Mejorar la comunicación

Fuente: “Soluciones prácticas” de Bernardo Stamateas.

La buena comunicación trae eficacia y buena salud a nuestra vida. De hecho, muchas de las enfermedades tienen un componente emocional y una de las causas principales son las emociones guardadas, es decir, lo que sentimos, pero no decimos.

Es importante aprender a comunicarnos porque muchos problemas en las relaciones interpersonales son, en realidad, problemas de comunicación.

Entre las dificultades más comunes podemos destacar:


Confundir lo verbal con lo no verbal

Cuando hablamos, los hacemos en dos niveles: verbal, es decir, las palabras, y no verbal, donde intervienen las señales que enviamos con el cuerpo. Si yo digo: “Estoy abierto a lo que me sugieran”, pero me cruzo de brazos, mi cuerpo está contradiciendo el mensaje.

Si, por ejemplo, una mujer le dice a su marido: “Vamos al cine” y él le dice que sí, pero hace un gesto que ella interpreta como una señal de desgana, ella dice: “Está bien, no vamos al cine” y entonces él se queja de que había dicho que sí.

Cuando “leemos” un mensaje no verbal que no coincide con el verbal, es muy probable que surjan conflictos.

Suponer

Las suposiciones son otra gran dificultad: “Yo ya sé lo que me va a decir antes de que lo diga” y, como ya lo sé, reacciono antes de que el otro se exprese o no respondo a lo que el otro dijo sino a lo que yo imagino.

Tener narcisismo negativo

Otro gran problema de comunicación se produce por el llamado narcisismo negativo que consiste en proyectar en el otro algún problema que, en realidad, tenemos nosotros y, entonces, interpretamos todo lo que alguien nos dice como un “ataque” personal.

No ser sincero

La falsedad es una fuente de conflictos.

Descalificar

Descalificar es hacer un comentario que menoscabe o desmerezca a alguien. Hay personas que dicen: “Todo eso que has hecho no sirve para nada” o “En eso te equivocas” o encuentran algún defecto a los logros de los demás.

¿Cómo podemos comunicarnos mejor?

Preguntando más

Preguntar más y afirmar menos, mejora muchísimo la comunicación. Si le hablas a alguien y tiene el ceño fruncido e interpretas que lo aburres, pregúntale más: “¿Estás cansado? ¿Está enfadado? ¿Te duele algo?”.

Es muy conveniente que en nuestras conversaciones, utilicemos fórmulas como: “A ver si te he entendido bien…” o “¿Lo que me estás queriendo decir es…?”.

Hablando amablemente

Cuando nos expresamos con amabilidad, creamos una atmósfera para el diálogo. Pero cuando hablamos con enfado, gritos, descalificando, sermoneando, criticando, quejándonos, demandando o etiquetando, surgen los conflictos.

Aprendamos a comunicarnos y a desarrollar fortalezas a través de estos dos hábitos saludables: ser específicos al hablar y decir “lo siento” cuando corresponda.

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