¿Existen las olas gigantes?
En la película Poseidón (2006), un lujoso transatlántico es embestido por una olas gigantes mientras atraviesa aguas tranquilas en noche clara y perfumada. El gran barco parece un animalito indefenso a punto de ser engullido por las fauces de una inmensa criatura. Como el film tampoco da más de sí, al salir del cine la única e inevitable pregunta es: ¿Será algo así posible?
Las olas gigantes sirven de motivo para un buen número de leyendas. La literatura, oral y escrita, en ocasiones va por delante de la ciencia. Los relatos de marineros que se hacían eco de encuentros con olas gigantes, en medio de aguas tan plácidas como las de un estanque, fueron durante mucho tiempo puestos en cuarentena por científicos y oceanógrafos. Los espectadores ajenos al debate, pero interesados por el hecho innegable de la repetida desaparición de barcos en alta mar, no sabían muy bien a qué atenerse.
Los últimos veinticinco años han aportado grandes avances en la aclaración del misterio, pero no sin abrir nuevos interrogantes. Los científicos no dudaban tanto de la existencia de las olas gigantes, como de sus supuestas dimensiones mastodónicas. Además, tendían a considerarlas fenómenos extremadamente raros, únicos, improbables. La sorpresa es que los datos que ahora manejamos parecen indicar todo lo contrario.
Una de las primeras pruebas visuales de olas gigantes la proporcionó la fotografía, realizada por un tripulante, del impacto de una de tales olas contra el superpetrolero Esso Languedoc. Eran aguas sudafricanas y corría el año de 1980. «Se parecía a los blancos acantilados de Dover» dijo por su parte el capitán del Queen Elizabeth II en 1995, tras haber tenido un encontronazo, afortunadamente sin consecuencias, con otra ola gigante durante una tormenta en el Atlántico norte.
Los daños sufridos por el Caledonian Star y por el Bremen en el 2001 fueron mucho más graves. Las ventanas del puente, a treinta metros de altura, reventaron ante la fuerza de una super-ola que se les vino encima. Pero quizá lo más impactante sean las palabras recogidas en la prensa de uno de los marineros del Norwegian Dawn, que en el 2005 recibió el impacto de tres grandes olas consecutivas, en las aguas de Georgia (USA): «El mar estaba totalmente en calma cuando una ola de más de veinte metros pareció salir del aire. Nuestro capitán dijo que, en veinte años, jamás había visto nada igual».
Tales testimonios han sido corroborados por un proyecto europeo, el Max Wave. Los información vía satélite ha confirmado la existencia de olas gigantes con datos sorprendentes: están más extendidas en los océanos y son más frecuentes de lo que se hubiera podido imaginar. Sin embargo, respecto a la causa o al conjunto de causas que las provocan la comunidad científica no es unánime. En este campo, las investigaciones más relevantes se realizan en EEUU, donde mediante simulaciones informáticas se intenta desentrañar el misterioso origen de las grandes olas.
Publicado en: Realidad o Ficcion