Tres consejos para incorporar tu práctica de meditación en tu vida diaria

Ser honestos con nosotros mismos, aprender a soltar el control, aceptar quiénes somos y que tenemos limitaciones, son tres consejos que de acuerdo con Diego Garcia, nos ayudan a incorporar nuestra práctica de meditación con nuestras vivencias del día a día.

Foto por Isabell Winter

Es muy común que al empezar a familiarizarnos con la meditación perdamos de vista la relación que tiene nuestra práctica con nuestra vida cotidiana y con las emociones de nuestra vida diaria. Separamos nuestras sesiones en el cojín de meditación de nuestra experiencia diaria, de nuestras vivencias, encuentros, negociaciones, alegrías, frustraciones, traumas.

En su primera enseñanza, el Buda enseñó las Cuatro Verdades Nobles: el sufrimiento, las causas del sufrimiento, la cesación del sufrimiento y el camino para terminar con el sufrimiento. El sufrimiento del que Buda habló está condicionado por sus causas, las cuales se pueden resumir en tres causas: enojo, apego, e ignorancia, los tres venenos que experimentamos todos los días.

Podemos entender conceptualmente los tres venenos, pero cuando surgen en nosotros ¿Analizamos de dónde vienen? ¿Los relacionamos con nuestras sesiones de meditación? ¿Hacemos de esas experiencias parte de nuestra práctica?

El enojo, por ejemplo, puede surgir del miedo, el miedo de la incertidumbre, y esta última de no contemplar que todo cambia. Hacernos estas preguntas y observar nuestras emociones es crucial para que nuestra meditación surja efecto y tenga impacto en nuestras vidas.

Reconocernos como lo que somos es el primer paso para poder conectar el cojín con nuestra vida diaria. La práctica de meditación, aunque puede ser la misma para muchos y las emociones perturbadas son las mismas para todos, nuestros hábitos, nuestro entorno, nuestra historia y por lo tanto nuestra reacción sí son muy particulares.

He tenido la fortuna de recibir instrucciones de meditación de grandes maestros de budismo tibetano. Sin embargo, valoro de la misma forma su constante consejo y ejemplos prácticos para implementarlas, ya que como empresario, amigo, pareja, coach…. constantemente se evidencian mis emociones y  conectar la teoría con la práctica, la práctica con las vivencias ha sido crucial en mi vida. Ser honestos con nosotros mismos, aprender a soltar el control, aceptar quiénes somos y que tenemos limitaciones son tres consejos que son de mucha ayuda para esta conexión.

Honestidad conmigo mismo

Quiero cambiar pero no puedo. Mis hábitos me dominan. Me esfuerzo en mi práctica pero veo pocos resultados. Todos hemos pasado por ahí. Vivimos en una sociedad dinámica y exigente. La falta de tiempo, los compromisos laborales, las metas, los deseos, el crecimiento financiero, profesional, el éxito familiar y el qué dirán marcan la pauta de nuestras vidas. ¿Qué va a decir mi jefe? ¿Qué va a decir mi amigo? ¿Qué van a pensar mis hijos? ¿Qué va a decir la sociedad?

Pero el mayor problema no es ese, sino la negación de ello. Es muy común la negación de cualquier comportamiento del cual no nos sintamos orgullosos. Preferimos decir: “No soy controlador”. “No soy perfeccionista”. “No soy egoísta”. “No soy manipulador”. “No tengo estrés”.

La negación puede ser inconsciente debido a la falta de introspección y por nuestra costumbre de no ser honestos con nosotros mismos. Así que el primer paso es reconocerlo con amor y humildad, e ir descubriendo y pelando las capas de nuestras emociones, de nuestros hábitos.

Si quiero dejar de enojarme, además de familiarizarme con mi mente y entrenarla más para que la experiencia del enojo se vuelva más reconocible y manejable, tengo que saber ¿porqué me enojo? que es una capa más profunda que simplemente saberme enojado. Y saber que está bien.

Reconocernos como lo que somos es el primer paso para poder conectar el cojín con nuestra vida diaria. La práctica de meditación, aunque puede ser la misma para muchos y las emociones perturbadas son las mismas para todos, nuestros hábitos, nuestro entorno, nuestra historia y por lo tanto nuestra reacción sí son muy particulares.

Suelto el control 

Es posible que la conducta de un colega del trabajo me haga enojar, pero ¿porqué me enojo? ¿Porque sus acciones podrían afectar mi desempeño y afectar cómo me percibe mi jefe?

Es posible que la impuntualidad de mi pareja cuando tenemos un compromiso con alguien más me haga enojar, pero ¿porqué me enojo? ¿Por que haré esperar a alguien? o ¿porque me verán como impuntual? Es posible que el comportamiento de mis hijos me desespere y me enoje  ¿es porque quiero que mis hijos sean buenos y ejemplares? o ¿porque me da miedo que crezcan mal educados? o tal vez, porque no tengo el control de la situación y en el fondo soy una persona controladora.

Todas estas razones son válidas y son normales. Nos afectan porque no tomamos en cuenta que no podemos tener el control, que la forma en cómo nos afecta lo que sucede es parte de nuestros hábitos, una simple consecuencia de nuestras acciones pasadas que nos hacen relacionarnos emocionalmente con ese evento de esa forma en particular. Tomar en cuenta que todo lo que sucede es interdependiente de causas y condiciones es clave y en el juego de la interdependencia, ¡también están los demás!  Mi colega, mi pareja, mis hijos, tienen un rol que jugar, un actuar, un algo que decir, su propia historia….. Es difícil sentir que perdemos el control, pero cuando lo soltamos es liberador, porque poco a poco nos damos cuenta que nunca hemos tenido el control.

No tenemos el control y nunca nada será perfecto si no realizamos que así ya es perfecto.

Abrazo mis limitaciones

De acuerdo con el maestro Tibetano Dilgo Khyentse Rinpoche, las características que nos ayudan a ser un buen practicante budista es estar conscientes de nuestras limitaciones, con una auto reflexión honesta que no nos paraliza. “En mi caso, la gran montaña de mis defectos hace que el Monte Meru se vea pequeño…mientras contamino los vientos con el hedor de mi karma y mis emociones, consciente de mis defectos sin esconderlos de mí mismo”. Impulsados por una motivación más fuerte que cualquier concepto limitado de nosotros mismos, somos capaces de trascender nuestras limitaciones para actuar por un bien mayor.

La práctica más importante a veces es simplemente reconocer que lo que somos, quiénes somos, es suficiente. Aceptar nuestras limitaciones, nuestros defectos y estar en paz con ellos. Ya somos perfectos en donde estamos, hay que seguir trabajando desde ahí. La frustración del “no soy suficiente”, “no he practicado suficiente”, “siguen emergiendo mis emociones negativas”, valida, fortalece y ratifica esas emociones. La compasión, el amor y la paciencia debe de empezar con nosotros mismos y así las emociones negativas se irán debilitando.

El perfeccionismo y el éxito son totalmente opuestos a lo que apunta el Dharma. El reconocimiento, la realización de que no hay bien ni mal, éxito o fracaso es el camino a la verdad.

Con nuestra práctica sentados, podemos estar más conscientes y atentos. Y con honestidad, amor y humildad reconocemos quiénes somos. Soltando, habremos dado el primer paso para vivir en paz con nuestras emociones de cada día y desde esa paz, trabajar con ellas y ser de beneficio para los demás.

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