La guerra de Ucrania proyectó una alargada sombra energética sobre la Unión Europea. La ruptura de relaciones diplomáticas, económicas y políticas con Rusia dejaba expuestos a numerosos estados dependientes de su suministro de gas. Las sanciones y la confrontación era permisible en verano. ¿Pero qué sucedería cuando llegara el invierno y las temperaturas comenzaran a desplomarse?
Resulta que nada.
El dato. Lo ilustra el informe en tiempo real de Reuters: la Unión Europea apenas ha gastado el 17% de sus reservas de gas desde que comenzara el invierno. Los tanques siguen llenos al 83%, una situación plácida y cómoda que dista del escenario catastrófico imaginado meses atrás. Alemania, el país más vulnerable de entre todos los grandes estados de la Unión, apenas ha quemado el 12% del gas almacenado durante la recta final de 2022.
El motivo. Basta con salir a la calle para averiguarlo: hace calor. Vivimos una de las Navidades más cálidas de todas nuestras vidas. En España los termómetros han superado los 20ºC en algunos puntos de país, mientras que en Europa la temporada de calefacciones, cuya inauguración informal se remonta todos los años al 20 de octubre, se ha retrasado ante la oleada de buenas temperaturas.
El resto del continente vive situaciones similares. Hace poco frío. El General Invierno no ha sido más que un discreto soldado este año, lo que ha permitido mantener el nivel de reservas por encima de la media de los años precedentes.
Precios. El coste de la energía ha sido la otra gran pesadilla de los gobiernos europeos en 2022. En España, la calidez del invierno ha contribuido a neutralizarla. La semana pasada se alcanzó el precio de la energía más bajo desde antes de la pandemia (6,02 €/MWh), fruto de las altas temperaturas y la escasa demanda, de las amplias reservas de gas almacenadas durante el otoño y de la recuperación de la energía hidroeléctrica gracias a cierta suavización de la sequía. En Europa, aunque de forma menos extrema, el coste del gas también se ha rebajado mucho.
Reservas, clave. Junto al calor, el rápido aprovisionamiento de reservas durante los meses del otoño ha facilitado la relajación actual. A principios de octubre España tenía sus tanques al 99%. La Unión se había propuesto llegar a noviembre con todas sus reservas al 80%. La mayoría de estados habían cumplido con su objetivo ya en octubre, si bien aquel dato estaba condicionado por la escasa demanda veraniega. En octubre las previsiones eran igualmente positivas, hundiendo el precio hasta un 70%.
¿Cómo? Europa pasó así de la gran escasez a la gran abundancia, una situación que ha mantenido gracias a un invierno muy suave. En esta finta a la crisis energética operan varios factores, entre ellos el abastecimiento desde otros países (Estados Unidos y las regasificadoras de España entre otros; pero también socios discutibles como Qatar) y el apoyo de fuentes de energía alternativas. Pero no es completa: como vimos hace algunas semanas, Europa sigue importando mucho GNL ruso. Muchísimo.
Tanto que Rusia sigue siendo el segundo exportador a la Unión. El gas natural quizá sea historia, pero el gas natural licuado sigue siendo capital para la economía europea. Y ahí la dependencia respecto a Moscú no sólo se ha reducido sino que se ha agravado. La crisis ha amainado… Pero no se ha evaporado del todo.
Imagen: Anton Romanko
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