Una de las últimas alternativas que está surgiendo para una movilidad más respetuosa con el medioambiente es la del coche de hidrógeno. Sin duda, este tipo de vehículos podían ser una solución de cara al futuro. El problema es que en la actualidad son pocas las infraestructuras y alternativas que tenemos para este campo de la automoción. Porque sí; se habla mucho del 100% eléctrico pero, ¿qué hay del que lo hace con vapor de agua?
¿El coche de hidrógeno dará un paso adelante?
Las ventas de coches eléctricos de batería, los 100% electrificados, están aumentando en toda Europa y, según el informe anual Global Electric Vehicle Outlook, ahora se venden más a la semana que en todo el conjunto de años atrás.
Asimismo, y a pesar de la creciente popularidad, la escasez de componentes clave para las baterías, como el litio, el níquel y el cobalto, podría amenazar el suministro. Lo cual hace que nos preguntemos si ha llegado el momento de centrarse en la energía basada en el hidrógeno.
O lo que es lo mismo: ¿es el turno de que el coche de hidrógeno dé un paso adelante? Lo cierto es que podríamos decir que sí, más sabiendo que la electrificación se está moviendo en todas sus formas… y sí, este tipo de vehículos sigue considerándose un eléctrico; de otra categoría, sí, pero un eléctrico.
Qué tenemos con ellos
La cuestión es que, aunque a partir de 2050 por Europa solo circulen coches cero emisiones y a partir de 2035 solo se fabriquen estos, existen muchas dudas sobre la viabilidad futura de un mundo dependiente de las baterías y sus componentes.
A diferencia del que es el híbrido y el de puro de gasolina, por ejemplo, el coche de hidrógeno todavía está muy por detrás del eléctrico en lo que se refiere a maduración de su tecnología y su desarrollo práctico (para el mundo real), pero muchos ven en él la respuesta a esa cuestión. ¿Por qué entonces apenas se habla de él?
Esto es, entre otras cosas, porque las restricciones de emisiones apremian y los fabricantes no tienen tiempo de hacer evolucionar lo suficiente ese sistema para escalarlo a una producción rentable. Ojo, que esto no significa que el coche de hidrógeno esté muerto, ni mucho menos. Lo ocurre que hoy por hoy está demasiado lejos de ser una viabilidad de verdad.
El motivo es que, al tratarse de una alternativa nueva, aún queda mucho camino por recorrer, algo que se ve en la poca variedad de modelos que hay en el mercado, sobre todo en el español. Además, existe una carencia muy grande en la red de distribución, lo que hace complicado el repostaje.
Una oferta escasa unida a un precio elevado de estos coches genera una demanda insuficiente para que las estaciones de servicio inviertan en hidrogeneras donde repostar. Y sin una red de repostaje suficiente, ¿quién se anima a comprarse un coche de hidrógeno?
Es el más ecológico, pero…
En resumidas cuentas, el vehículo de hidrógeno utiliza la reacción química que se produce entre el hidrógeno y el oxígeno para generar electricidad. Ésta pasa a una batería y, posteriormente, un motor aprovecha esta electricidad almacenada para mover las ruedas del vehículo. En el camino sólo se expulsa vapor de agua y nitrógeno. Además, cuentan con una mayor autonomía.
Por otro lado, estos vehículos están más preparados para temperaturas extremas y el mantenimiento de su motor es mínimo. Se acabaron las preocupaciones por las revisiones y los problemas tan indeseados que generan otros tipos de mecánicas.
De todos modos, es importante mencionar que, una vez producido el hidrógeno, transportarlo en grandes cantidades es, nuevamente, muy caro. Sobre todo porque es muy complicado de transportar, se exige que sea a altas presiones y temperaturas muy bajas, lo que complica su traslado. Todos estos inconvenientes están retrasando una red de hidrogeneras que se extiendan por nuestras carreteras.
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