A principios de este mes, la Policía Nacional española detuvo en Tarragona al bloguero y político ucraniano Anatoli Sharí, acusado por Ucrania de “alta traición” y “violación de la segurdad nacional” por sus posiciones pro-rusas.
La detención se dio en el marco de una operación dirigida por la Brigada de Información de Cataluña que llevaba gestándose varias semanas junto al Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), la Oficina del Fiscal General y la Policía española, según informaron las autoridades.
Después de declarar en la Audiencia Nacional, Sharí quedó en libertad condicional con medidas cautelares y queda a la espera de que se decida si será extraditado a Ucrania, según ha informado su abogado, Gonzalo Boye.
Para el SBU, Sharí “llevó a cabo actividades ilegales en detrimento de la seguridad nacional de Ucrania en el ámbito de la información” y señalan que el bloguero difunde desinformación al servicio de Rusia y podría ser condenado a más de 15 años de prisión.
Desde la defensa de Sharí aseguran que es una persecución política de Zelénski por ser un opositor a su gobierno, con la complicidad del gobierno de España. El propio Sharí declaró y escribió en numerosos medios que condena la invasión rusa y clasifica el ataque como una agresión al pueblo ucraniano.
Pero nada de esto le importó al Servicio de Seguridad Ucraniano (SBU), que señaló que “la evidencia de la investigación está confirmada por una serie de estudios de expertos, que establecieron que en las entrevistas y discursos de Sharíy hay pruebas de sus actividades subversivas contra Ucrania“.
Cabe recordar que Sharí lanzó su propio partido político en 2019 y participó en las elecciones parlamentarias de ese año obteniendo un 2,23% de los votos a nivel nacional pero logrando meter bastantes concejales a nivel local, lo cual lo convirtió en una importante figura de la oposición.
Según el SBU, ese año repartió material de campaña con un mapa de Ucrania sin la península de Crimea, lo cual fue interpretado como un apoyo a la anexión rusa del 2014, y por esto y otras expresiones, fue imputado por alta traición.
Entre la demás “evidencia”, el SBU destacó una serie de posteos criticando el Euromaidán, una protesta popular masiva en contra del presidente pro-ruso Viktor Yanukóvich que resultó en su renuncia. Finalmente terminó siendo reemplazado por Petro Poroshenko, un empresario ligado a Estados Unidos.
Sharí expuso correctamente que el Euromaidán fue financiado por el Departamento de Estado de Obama, y que fue una revuelta planificada para sacar a Ucrania de la esfera de influencia de Rusia y depositarla en la de Estados Unidos.
Al periodista no le quedó otra opción que irse de Ucrania, y en 2020 se mudó a España. Desde ese año vive en Tarragona con su familia y no se presentó a declarar cuando fue citado por el SBU por el caso en su contra. El año pasado había solicitado protección judicial en varias oportunidades debido al “acoso” que decía sufrir por parte de otros ciudadanos ucranianos y de los servicios ucranianos.
En una entrevista con el diario El País, Sharí había denunciado ser víctima de persecución política y dijo que “Ucrania utiliza las instituciones españolas para agredir a un opositor. España cree que trata con un país democrático y una justicia independiente, no es así”.
Desde ya que para que la denuncia en su contra tenga más sustento, también se lo acusó de cobrar dinero del gobierno ruso, algo que todavía no fue respaldado con evidencia. Sharí se defiende argumentando que su acomodado estilo de vida y su casa en España, valuada en 670.000 euros son producto de sus ingresos generados por su canal de YouTube y su página web, ambas prohibidas en Ucrania.
Diversos críticos de la medida indican que España no debe intervenir en la situación ya que atenta con la libertad de expresión, otros ven a Sharí como un criminal que atenta contra su Nación. Lo cierto es que ahora Ucrania tiene 40 días para decidir si extradita al bloguero y lo juzga en su territorio, con todo lo que eso conlleva en medio de una guerra, o si lo deja en las manos de la justicia española.