Le llegó ese poema de Alfonsina Storni.
«Quiero un amor feroz de garra y diente
que me asalte a traición en pleno día
y que sofoque esta soberbia mía,
este orgullo de ser todo pudiente».
Evocó los boleros de amor desesperado
que tanto le gustaban en su primera juventud.
Por un momento sintió un atisbo de desinterés
pero siguió leyendo.
«Quiero un amor feroz de garra y diente
que en carne viva inicie mi sangría…»
De repente apareció Vajrayoguini,
con sus colmillos desgarradores y su espada de la sabiduría
despedazando este cuerpo-trampa
en sus meditaciones.
Empezó a leer de nuevo.
«Quiero un amor feroz de garra y diente
que me asalte a traición en pleno día
y que sofoque esta soberbia mía,
este orgullo de ser todo pudiente.
Quiero un amor feroz de garra y diente
que en carne viva inicie mi sangría,
a ver si acaba esta melancolía
que me corrompe el alma lentamente.
Quiero un amor que sea una tormenta,
que todo rompe y lo renueva todo
porque vigor profundo lo alimenta.
Que pueda reanimarse allí mi lodo,
mi pobre lodo de animal cansado
por viejas sendas de rodar hastiado».
Compartió el poema con su grupo de estudio.
De qué habla Alfonsina Storni?
¿Es un amor mundano o un amor divino?
¿O es lo mismo,
cuando es lo mismo?
Qué diferencias hay entre este poema y uno de Rumi
o Teresa de Ávila.
Recordó aquel viejo dicho budista:
«Al principio veía una montaña.
Más tarde dejé de ver una montaña.
Finalmente, volví a ver una montaña
pero ya no era la misma montaña».
http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com/2022/05/sobre-el-amor-humano-y-el-amor-divino.html