¿Eres la piedra o el escultor? Parejas que se esculpen mediante el Efecto Miguel Ángel

Efecto Miguel Angel

Si piensas “soy mejor persona cuando estoy con mi pareja” o crees que “mi pareja saca a la luz mi mejor versión”, es probable que estés bajo el influjo del “efecto Miguel Ángel”.

Todos somos, en cierta medida, permeables. “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la masa”, escribió John Donne. No podemos escapar del todo a la influencia de los demás, en especial de las personas más cercanas, cuyas expectativas sobre nosotros terminan influyendo en nuestras decisiones e incluso moldeando nuestra personalidad.

No se trata, necesariamente, de algo negativo. Para vivir en sociedad debemos saber adaptarnos. Para mantener relaciones satisfactorias debemos ser sensibles a las necesidades de los demás. Incluso por nuestro propio bienestar emocional, debemos ser capaces de navegar por el complejo mundo de las relaciones humanas con la menor cantidad de conflictos posible.

¿Qué es el Efecto Miguel Ángel?

El efecto Miguel Ángel se refiere al proceso de “modelado” que se produce en las parejas con el objetivo de lograr que cada miembro desarrolle su “yo” ideal. En práctica, cada persona “esculpe” al otro para promover las características positivas.

Cuando una persona ve a su pareja bajo una luz favorecedora y se relaciona partiendo de esa imagen positiva, transmite de manera directa e indirecta sus expectativas, las cuales terminan influenciando los comportamientos, actitudes y decisiones del otro.

Miguel Ángel, el pintor y escultor del Renacimiento, creía que esculpir era liberar las formas ideales que se escondían en un trozo de mármol. Por esa razón, el psicólogo estadounidense Stephen Michael Drigotas utilizó esa metáfora para referirse al fenómeno mediante el cual, las personas que mantienen una relación romántica se moldean entre sí para sacar el “yo” ideal del otro.

Los 3 pasos del proceso escultor, ¿cómo las parejas se van moldeando?

El efecto Miguel Ángel es un proceso largo, que generalmente ocurre de manera inconsciente, mediante el cual los miembros de la pareja alimentan una serie de expectativas sobre un “yo” ideal, las proyectan y confirman, de manera que ayudan al otro a convertirse en esa persona y desarrollar las cualidades deseadas.

  1. Formación del “yo” ideal. El efecto Miguel Ángel comienza cuando nos formamos una imagen ideal de la otra persona, la cual muchas veces tiene su origen en las etapas iniciales de enamoramiento, pero va cambiando a lo largo del tiempo, a medida que descubrimos las nuevas potencialidades de la pareja.
  2. Reforzamiento positivo del “yo” ideal. Las relaciones interpersonales son como una danza en la que cada movimiento es una respuesta sincronizada al movimiento del otro. Muchas veces, sin darnos cuenta, reforzamos los comportamientos positivos de nuestra pareja al destacar las cualidades que nos agradan.
  3. Desarrollo del “yo” ideal. La validación que recibimos de la pareja hace que sea más probable que los comportamientos deseables se instauren como patrones estables, conduciendo al desarrollo o reforzamiento de ciertas cualidades que favorecen la relación.

Este proceso de modelaje se suele producir a través de diferentes mecanismos de selección de los comportamientos y cualidades deseables en el otro, como señalaron psicólogos de la Universidad Metodista del Sur:

  • Selección retroactiva. Se trata de un mecanismo que interviene después de que se ha producido un comportamiento, a través de la recompensa o el castigo. Por ejemplo, cuando dejamos entrever a nuestra pareja que nos gusta su comportamiento atento, después de haber tenido un detalle con nosotros.
  • Selección preventiva. Se produce cuando iniciamos una interacción que promueve ciertos comportamientos en la otra persona, empujándola en esa dirección. Por ejemplo, podemos tener detalles con nuestra pareja para que comprenda que es algo que valoramos positivamente, lo cual fomentará una contrapartida.
  • Selección situacional. En este caso, generamos situaciones en las que es probable que se produzcan los comportamientos deseables. Por ejemplo, si valoramos la extraversión en nuestra pareja, podemos quedar con los amigos y hacer planes con los demás para que pueda desarrollar sus habilidades sociales.

De cierta forma, el efecto Miguel Ángel es una especie de profecía autocumplida, por lo que se parece al efecto Pigmalión. De hecho, se trata de un fenómeno que los profesores conocen muy bien ya que la imagen que se forman de sus estudiantes termina influyendo en el rendimiento académico de estos puesto que, inconscientemente, les envían señales de que pueden lograrlo o, al contrario, los desaniman a esforzarse.

Todos somos piedra y escultores a ratos – y no es algo malo

A ratos, todos somos la piedra o el escultor. Nuestras expectativas moldean a nuestra pareja, así como sus expectativas nos moldean. De hecho, el efecto Miguel Ángel es un fenómeno mutuo en el que ambos se esculpen y cambian para construir una relación más satisfactoria para los dos.

Algunas personas podrían ver ese proceso de modelado como una “violencia” que los “obliga” a alejarse de su “yo” auténtico. Sin embargo, lo cierto es que nuestra esencia va mutando, lo queramos o no, y las personas que nos rodean influyen en la dirección que tomamos.

Aunque la visión individualista de la sociedad nos empuja a plantearnos metas y alcanzarlas en solitario, lo cierto es que contar con el apoyo y la ayuda de los demás puede facilitarnos enormemente el camino. Si queremos llevar un estilo de vida más saludable, por ejemplo, nos resultará más fácil si nuestra pareja se suma a ese cambio de hábitos.

Un estudio llevado a cabo en el University College de Londres comprobó que tanto las mujeres como los hombres tienen más probabilidades de dejar de fumar, hacer más ejercicio o perder peso si su pareja se suma al desafío de vivir de manera más saludable.  A través de mil formas diferentes, las relaciones cercanas pueden impulsar u obstaculizar nuestro progreso.

Otra investigación realizada en la Universidad de Colonia, por ejemplo, reveló que las personas que se sienten muy satisfechas en su relación de pareja se sienten más seguras y tienen una mayor sensación de control cuando persiguen sus objetivos. Sin duda, cuando la pareja se convierte en una fuente de estabilidad, nos sentimos más confiados para perseguir nuestras metas y desplegar nuestro potencial.

De hecho, a veces el efecto Miguel Ángel puede conducirnos por derroteros insospechados. El influjo de nuestra pareja puede sacar a la luz facetas que no conocíamos o nos daba miedo explorar. Al sacarnos de nuestra zona de confort emocional, brindándonos la dosis justa de apoyo y seguridad, podemos crecer y ampliar nuestras perspectivas sumando nuevas pasiones, intereses, habilidades o cualidades a nuestro arsenal individual.

El lado oscuro del Efecto Miguel Ángel que debemos evitar

El efecto Miguel Ángel no consiste en idealizar a alguien haciendo caso omiso a quién es o alimentar expectativas irreales que pongan contra las cuerdas a la otra persona, haciéndole sentir inadecuada. No se trata de imponer al otro una forma de comportamiento.

El escultor que quiera esculpir adecuadamente un bloque de piedra, no solo debe ser habilidoso con sus herramientas sino que también debe ser capaz de intuir la forma ideal que duerme bajo ese bloque. Eso significa entender a la persona, ponerse en su lugar, conocer sus potencialidades y, obviamente, ayudarla a sortear los obstáculos y superar sus temores.

De hecho, psicólogos de la Universidad de Londres comprobaron que para que el efecto Miguel Ángel tenga éxito – tanto a nivel personal como de pareja – es esencial que el “yo” ideal que impulsa el otro esté en consonancia con nuestros ideales y los cambios que deseamos hacer. Por tanto, la pareja actúa más como catalizadora del cambio, lo cual evita que nuestra autonomía se vea amenazada.

Ver a nuestra pareja bajo una perspectiva positiva, siendo conscientes de sus potencialidades, nos ayudará a evitar conflictos innecesarios. También nos permitirá limar asperezas y contribuye a transmitir nuestras expectativas sobre la relación. De esta forma no se entablará un diálogo de sordos en el que cada miembro se esfuerce por complacer al otro, sin lograr resultados. El efecto Miguel Ángel nos ayuda a comprender qué valora nuestra pareja, para satisfacer sus necesidades en la medida de lo posible. Y viceversa.

La clave para diferenciar esa influencia positiva de la manipulación o la imposición radica radica en nuestro interior. Si al lado de nuestra pareja hemos crecido, explorado nuevas facetas de nosotros mismos y sentimos que nos hemos convertido en una persona mejor o más completa, entonces su influencia es beneficiosa.

Obviamente, ese influjo positivo debe ser mutuo. El efecto Miguel Ángel prevé reciprocidad. No se trata de moldear al otro a nuestro gusto, sino de ayudarle a sacar su mejor versión mientras nos comprometemos a desarrollar nuestro mejor “yo”. Se trata, en definitiva, de crecer juntos mirando en la misma dirección.

Fuentes:

Hofmann, W. et. Al. (2015) Close relationships and self-regulation: How relationship satisfaction facilitates momentary goal pursuit. J Pers Soc Psychol; 109(3):434-52.

Jackson, S. E. et. Al. (2015) The Influence of Partner’s Behavior on Health Behavior Change The English Longitudinal Study of Ageing. JAMA Internal Medicine; 175(3): 385-392.

Rusbult, C. E. et. Al. (2009) The Michelangelo Phenomenon. Current Directions in Psychological Science; 18(6): 305-309.

Drigotas, S. M. et. Al. (1999) Close partner as sculptor of the ideal self: behavioral affirmation and the Michelangelo phenomenon. J Pers Soc Psychol; 77(2): 293-323.

¿Eres la piedra o el escultor? Parejas que se esculpen mediante el Efecto Miguel Ángel

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