LA PERFECCIÓN ESPIRITUAL

«si alguien imperfecto acepta la perfección tendrá que reconocer que si parte de lo imperfecto su propia idea de lo perfecto será imperfecta»
 

Desear ser perfectos es una vana ilusión, podríamos decir que un rosal es perfecto o que una vaca es perfecta porque cumplen su misión específica, pero en el caso de los humanos la perfección es más compleja, ya que la dificultad humana es descubrir ¿cuál es nuestra misión, el propósito de nuestra existencia? siendo los humanos complejos tanto físicamente como psíquicamente podemos extraer mil y una conclusión sobre nuestro objetivo sobre la vida. En lo que concierne a lo espiritual los humanos tendemos a una aspiración un tanto utópica, pretendemos alcanzar la perfección, ello es debido a nuestra elaborada y compleja forma de pensar donde formulamos conceptos que tienden a polarizarse hacia los extremos.

La perfección es un concepto más que hierra en su base y fondo, a un rosal o a una vaca no le exigimos más de lo que su naturaleza puede ofrecer, pero en el caso de los humanos extralimitamos nuestra idea de perfección debido a que nuestro propio proceder racional basado en una visión dual polarizamos nuestros conceptos hacia los extremos, así en una visión dual lo imperfecto y lo perfecto se distancian enormemente sin posible reconciliación. Para los buscadores de la luz espiritual esta distancia resulta abrumadora e inalcanzable de ahí surge un agobiante sufrimiento que desespera.

Como hemos dicho el concepto de perfección parte de un error de base dado por nuestro modo dual de razonar, el modo de solucionar la dicotomía o división entre lo perfecto y lo imperfecto y ante cualquier dualidad consiste en unificar los polos contrarios que son siempre complementarios, ya que no puede existir arriba sin abajo, ni exterior sin interior, etc. En la tradición cristiana se dice que: “perfecto solo es el Padre que está en los cielos”, por lo que todos aquellos que nos situamos por debajo del Padre y del cielo somos imperfectos, de modo que si nos situamos por debajo de lo perfecto no nos queda más remedio que asumir nuestra naturaleza imperfecta por el resto de nuestras vidas, ante esta situación tenemos dos opciones o vivir asumiendo que somos imperfectos sin que ello nos afecte aunque seamos borrachos, pendencieros y unos golfos irremediables o en el caso de buscar una vía espiritual asumir con endereza nuestra imperfección aunque ello nos angustie por el resto de nuestras vidas. Asumir la imperfección en una vía espiritual se puede sobrellevar si aceptamos con humildad que somos escoria y que nuestra naturaleza es ruin, esta es una postura dolorosa pero la humildad nos permite sobrellevarla.

Una alternativa al dicho de que “perfecto solo es el Padre que está en los cielos” es comprender que esta idea surge o la asumimos por parte de uno mismo, es decir que este dicho es una idea más como cualquier otra surgida de nuestro modo racional de ver la dualidad o los polos contrarios, así siempre nos encontramos en un debate dualista. El Padre todo perfecto se encuentra tanto fuera como dentro de nosotros, Él en realidad somos nosotros mismo, pues forma parte de nuestra concepción espiritual, forma parte de nuestra propia visión, el Padre no es un ente externo o separado de nosotros mismo, al situarlo en el cielo no hacemos otra cosa que ubicarlo en nuestra concepción o idea propia del cielo, por tanto, Él se encuentra dentro de nosotros en nuestro interior y por su puesto fuera y en el exterior de uno mismo. Si comprendemos que nosotros y el Padre somos Uno en sí mismos, la dicotomía o división se disuelve cesando todo conflicto contradictorio.

Alcanzar la perfección en la unidad no-dual es ver y comprender que lo perfecto asume con naturalidad lo imperfecto y que tanto lo perfecto como lo imperfecto se aúnan en una simbiosis ajena a cualquier conflicto, enfrentamiento, lucha o batalla entre lo bueno-perfecto y lo malo-imperfecto. La perfección seria imperfecta si no asumiera sus faltas, sus defectos, sus carencias, etc. En el evangelio de San Juan dice Jesucristo: “El Padre y yo uno somos” siendo que Cristo asume los pecados del mundo, esto significa que el Padre todo perfecto y su Hijo unidos asumen sin división ni separación lo perfecto y lo imperfecto.

Ser humildes significa asumir nuestra imperfección, pretender o desear la perfección es caer en una soberbia desorbitada, fantástica y absurda. Si no somos capaces de reconocer nuestras carencias, defectos, faltas, etc. entonces la vía espiritual se tornará en un tormento inextinguible. Suponer que un maestro espiritual es perfecto es una ilusión una fantasía un engaño, si alguien imperfecto acepta la perfección tendrá que reconocer que si parte de lo imperfecto su propia idea de lo perfecto será imperfecta.

En conclusión, toda nuestra visión o concepción tanto materialista como espiritual de la vida surge de uno mismo, por tanto, es un error de base separar o dividir cualquier aspecto de la vida que nos rodea. Al Padre lo concebimos nosotros mismos, Él somos nosotros mismos, Él no está separado de nosotros ni nosotros de Él somos uno en sí mismo. Si rezamos sintiendo que el Padre es perfecto y nosotros imperfectos la distancia que concebiremos será abrumadora, en cambio, si rezamos comprendiendo que el Padre y nosotros somos uno mismo la cercanía será gratificante.

Atentamente:

Rafael Pavía

https://conciencianodual.blogspot.com/2022/03/la-perfeccion-espiritual.html

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.