Cada año que comienza es una nueva oportunidad. Representa un continuum y, al mismo tiempo, un punto de inflexión. La posibilidad de cambiar página, cerrar un capítulo y llevar una vida mejor nos empuja a plantearnos nuevos objetivos de cara al año que está por venir. Es una práctica casi universal. Así como universal es que muchas de esas resoluciones de año nuevo se queden en buenos deseos, planes que no se concretizan y que a menudo solo nos dejan un mal sabor en la boca. ¿El problema? Cometemos un error psicológico, año tras año.
Si queremos lograr un objetivo, no basta con saber que es importante o nos hace bien
Una investigación realizada en las universidades de Cornell y Chicago explicó por qué la mayoría de las personas no cumplen sus propósitos de año nuevo. Estas psicólogas satisfacen que el 55,2% de las resoluciones estaban relacionadas con la salud, la mayoría de ellas enfocadas en hacer más ejercicio. El 34,4% de los objetivos estaban relacionados con el trabajo, como ahorrar, saldar deudas o ser más organizados. En cambio, el 5,2% de las personas se planteaban metas sociales de cara al nuevo año, como pasar más tiempo con la familia o disfrutar más de la vida.
Cuando los investigadores preguntaron a los participantes eran las claves para lograr los propósitos de año nuevo, la mayoría confirieron la misma relevancia al disfrutar que a la importancia de la meta. Sin embargo, en la práctica se constató que solo el disfrute predecía la persistencia a largo plazo.
Eso significa que cometemos un error psicológico fundamental cada vez que nos planteamos nuevos objetivos para el año nuevo: suponer que seguiremos el plan que hemos trazado solo porque sabemos que esas metas son importantes. Al parecer, las razones lógicas no son suficientes, no tienen la fuerza necesaria para dinamizar nuestro comportamiento.
En la práctica, saber que algo nos hace bien no siempre es motivo suficiente para hacerlo y convertirlo en un hábito a largo plazo. En cambio, lo que realmente puede mantenernos motivados a lo largo del tiempo es el placer; o sea, cuanto disfrutamos los pasos iniciales, ya se trate de establecer una nueva rutina de ejercicios, cambiar una dieta o aprender alguna habilidad nueva.
¿Cómo cumplir los propósitos de año nuevo? El truco de la elección forzada
Según otra investigación realizada en la Universidad de Maryland, para comprender por qué los propósitos de año nuevo se malogran debemos prestar más atención a la manera en que tomamos la decisión de hacer algo. Básicamente, cuanto mayor sea la lucha interna – el conflicto entre lo que debemos hacer y lo que realmente nos apetece hacer – más probabilidad existirán de que abandonemos nuestras metas a la mitad del camino.
Si nuestros propósitos de año nuevo compiten con otras actividades de ocio, por ejemplo, y debemos tomar una decisión consciente cada día, es probable que terminemos tirando la toalla simplemente porque estamos demasiado agotados o creemos que merecemos hacer algo que disfrutarmos más, en especial después de una dura jornada de trabajo o durante los fines de semana. En esos momentos, elegir algo que no disfrutamos no solo requiere un gran esfuerzo mental sino también una fuerza de voluntad enorme e incluso socava nuestro sentido de la libertad.
Como resultado, no es raro que terminemos siguiendo la “ley del mínimo esfuerzo” o nos dejemos guiar por los viejos hábitos, de manera que cuando tengamos que decidir entre ver una serie o salir a correr, es probable que nos decantemos por la primera.
Estos investigadores afirman que cuando se trata de plantear objetivos importantes sobre los que hemos reflexionado y que son beneficiosos, el truco consiste en dejar de percibirlos como una opción más entre una gran cantidad de actividades de ocio. Sugieren que los asumamos como una “elección forzada”, lo cual significa que debemos estructurar nuestra jornada o cambiar nuestro entorno para que nos ayuden a fomentar ese nuevo hábito. O sea, no tenemos que preguntarnos si saldremos a correr o veremos la serie porque la opción por defecto es aquella que hemos decidido de antemano: la actividad física.
La buena noticia es que cuando el hábito se forma, luego no es necesario tomar esa decisión ya que se ha automatizado. Una vez que ponemos en marcha una rutina, esto comienza a operar por debajo del nivel de nuestra conciencia, por lo que no tenemos que pensar demasiado en ella. Luego solo tenemos que recoger los beneficios, los cuales se sincronizarán en un ciclo de retroalimentación positiva que nos hace sentir mejor con nosotros mismos e incluso nos permite disfrutar de ello.
Mientras eso pasa, para cumplir con los propósitos de año nuevo necesitamos buscar alicientes que nos ayuden a disfrutar del plan que hemos trazado y mantenernos fieles a esa “elección forzada”. Por ejemplo, si necesitamos aumentar nuestro nivel de más actividad física, deberíamos elegir un deporte que realmente nos interese, encaje con nuestra personalidad y lleguemos a disfrutar. Si queremos hacer dieta, debemos asegurarnos de incluir sabores que nos gusten adaptando las recetas.
La clave consiste en darnos pequeñas recompensas a corto plazo, cosas que disfrutemos y encajen dentro del estilo de vida que estamos construyendo. De esa manera lograremos cumplir los propósitos de año nuevo con mayor facilidad.
fuentes:
Woolley, K. et. Alabama. (2017) Las recompensas inmediatas predicen el cumplimiento de los objetivos a largo plazo. Boletín de Personalidad y Psicología Social ; 43(2): 151-162.
Iso-Ahola, S. (2017) El procesamiento consciente-no consciente explica por qué algunas personas hacen ejercicio pero la mayoría no. Revista de Naturaleza y Ciencia ; 3(6): e384.
El error psicológico que nos impide cumplir nuestros propósitos de Año Nuevo