener una conducta sedentaria. Entonces, si usamos la mayor parte del tiempo para trabajar, aumentamos la cantidad de horas que estamos sin actividad física.
Con el tiempo, el sedentarismo aumenta el riesgo de padecer obesidad, enfermedades cardiovasculares e incluso diabetes. Al mismo tiempo, estas afecciones pueden incapacitarnos y disminuir nuestra calidad de vida de forma significativa.
¿Cómo evitar los efectos psicológicos de vivir para trabajar?
Cuando se trata del trabajo, el problema no solo afecta al bienestar emocional, sino también económico. No todas las personas pueden renunciar a su empleo o tomarse vacaciones cuando lo necesiten. Estas condiciones las hacen más vulnerables.
En la medida de lo posible, tratemos de buscar tiempo para cuidar de nosotros. Realizar ejercicio al menos 30 minutos al día reduce el riesgo de obesidad y trastornos cardiacos. A su vez, disminuye el riesgo de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental.
Por otro lado, pasar tiempo de calidad con los seres queridos combate el sentimiento de soledad. Como resultado, es menos probable que desarrollemos el síndrome del trabajador quemado o depresión.
Para concluir, reducir los efectos psicológicos de vivir para trabajar es necesario para hallar un equilibrio entre deber y placer. Si bien no podemos abandonar nuestras responsabilidades, tampoco es sano dedicar toda nuestra energía a ello. Al final, el dinero y las posesiones materiales pierden su significado si no tenemos tiempo o compañía para disfrutarlo.
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