Hace unos años nadie podía imaginar que las redes sociales llegarían a tener el protagonismo actual: forman parte de la vida de miles de millones de personas. Nos entretienen, nos divierten y nos instruyen, aunque también nos condicionan y nos perjudican. La influencia negativa de las redes sociales en los TCA (trastornos de la conducta alimentaria) son un claro ejemplo de ello.
El hecho de que en este canal se compartan contenidos e imágenes muy editadas o restringidas respecto al total o al todo proyecta una idea distorsionada de la realidad. Siluetas tonificadas y esbeltas, pieles satinadas y bronceadas, ausencia de arrugas, de estrías y de celulitis son algunos ejemplos de una realidad ficticia. Y dada la alta exposición a redes de una gran mayoría, recibimos esos estímulos de manera constante.
Este tipo de contenido, que además en muchas ocasiones está retocado, puede abonar ciertas inseguridades. La mayoría no le damos demasiada importancia, es cierto. Pero para alguien que tiene dificultades con la gestión de su imagen corporal, sí puede ser un factor de riesgo en lo referente a los TCA y a la salud mental en general.
Prevalencia y factores de riesgo asociados a los trastornos de la conducta alimentaria
Los TCA empezaron a ser descritos en el siglo XVII, aunque no fue hasta los años 90 del siglo XX que se publicaron los primeros estudios epidemiológicos. Se estima que entre un 4,1 % y un 6,4 % de la población española padece algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria (González et al, 2017).
El origen de los TCA es multifactorial y multicausal, no obstante existen algunos factores de riesgo descritos.
- Factores biológicos. La mayoría de personas que presentan TCA son mujeres que empiezan a manifestar los síntomas durante la adolescencia o la juventud.
- Factores genéticos. Estudios realizados en familiares estiman que la predisposición genética es una variable significativa que favorece padecer este tipo de trastornos.
- Factores psicológicos. Las personas que padecen previamente trastornos afectivos, trastornos de la personalidad, trastornos obsesivo-compulsivos o trastorno de control de impulsos presentan más frecuentemente síntomas de TCA. En cuanto a la personalidad, la baja autoestima, el retraimiento social, la insatisfacción o el perfeccionismo son características frecuentes en personas con TCA.
- Factores conductuales. Hacer dietas restrictivas, ayunos, consumir diuréticos o laxantes, tomar alcohol u otras drogas y practicar deportes de alto rendimiento o en los que el cuerpo tenga un especial protagonismo también predisponen a padecer TCA.
- Factores familiares. El contexto familiar juega un papel determinante tanto en el desarrollo de los TCA como en el mantenimiento de estos. En familias desestructuradas, conflictivas, poco cohesionadas, sobreprotectoras, rígidas, con antecedentes de TCA o de otras patologías mentales, es más frecuente que aparezcan este tipo de trastornos.
- Factores ambientales y socioculturales. Vivir en la sociedad occidental es de por sí un factor de riesgo. La presión ejercida por los medios de comunicación y las redes sociales, de las cuales hablaremos seguidamente, favorecen la aparición de los TCA.
Además, hay que tener en cuenta que cualquier acontecimiento vital estresante que se dé en cualquiera de estas áreas favorecerá el riesgo de padecer TCA. El estrés, especialmente cuando perdura en el tiempo y se convierte en crónico, es de por sí un factor clave para la aparición de cualquier TCA y de muchos otros trastornos psicológicos.
La influencia de las redes sociales en los TCA
Como hemos comentado, las redes sociales pueden potenciar que una persona desarrolle un trastorno de la conducta alimentaria.
Hay muchos estudios sobre ello, como por ejemplo el realizado por Saunders y Eaton en el que participaron 637 mujeres jóvenes que nunca habían manifestado ningún TCA. Entre las conclusiones se encontró una relación significativa entre consumir redes sociales y la presencia de TCA, una mayor vigilancia corporal o el compararse más a menudo con personas idealizadas.
En otro estudio de Wilkisch et al., se observó que las preadolescentes que tenían Facebook o Instagram eran mucho más propensas a saltarse comidas y a realizar ejercicio físico estricto si se comparaban con otras preadolescentes que no usaban esas redes.
Otros estudios parecidos corroboraban además la insatisfacción por la imagen corporal en personas que consumían redes sociales, que podríamos calificar como la emoción básica que genera las conductas descritas.
Y es que los cánones de belleza que interiorizamos, especialmente las niñas y posteriormente las adolescentes, son reforzados por las redes sociales (pronto entendemos que, por norma, las personas que hacen publicaciones que los cumplen reciben una acogida mucho mejor que aquellas que no). Además, subir contenido personal a las redes expone a las jóvenes a una evaluación para la que con frecuencia no están preparadas.
Otro factor negativo a tener en cuenta es el tiempo de exposición. García Puertas concluyó en su estudio que un mayor tiempo en redes sociales se relaciona con una mayor probabilidad de TCA, así como con una autoestima poco sana, ansiedad y depresión. Si además el tiempo que pasamos es siguiendo cuentas de salud y fitness, el efecto negativo se ve potenciado.
Reflexiones finales sobre los TCA y el uso de redes sociales
Como hemos podido deducir de los estudios comentados, el consumo de redes sociales puede incrementar el riesgo de padecer un TCA. ¿Significa esto que todos los adolescentes están en peligro de desarrollar un TCA por el hecho de consumir redes sociales? Para nada.
Las personas somos diferentes y no reaccionamos igual ante los mismos estímulos. Lo que para alguien puede ser un estímulo neutro, para otro puede ser un agravante considerable. Las circunstancias de cada persona, más los factores ya comentados, determinarán en buena parte que alguien desarrolle un TCA o no.
Las redes sociales llevan relativamente poco tiempo entre nosotros. No hay estudios a largo plazo de cómo pueden llegar a afectarnos, es algo que tendremos que ir viendo con el tiempo. No obstante, sí que hay estudios concluyentes sobre cómo pueden afectarnos a corto y medio plazo. Dada la complejidad que supone vivir en pleno siglo XXI, no está de más conocerlos para actuar de manera preventiva.
Limitar el uso de redes sociales puede ser una opción adecuada en muchos casos, sin duda. Sin embargo, hemos de entender que las redes sociales son solo un factor más, no el único. La mejor prevención es estar presente en la vida de nuestros adolescentes, que son los que más TCA padecen.
Una buena comunicación familiar, observar si hay cambios de comportamiento, de carácter o de amistades pueden darnos también muchas pistas sobre la aparición de cualquier trastorno.
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