Solemos pensar que la envidia es un sentimiento de tristeza o enojo cuando no tenemos lo que posee otra persona o carecemos de cualidades que valoramos en los otros. Sin embargo, lo cierto es que las ramificaciones de este sentimiento universal van más allá de desear las posesiones o cualidades del vecino. Y en el ámbito de la pareja, la envidia puede jugarnos una mala pasada.
La envidia no es todo lo que nos han contado
La palabra envidia proviene del latín invidere, que significa “poner la mirada en algo”, normalmente aquello de lo que adolecemos, pero deseamos. No obstante, también significa “no mirar directamente”, sino con los ojos de otra persona.
Cuando sentimos envidia, no miramos las cosas tal como son, sino que las vemos a través de la mirada de los demás. No intentamos dilucidar por nuestra cuenta lo que estamos viendo, sino que nos preguntamos cómo lo verán los demás.
La envidia no es simplemente desear lo que tiene el otro, sino que va mucho más allá. Nos empuja a olvidarnos de nosotros mismos, de nuestras luchas y victorias, para enfocarnos únicamente en los éxitos de los demás. De cierta forma, hace que nos olvidemos de nuestras necesidades e ilusiones para desear lo que tienen los otros.
En el fondo, la envidia también implica no fiarnos de nuestro juicio e intuición. Significa que no prestamos suficiente atención a nuestros sentimientos o necesidades. Al contrario, nos basamos en los demás – en lo que tienen, hacen o son – para formarnos una opinión o incluso vertebrar nuestra vida.
Sin embargo, cuando no somos capaces de mirar con nuestros propios ojos y usamos la perspectiva de los demás, caemos en la trampa del conformismo y nos sometemos a las expectativas sociales.
No es casual que Cicerón dijera que “nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro”. En vez de ser personas independientes y decidir libremente, decidimos mirar el mundo a través de la lente de los demás, asumiendo que lo que está bien para ellos – lo que les ha funcionado, satisface o hace felices – también lo estará para nosotros. Obviamente, no es así.
La trampa que nos tiende la envidia al elegir pareja
En el terreno del amor, el elemento conformista que proviene de la envidia puede jugarnos muy malas pasadas. De hecho, se convierte en una trampa mortal que nos lleva a tomar pésimas decisiones de las que después podemos arrepentirnos – aunque a menudo demasiado tarde.
En este caso, la persona, en vez de prestar atención a sus sentimientos en el momento de elegir a la pareja, primero considera lo que piensan los demás. En vez de mirar dentro de sí para intentar descifrar lo que siente, mira fuera para decidir según las opiniones de los otros.
Si la relación prosigue, es probable que esa persona pase gran parte de su vida al lado de alguien que no ha elegido de manera completamente libre, sino basándose en las opiniones de los demás. En esos casos, la persona desoye su intuición y deseos para priorizar lo que quiere su círculo de confianza. No elige por sí misma, sino que se decanta por la pareja que le gusta a los demás.
En esos casos, cuando se elige buscando la aprobación y el beneplácito ajeno, existen grandes probabilidades de que la relación sea un fracaso o no resulte satisfactoria. Cuando la envidia – entendida como aquellas decisiones que se toman teniendo en cuenta lo que piensan y desean los demás, mirando a través de sus ojos – entra en acción, la individualidad desaparece.
No necesitas más aprobación que la tuya
La elección de la pareja es, probablemente, una de las decisiones más importantes de nuestra vida. Se trata – al menos en teoría – de la persona con la que pasaremos el resto de la vida, así que debemos asegurarnos de que sea la persona adecuada.
Por supuesto, sería ideal que entre esa persona y nuestra familia y amigos existiese una buena conexión emocional, pero debemos recordar que no necesitamos más aprobación que la nuestra y que no es necesario escudriñar más allá de nuestros sentimientos en el momento de decidir a quién queremos a nuestro lado.
Decantarse por la persona que agrada a los demás – a veces incluso buscando generar envidia en los otros – suele ser una receta para el fracaso. Asegúrate de tomar esa decisión vital con la vista puesta solo en vosotros dos. No mires con los ojos de los demás porque correrás el riesgo de elegir lo que resulta mejor para ellos, no para ti.