Proverbio javanés.
«Nuestro término Estado tan solo entró en el habla cotidiana a finales del siglo XVI, acuñado por un abogado francés llamado Jean Bodin, quien también escribió, entre muchas otras cosas, un influyente tratado sobre brujería, hombres lobo y la historia de los hechiceros (hoy en día se lo recuerda principalmente por su profundo odio a las mujeres).» David Wengrow, David Graeber. (El amanecer de todo.)
«Creíamos que el sedentarismo y la agricultura condujeron directamente a la formación de estados, pero sucede que estos solo aparecen mucho después (varios miles de años) de la agricultura en campos fijos.
Se daba por hecho que la agricultura fue un gran paso adelante para la nutrición, el bienestar y el ocio de las personas. Lo contrario parece haber sucedido en las primeras fases.
El estado y las civilizaciones tempranas eran vistos como imanes que atraían a las personas con el lujo, la cultura y las oportunidades que aportaban. En realidad, los estados tempranos se veían obligados a capturar y retener a una gran parte de su población, con diferentes formas de servidumbre, y estaban transidos por las epidemias del hacinamiento.
Los estados tempranos eran frágiles y propensos al colapso y, en cambio, las «edades oscuras» que los sucedieron podrían haber supuesto, con frecuencia, una mejora real en el bienestar humano.
Por último, parece razonable sostener que, al menos fuera de las elites, la vida en el exterior de los estados (la vida del ‘bárbaro’) pudo haber sido, en muchas ocasiones, más sencilla en términos materiales, y más libre y saludable, que la vida dentro de las civilizaciones.» James C. Scott. (Contra el estado.)
Scott puntualiza en este libro:
«La fundación de las primeras sociedades agrarias y de los primeros estados en Mesopotamia se produjo en el último 5% de nuestra historia como especie en el planeta. Y según este mismo baremo, la era de los combustibles fósiles, que comenzó a finales del siglo XVIII, representa solo el último cuarto del 1% de la historia de nuestra especie.»
Y aún así, todavía somos susceptibles de un gran ‘efecto de la civilización’, las plagas y las enfermedades:
«Las enfermedades con las que estamos familiarizados ahora (sarampión, paperas, difteria y otras infecciones extrahospitalarias) hicieron su aparición inicial en los primeros estados. Parece casi seguro que muchos de los primeros estados colapsaron como resultado de epidemias análogas a la peste antonina y a la plaga de Justiniano en el primer milenio e.c. o a la Peste Negra del siglo XIV en Europa.
Después llegó otra plaga: la plaga estatal de los impuestos en forma de grano (…)»
«La historia no registra estados de yuca, sago, ñame, taro, plátano, fruta de pan o batata», escribe el antropólogo. En realidad, el libro se titula, literalmente: «Contra el grano: una historia profunda de los estados más antiguos». Aunque «contra el grano» sea una expresión que significa «a contrapelo». Hace referencia a la hipótesis del grano: Asegura que existe un vínculo directo y crucial entre el cultivo del grano (trigo, maíz, arroz) y el nacimiento de los primeros estados. Las agriculturas basadas en tubérculos o legumbres no tienen un período de cosecha fijo y no generan reservas.
En palabras de Scott: «Mi hipótesis es que solo los granos resultan perfectamente idóneos para la producción concentrada, la liquidación de impuestos, la apropiación, las encuestas catastrales, el almacenamiento y el racionamiento. En un suelo adecuado, el trigo proporciona la agroecología necesaria para las densas concentraciones de súbditos humanos.» Esto es porque «solo los granos de
cereal pueden servir de base a los impuestos: son visibles, divisibles, liquidables, almacenables, transportables y ‘racionables’. (…) Para apreciar las excepcionales ventajas de los granos de cereal, conviene ponerse en el pellejo de un antiguo recaudador de impuestos, interesado, ante todo, en la facilidad y la eficacia de la apropiación.»
«Puedes tener un rey y puedes tener un señor, pero el hombre de temer es el recaudador de impuestos.» Antiguo dicho sumerio.
especializados (soldado, sacerdote, servidor, administrador, y una élite que los preside). Los nuevos estados requerían enormes cantidades de trabajo, formas de trabajo forzoso, incluida la esclavitud.
«Un sistema de gobierno con un rey, personal administrativo especializado, jerarquía social, un centro monumental, murallas, recaudación de impuestos y sistema de distribución es, ciertamente, un «estado» en el sentido fuerte del término. Tales estados existen desde los últimos siglos del cuarto milenio a. e. c. y parecen estar bien atestiguados por la poderosa organización territorial de Ur III en el sur de Mesopotamia, como muy tarde, alrededor del año 2100.»
Todo se facilitó con otra nueva tecnología de control: la escritura. «Es virtualmente imposible concebir incluso los primeros estados sin una tecnología sistemática de registro numérico», sostiene Scott. En Mesopotamia, la escritura se usaba exclusivamente para la contabilidad.
«Parece, por ejemplo, que la huida de los primeros dominios estatales a la periferia era algo bastante común, pero, en la medida en que contradice la narrativa del estado como benéfico civilizador de sus súbditos, queda relegada a oscuros códigos legales. Otros, entre los que me incluyo, están casi seguros de que la enfermedad fue un factor importante de la fragilidad de los primeros estados. (…) Del mismo modo, el alcance de la esclavitud, la servidumbre y el reasentamiento forzoso resulta difícil de demostrar.»
No deberíamos confundir nunca cultura o bienestar de la población, con centros estatales, nos advierte Scott. No resulta infrecuente que los súbditos de los estados tempranos abandonaran tanto la agricultura como los centros urbanos para evadir los impuestos, el reclutamiento, las epidemias o la opresión con el fin de lograr «una mayor libertad y movilidad física, evitando, quizá, la muerte en combate.» «Los motivos para la huida eran enormemente variados: epidemias, malas cosechas, inundaciones, salinización, impuestos, guerra y reclutamiento.»
El arqueólogo Wengrow y el antropólogo Graeber definen el Estado de esta manera:
«El Estado, como lo conocemos en la actualidad, resulta de la combinación de tres elementos diferenciados: soberanía, burocracia y un campo político competitivo, que poseen orígenes totalmente separados. (…) Soberanía, burocracia y política son magnificaciones de tipos elementales de dominación, basados, respectivamente, en el uso de violencia, de conocimiento y de carisma.»
– Soberanía (violencia espectacular, realeza divina dinástica)
– Control de información (técnica administrativa, burocracia) «Es la adición del poder soberano y la consiguiente capacidad del gobernante de decir ‘las normas son las normas; no se hable más del asunto’ lo que permite a los mecanismos burocráticos volverse genuinamente monstruosos.»
– Carisma (conflicto competitivo, señores de la guerra conquistadores).
«Nos gustaría sugerir que esos tres principios (llamémoslos «control de la violencia», «control de la información» y «carisma individual») son las tres bases posibles del poder social. La amenaza de violencia tiende a ser el más fiable, razón por la cual se ha convertido en la base de los sistemas de derecho en todo el mundo; el carisma tiende a ser el más efímero. Generalmente, los tres coexisten en cierto grado.»
«Esta es la razón por la que el agente secreto se ha convertido en el símbolo mítico del Estado moderno. James Bond, con su licencia para matar, combina carisma, secretismo y el poder de la violencia que no ha de rendir cuentas, apoyado por una enorme máquina burocrática.»
Tal vez esto es lo que realmente es un estado: una combinación de violencia excepcional y la creación de una maquinaria social compleja, todo aparentemente dedicado a actos de cuidado y devoción. El cuidado de la nación donde la mayor parte de la actividad humana se dirigía hacia arriba, «ya sea para atender a los gobernantes (vivientes y muertos) o ayudándolos con su propia tarea de alimentar y cuidar a los dioses.»
En la antigua Grecia, los parásitos eran los altos funcionarios encargados de verificar la cosecha de trigo y la preparación del pan, así como los banquetes en homenaje a los dioses. Del latín parasītus, y este del griego παράσιτος (parásitos) ‘comensal’ formada por el prefijo para- ‘al lado de’ y sitos ‘trigo’, ‘pan’, ‘comida’. Al lado del grano.
No hay que confundir cultura o bienestar con centros estatales, nos advierte
Scott. Y según estos autores, tampoco con la idea de civilización:
«La palabra civilización procede del latín civilis, que en realidad se refiere a esas cualidades de sabiduría política y ayuda mutua que permiten a las sociedades organizarse a través de la coalición voluntaria.
Dicho de otro modo, originalmente se refería al tipo de cualidades exhibidas por las asociaciones ayllu andinas o las aldeas vascas, más que a los cortesanos incas o a los miembros del linaje Shang. Si la ayuda mutua, la cooperación social, el activismo cívico, la hospitalidad o sencillamente preocuparse por los demás son el tipo de cosas que realmente acaban creando civilizaciones, en ese caso esta genuina historia de la civilización apenas está empezando a escribirse»