No hay nada que no sea el cuerpo de Dios.

Sin saber cómo ha sido, la primavera abre sus puertas.

Los designios de la Vida sin inescrutables.
Y este yo tan poca cosa, con tan poco poder.
Esta es una certeza común a tantos caminos y tradiciones
(«Inshallah», «Si Dios quiere»).
La pequeñez del ser aparentemente separado.
Sólo las culturas/religiones que veneran la materia y el individualismo
se empeñan en «empoderar» lo que es inempoderable.

No sabes cómo, quizás kármicamente, por la costumbre,
aparece una ola de duermevela,
como un cielo cubierto, la bruma en el aire, las lentes desenfocadas.
Y de repente se levanta la niebla y aparece el paisaje extenso y colorido, tan nítido.
Y qué has hecho tú para que eso ocurra?
Probablemente nada.
Quizás la simple inmersión, sin resistencia, la entrega,
y la misma ola te lleva a otro lugar,
en este peregrinaje soñado.

Y de repente aquí está la primavera.
La misma de antes pero también otra.
El canto de las golondrinas de antes
pero ahora es otro, aunque suene igual.
El aire seco cargado de polen invisible
que en algún momento te produce alergias y rechazos,
de repente está cargado de Dios, el cuerpo de Dios
manifestado en el aire y sus aromas.
La certeza hecha vivencia:
No hay nada que no sea el cuerpo de Dios.

http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com/2023/05/no-hay-nada-que-no-sea-el-cuerpo-de-dios.html

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