Podríamos llamar al Buda el conquistador de las apariencias o lo mismo, la ilusión.   Su triunfo fue superar la creencia humana de que nuestro mundo es real cuando en realidad es irreal y doloroso.   Incluso podríamos llamar a nuestro mundo una ilusión de alta definición. 

Tal vez los píxeles de nuestro mundo ilusorio que lo hacen aparecer sean, precisamente, la composición o combinación más pequeña posible que es una díada (una unidad = “como si”).   Esto en el budismo es vijñāna .

Si bien la presunción del ‘yo’ es la primera en surgir en la mente del buscador, ya está combinada en una unidad.   Hay una díada implícita en esta unidad.   Cuando la pregunta “¿Quién soy yo?” se persigue no podemos ir más allá de esta condición diádica.   Incluso estar en el momento o en el aquí y ahora es esta unidad implícita pero diádica, sin embargo.

Hemos llegado, digamos, a la unidad mínima de apariencia o lo mismo un píxel.   De ninguna manera lo hemos trascendido.   Aquí comienza el llamado viaje espiritual del buscador.

Con respecto a todas las apariencias, ya sea fuera de este cuerpo de carne o dentro de él, según el Buda, todo esto no es mío, no soy esto, no es mi ser o ātman .   Así que podríamos preguntarnos: «¿Quién soy yo entonces?»   Encontrar la respuesta correcta a esta pregunta es el viaje más sutil de todos.

Ya sea que lo llamemos nirvana, satori o kensho, significa lo mismo, hemos llegado a lo trascendente o tathata . Debo agregar que esta llegada no se puede compartir con otros y menos por el idioma. El lenguaje, podríamos decir, es direccional. No puede producir misteriosamente el objeto de nuestra búsqueda o transportarnos a la revelación de nuestra naturaleza de Buda. Nuestra verdadera naturaleza siempre está aquí, pero siempre estamos mirando en la dirección equivocada.

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