Quien ve la inacción en la acción, y la acción en la inacción, es sabio entre los hombres, un yogui que ha cumplido todas sus obligaciones.
Quien ha abandonado todo apego a los frutos de su acción, y siempre está satisfecho sin ampararse en nada, aunque se implique en una acción, no realiza ninguna acción.
Bhagavad Gita (IV)
Introducción
El Vedanta es una escuela de filosofía dentro del hinduismo. En sánscrito «veda» significa «conocimiento, sabiduría» y «anta» se traduce como «final, conclusión». Por tanto, vedanta podría transcribirse como: a) la culminación de la sabiduría, y b) la parte final de los Vedas, en sentido cronológico.
Tradicionalmente, las tres fuentes doctrinales del Vedanta son, por orden de importancia:
- Las Upanishads, texto de metafísica escrito en el primer milenio a.C.
- El Vedanta Sutra.
- La Bhagavad Gita, poema compuesto por 700 versos que, a su vez, está incluido dentro del texto épico-religioso Mahabharata, compuesto en el siglo III a.C.
También se considera como parte de la doctrina Vedanta una serie de tratados preliminares a esta tradición denominados prakarana granthas, textos introductorios, mayoritariamente escritos por el sabio Shankara (788-820) y que comentan los tres textos principales anteriormente descritos. Los prakaranas incluyen, entre otros:
- El Atma-bodha (conocimiento del propio yo) de Shankara.
- El Viveka-Chudamani (la joya suprema del discernimiento) de Shankara.
- El Drig-Drysa-Viveka (discernimiento entre el veedor y lo visto) de Shankara.
- El Vedanta-Sara (esencia del Vedanta) de Sadananda.
Se dice que la esencia de las Upanishads se asienta en la afirmación de la no-dualidad sujeto-objeto. Una de las citas más famosas es la del Brihadaranyaka Upanishad (Madhavananda 1975, págs. 474-475) que dice:
Cuando hay dualidad uno ve, huele, oye, habla, piensa o es consciente, por así decirlo, de algo. Pero cuando el conocedor se ha convertido en el yo, ¿qué podría uno oler y a través de qué? ¿A través de qué podría uno conocer el conocimiento?
¿A través de qué ―oh, Maitreya― puede conocerse al Conocedor?
En la sloka 4 del Atma-bodha se asegura:
A causa de la ignorancia producida por una errónea comprensión, el Ser no-dual aparece como finito y delimitado a «nombre y forma». Cuando la ignorancia es destruida, el Ser no-dual, que no admite ninguna multiplicidad, revela al Sí Mismo cuya verdadera naturaleza es no-dual, tal como el sol se revela cuando las nubes se apartan.
Esta visión no-dual abarca, dentro del Vedanta, sobre todo a la escuela Advaita, que significa literalmente «no-dual». Está representada, principalmente, por el filósofo advaita Shankara, quien dedica a este tema un libro completo, el Vakyavritti.
Ramana Maharshi, tal vez el místico advaita más reconocidos del siglo XX, describiendo la no-dualidad y las características del yo afirma (Maharshi,1971):
Cuando la mente se proyecta hacia el exterior, el mundo asume una realidad objetiva aparente y abandona su identidad con el yo. Por ese motivo, en tal caso, se nos oculta la verdadera naturaleza del yo. Cuando, por el contrario, actualizamos la naturaleza del yo, se desvanece la aparente realidad objetiva del mundo.
Adi Shankara o Shankaracharya
Fue un filósofo hindú que se considera vivió entre el 788 y el 320 d.C., aunque esta última fecha se cree que refleja el momento en el que alcanzó el despertar, más que su muerte física. Escribió, entre otros libros, el Drig-Drisya-Viveka, sentando las bases del Vedanta No-dual o Advaita. También se considera autor, aunque no hay certeza absoluta, del Vivekachudamani, obra sintética del Advaita que analiza la experiencia de conocer, defendiendo la unidad entre lo conocido y el conocedor.
Su filosofía presenta notables coincidencias con el budismo, pero también importantes diferencias (Ingalls, 1954). Defiende que no debe separarse la vivencia espiritual y la indagación filosófica, pero esta última debe ceder cuando se transciende el pensamiento. Brahman es nuestra esencia, el yo verdadero. La ignorancia nos impide ver esto. La liberación es darse cuenta de que todo lo que percibimos es un reflejo de Brahman, el Eso que está en el fondo de todo. No-dualidad no significa igualdad, sino no diferencia. El maestro solo puede ayudar dando instrucciones, enseñando caminos, pero nunca puede producir la experiencia. Shankara no inventa la no-dualidad del Vedanta, sino que la hace explícita (Sevilla, 2018)
Fundamentos del Advaita
El Advaita se resume en cuatro mahavakyas (grandes sentencias védicas) que encierran toda la doctrina y pueden considerarse como verdaderos mantras (Raphael, 1995). Son los siguientes (Sharma Arvind, 2013; Sevilla, 2018):
- El universo es Brahman: la universalidad de Brahman es nuclear en el Advaita y sustenta la no-dualidad. Hay diferencias en la forma de las cosas pero no en el fondo, en su esencia.
- Atman es Brahman: Atman, el auténtico Ser del hombre, lo que en algunas tradiciones se denomina «alma», no es diferente a Brahman, aunque no son lo mismo.
- Yo soy Brahman: el ser individual o yo, el personaje que hemos desarrollado a lo largo de la vida, es secundario y dependiente del entorno. Pero su esencia o Atman es Brahman. Por eso el yo individual, denominado jiva en sanscrito, también es eterno en última instancia porque: a) forma parte del samsara, que es un proceso eterno, y b) es idéntico, realmente es no diferente, a Brahman, que también es eterno.
- Eso eres tú: aunque en última instancia lo Absoluto (Brahman) es no diferente a nuestro personaje (yo), existen diferencias captadas por los sentidos y el intelecto. La liberación es hacerse consciente de esa identidad.
Enseñanzas del Advaita sobre no-dualidad
(Sevilla, 2018)
El ejercicio del ego es la actividad mental, la función secundaria a la categorización simbólica que desarrollamos para controlar el mundo. La función del ser es atestiguar la presencia o ausencia de actividad mental. La ilusión es el producto de esa actividad mental que distorsiona el mundo. Pensar que se puede despertar a través de la actividad mental es solo un sueño más, «el sueño del despertar».
Algunos despertares son parte del sueño y solo nos permiten, como en la experiencia del sueño lúcido, saber que estamos en un sueño mientras el sueño sigue ocurriendo sin que podamos controlarlo. El auténtico despertar implica darse cuenta de que lo que llamamos vigilia es un simple sueño. La sensación de éxito por haber alcanzado la liberación implicaría que aún estamos inmersos en el sueño del yo.
La acción no permite alcanzar la liberación, solo la comprensión. La persona liberada no desea ni teme nada, no hace diferencias entre bueno y malo. Vaciar la mente es el requisito: no equivale a no pensar o a no tener ideas, sino a descubrir un silencio que permita contemplar la realidad. Poner la mente en blanco implica intencionalidad, y no presupone el desapego a ese estado. Hay que desprenderse de lo que creemos que poseemos, de lo que creemos ser y de lo que deseamos obtener.
En el Vakya vritti se dice que el Sí Mismo no puede ser el cuerpo (sloka 13), ni la mente ni el intelecto (sloka 16). El testigo es distinto de todo lo que es objeto de percepción (sloka 17). Nuestra consciencia es Brahman, como el espacio atrapado dentro de un jarrón no es diferente del espacio universal y que no tiene partes. Igual que el continente, el jarrón, no puede cambiar el contenido, el espacio, el cuerpo no puede modificar la mente, que no es diferente de Brahman, la Mente Universal.
Las cosas, las personas y los sucesos no tienen obligación de ajustarse a nuestro deseo personal. Cada incumplimiento de esta expectativa egoica nos frustra, e intentamos compensarnos con nuevas conductas basadas en otras expectativas, en un proceso sin fin. La liberación no es algo que se logra o que se posee; es algo que se es. No es lo que hacemos, es lo que somos.
Cognición y no-dualidad
(Sesha, 2017)
Para el Advaita, lo más importante es la atención, es lo que queda cuando se quita todo. Lo único que puede conocer la atención es la atención misma. Por eso, la meditación es poner la atención en la atención para poder conocer la atención. La vacuidad es lo que hay entre pensamiento y pensamiento. Existe un vacío en negro, entre dos fotogramas. Ese vacío es un agujero de gusano que nos lleva a otras realidades.
La atención es previa a todo contenido cognitivo; por tanto, todo concepto, todo lo que se experimenta, esta emparentado con la atención. El yo es una actividad posterior a la atención: el yo requiere de la atención, pero la atención no requiere del yo; de la misma manera que las formas requieren del espacio para existir, pero el espacio no requiere de las formas. Existe una realidad que es de una naturaleza excepcional que es la conciencia.
Sin embargo, si somos precisos, el Advaita considera que es imposible deconstruir el yo, ya que es como «matar al hijo de una mujer estéril». No se puede deconstruir lo que nunca ha existido. El Advaita considera que partimos de un lugar absurdo y, por eso, todo el proceso posterior está errado. Lo que realmente deconstruimos no es el yo, sino la cognición.
Considera que la única forma de deconstruir el yo es a través del presente. El presente es una corriente de cognición que define lo que es relevante. En el presente se desecha del campo de cognición la información innecesaria. Este tipo de atención deconstruye el yo, porque el yo es una información innecesaria e irrelevante y produce fraccionamiento en la cognición. La información irrelevante diferencia sujeto de objeto, pero la atención existe sin que haya sujeto. Si estamos en el mundo externo, es decir, con los ojos abiertos o percibiendo fenómenos externos, desaparece el yo y somos los objetos que estamos observando. Si atendemos al mundo interno, con los ojos cerrados o centrados en el mundo mental, desaparecen los objetos y observamos la vacuidad. Para establecerse en el presente, las plataformas son el asombro, la novedad, la improvisación, el juego y la sorpresa. Deberíamos estar asombrándonos todo el tiempo.
Cuando los objetos hayan desaparecido y la atención esté totalizada en el perceptor, este, al no tener ya objetos de percepción porque solo observa la vacuidad, se vuelve hacia sí mismo. Es un estado que no puede forzarse, simplemente llega. Y cuando ocurre, el perceptor, aunque ya es otro perceptor, no el que existía en el nivel anterior, queda diluido en todo el campo de conciencia, porque se ha fundido con la vacuidad.