Pirámides chinas
Si preguntamos al ciudadano medio qué podemos visitar durante un viaje a China, sin duda lo primero que nos dirá es la Gran Muralla. Si ahondamos, enseguida saldrán a relucir otros lugares, como algunos templos, la Ciudad Prohibida, los rascacielos de Shanghái o el complejo de los guerreros de terracota, en Xi’an. Sin embargo, si le preguntamos a esa misma persona lugares en los que visitar pirámides, sin duda mencionará Egipto, y después algunas culturas de la América precolombina, como el Imperio inca o el azteca. Y si este ciudadano tiene interés en la materia, es posible que señale otros lugares del mundo, en diversos continentes, donde pueden encontrarse pirámides.
Pero, ¿citaría a China como un país donde encontrar pirámides? ¿Y si le hablamos de un valle o complejo que contiene nada más y nada menos que unas 60 construcciones piramidales? Sin duda quedaría sorprendido –y no es para menos–, pero lo cierto es que no estamos fantaseando en absoluto, sino reproduciendo una realidad poco accesible, de «reciente» descubrimiento y de la que poco se sabe. En las próximas páginas viajaremos hasta uno de los lugares más inesperados del «gigante asiático». Bienvenidos al misterio de las pirámides chinas.
La primera referencia –y prácticamente única– que tuve sobre la existencia de pirámides en China fue hace más de 13 años, en un maravilloso (y heterodoxo) documental titulado La revelación de las pirámides, del francés Patrice Pooyard, con quien tuve la posibilidad de hablar en una ocasión. Tras el encuentro, me quedó claro que es alguien a quien hay que prestar muchísima atención. Si bien no coincido del todo con el director del documental, pues varias de sus suposiciones me resultan demasiado atrevidas, no hay que perder de vista que el francés descubre, en general, muchos misterios con la colaboración de un equipo que cuenta con geólogos, arquitectos, ingenieros y, como no, arqueólogos.
MANTO DE OCULTAMIENTO
Así pues, este documental supuso mi primera toma de contacto con las pirámides chinas, mi primer conocimiento de estas, y el motor que agitó en mí la insaciable necesidad de conocerlas in situ, descubrir en persona todo cuanto me fuera posible, fotografiarlas, grabarlas, aportar un humilde pero honesto grano de arena en lo que hoy permanece como uno de esos grandes misterios que esconde nuestro increíble planeta. El problema que me planteó el documental fue que daba a entender que era un lugar prácticamente inaccesible. Y no porque su enclave estuviera protegido por las fuerzas de la naturaleza, como sucede con muchos otros sitios arqueológicos a lo largo y ancho del mundo, sino porque el Gobierno chino no permitía llegar hasta el lugar si no era con un permiso especial que muy pocos han tenido el privilegio de conseguir. Por si esto no fuera suficiente, la zona estaba apartada del mundo.
Toda esta espesa capa de oscurantismo no hacía más que aumentar mis dudas acerca de la conveniencia de iniciar el viaje, ya que los pocos vídeos que existen de las pirámides muestran a las claras una ocultación deliberada de dichos monumentos. Sin ir más lejos, fueron disimuladas mediante la plantación de árboles, con la evidente pretensión de disimularlas entre colinas y otros terrenos naturales adyacentes a la zona de interés. Así que era lógico aventurarse en la hipótesis de que se quería ocultar como si se tratara de un secreto de estado o algo similar. En cualquier caso, a nadie sorprende que el gobierno chino opere de semejante modo.
Los pocos datos sobre la ubicación de este conjunto que obran públicos para aquellos que desean interesarse, sitúan las pirámides muy cerca de uno de los grandes reclamos turísticos del país: Xi’an, donde permanecen alerta y vigilantes los miles de guerreros de terracota del primer emperador de China y titular de la dinastía Qin, que se remontan a unos 2.200 años de antigüedad. Bien: cerca de Xi’an, la que fuera capital de ese imperio, se encuentra la provincia de Shaanxi, donde reside el misterio que tratamos en estas líneas. Por fortuna, y a pesar de algunos recelos, al final decidí emprender el viaje. Dos premisas fueron esenciales en la decisión. La primera es que no tenía nada que perder. La segunda, dada la proximidad de Xi’an, que lo peor que me podía pasar es que disfrutara de ese otro tesoro arqueológico milenario.
UN MISTERIO A VISTA DE PÁJARO
Dicen que la suerte acompaña a los valientes. No sé si es cierto y no soy yo quien debe considerar si hay o no valentía en mis propósitos, pero lo cierto es que la suerte me acompañó, ¡vaya si lo hizo! El hecho es que una de las aproximaciones al aeropuerto de Xi’an sobrevuela justamente buena parte de la zona de las pirámides, y gracias a mi condición de piloto, pude intuir las maniobras de aproximación que estaba realizando la aeronave. Así que me preparé, y tomé la cámara con la esperanza de que, desde mi ventanilla, pudiera ver algo cosa interesante. El avión hizo justo el viraje que estaba deseando, y allí estaban, disimulándose entre montículos varios, pero visibles a la perfección desde mi ventanilla. Aún no había aterrizado y ya comenzaba a sentir esa maravillosa sensación de «lo logré». Seguro que saben a qué me refiero. Esas primeras fotografías desvelaban la realidad, sin medias tintas, sin las trabas de ningún gobierno, y revelaban no solo su presencia, sino también un tamaño inusual, pues eran enormes.
A pesar de este prometedor inicio, los inconvenientes se presentaron rápido. Ninguno de los taxistas, guías o empleados del hotel sabían darme razón de las pirámides. De hecho, muchas veces sus gestos y exclamaciones denotaban un profundo desconocimiento de las mismas. No deja de ser curioso, pues son empleados dedicados al turismo y, además, están cerca del destino que buscábamos.
¿Qué hacer entonces? Fácil, recurrir a una experiencia previa, cuando en isla Mauricio me vi en una situación análoga. Se me ocurrió consultar los mapas satelitales de la zona. ¡Eureka! Ahí estaban, y eran un gran número de ellas, y quién sabe cuántas habrían podido escapar del escrutinio. Sin embargo, un mínimo de 60 pirámides estaba esperando la ansiada visita. Además, hubo otro hecho emocionante. Descubrí que iba a seguir una senda que podría resultar curiosa al profano, pero que no podía ser casual en ningún caso, por lo que habría que investigar al respecto: al observar el mapa, se apreciaba cómo se alineaban de norte a sur en su práctica totalidad.
Si partimos de la base de que estábamos ante túmulos funerarios, solo cabe pensar en el enorme esfuerzo de construir cada una de estas moles; tuvo que ser descomunal, porque primero los trabajadores debían remover millones de toneladas de tierra, excavar enormes agujeros para introducir al emperador y, por último, levantar con toda esa tierra auténticas montañas artificiales.
EL EMPERADOR QIN
El origen de estas pirámides data aproximadamente del siglo II a. C., años antes del nacimiento del Imperio chino, cuando varios reinos luchaban por obtener la supremacía. Al final, fue Qin Shi Huang quien terminó dominando al resto y unificando esos reinos y autoproclamándose emperador de China, el primero de la historia y de su dinastía. A modo de anécdota, es común pensar que el nombre de China procede precisamente de este primer emperador, toda vez que Qin tiene una pronunciación muy similar a «chin», lo que podría haber derivado en que los extranjeros llamaran China al territorio gobernado por la dinastía Qin. Obsérvese que, en mandarín, China se denomina «Zhōngguó», literalmente «el país del centro»; nombre que nada tiene que ver con la denominación utilizada por el conjunto de países occidentales.
Sin embargo, el nombre que le dan los chinos a su país denota cómo el emperador Qin creía ser el centro de todo, una suerte de megalomanía que explicaría que su tumba fuera custodiada por los 8.000 guerreros de terracota, que fuera el propulsor de los primeros tramos de la Gran Muralla o que fuera responsable de las primeras pirámides. Según algunas fuentes, el «emperador amarillo» habría mandado destruir todos los documentos referentes a las pirámides, si bien algunos se habrían salvaguardado en los templos; algo que ahora mismo no podemos descubrir, debido al secretismo que envuelve todo lo relacionado con las pirámides chinas. Con todo, esto explicaría la presunta inexistencia de documentación sobre las pirámides.
Además, el emperador habría hecho enterrar a sus constructores en las pirámides para que no pudieran desvelar su ubicación, así como a las concubinas que no le hubiesen dado hijos y quién sabe a cuántos más, además de todos sus tesoros. Todo el pasto y árboles que hoy revisten las obras habrían sido también realizadas para ocultar las pirámides al mundo. Hasta entonces, las tumbas de los gobernantes no eran nada espectacular a nivel visual, pues eran enterrados en grandes palacios, aunque por completo reservados a la vista del profano. Sin embargo, gracias al primer emperador chino, se iniciaría la nueva era de las pirámides en China. No en vano, un gran número de estas pirámides son ya del periodo Han, dinastía que seguiría inmediatamente a la primera.
LA GRAN «PIRÁMIDE BLANCA»
Seguimos relatando maravillas sobre estas pirámides. El conjunto presenta unidades de muy diversos tamaños, aunque hay una que rivaliza en magnitud con pirámides muy notables del mundo. La pirámide principal es superior en base y altura que la Gran Pirámide de Guiza, en Egipto; también tiene unos lados en la base que casi igualan –a falta de investigaciones científicas que aporten datos rotundos– los de la pirámide de Cholula, al sur de México, en estos momentos la que tiene la base más grande del mundo, con 450 metros de lado; al menos, hasta que algún nuevo descubrimiento, ya sea en China o en otro lugar, desmienta, una vez más, la realidad que conocemos.
No hay duda de que en la pirámide aún falta mucho por descubrir, ya que, entre otras cosas, se ha detectado una cámara enorme subterránea donde seguramente haya sorpresas únicas. ¡Quién sabe qué hallazgos saldrían a la luz si el gobierno chino permitiera estudiar estas pirámides! ¿Estamos hablando de la enigmática y conocida como «pirámide blanca»? Resulta harto difícil asegurarlo, a la par que atrevido. Esta enigmática pirámide fue avistada por un piloto norteamericano, James Gaussman, en 1945 cuando sobrevolaba la zona durante una travesía. Aseguró maravillarse ante el tamaño colosal y la culminación del hallazgo.
Pero Gaussman ni fue el primero ni el último en manifestar haber visto la «pirámide blanca». Ya en 1912, otro norteamericano, Fred Meyer Schroder, fue el primero en señalar la existencia de la construcción. Y el francés Victor Segalen realizó tres viajes arqueológicos a China en los primeros años del siglo XX. También aseguró haber presenciado la pirámide en cuestión. Por otra parte, solo dos años después de Gaussman, otro aviador logró tomar una fotografía que sería publicada nada más y nada menos que en el prestigioso The New York Times. El aviador, el coronel Maurice Sheehan, aseguraba unas medidas monumentales. El gobierno chino no tardó en negar la existencia de las pirámides y los historiadores de la época no ayudaron a que la pirámide se convirtiera en una realidad, sino que más bien colaboraron, a buen seguro sin pretenderlo, a la creación del mito. Lo que no deja de ser curioso es que después de más de un siglo no haya existido ninguna expedición seria que pueda atestiguar y documentar la existencia de esa «pirámide blanca».
El conocimiento acumulado durante años sobre pirámides de todo tipo y a lo largo y ancho del mundo me permite aventurar la hipótesis de que esta gran pirámide fue concebida en un primer momento para ser aún mucho mayor de lo que es, lo que habría desbancado incluso a la citada pirámide de Cholula; sin embargo, me inclino a pensar que no se habría acabado en su totalidad, lo que la ha dejado en ese más que probable «segundo lugar» en el ranking de pirámides más grandes del mundo.
CIVILIZACIÓN MADRE
Un aspecto destacable, que no es privativo de estas pirámides que estamos describiendo, es el hecho de que la pirámide, en tanto elemento constructivo, fue construida en muchos y dispares lugares del planeta, en épocas a menudo no muy distantes entre sí. ¿Una suerte de obsesión del hombre por alcanzar el cielo? Podemos conceder que sea uno de los métodos más «sencillos» de conseguir estas metas, en la medida en que consiste en colocar una base y, sobre esta, ir situando capas y capas hasta alcanzar la cima de la construcción.
Lo que nos choca y nos lleva a una reflexión es por qué las pirámides comienzan a aparecer hace solo unos miles de años –apenas un suspiro en el tiempo– si nuestra especie lleva unos 230.000 años moviéndose por el mundo. Para un simple mortal, ese tiempo puede dar vértigo, pero no deja de ser poco menos que una broma ante los miles de millones de años de vida en la Tierra. Además, si bien es cierto que el aprendizaje del hombre ha sido paulatino, no es menos cierto que la especie apenas ha cambiado desde su aparición y desarrollo. Entonces… ¿por qué son tan «recientes»? No pretendo con estas preguntas apuntar sobre estas pirámides a misterios antediluvianos ni a civilizaciones desconocidas por nosotros, más antiguas de las que la arqueología y la antropología reconocen. No obstante, da que pensar que se desarrollaran en todo el planeta, en un tiempo en el que muy pocos hombres conocían más mundo que aquel pedazo de tierra que los vio nacer.
Ahora bien, no sería responsable escribir este artículo sin mencionar una serie de aspectos que nos resultan del todo impropios en los tiempos que corren. Si no es oro todo lo que reluce, parece que hoy en día debería haber una especial sensibilidad por la cultura arqueológica, que no es otra cosa sino la de la civilización que la acogió en su seno. Lo verdaderamente lamentable es que no siempre es así; desde luego no lo es en la ubicación de las pirámides.
ABANDONADAS
El citado documental de Patrice Pooyard muestra un lugar muy distinto del que podemos encontrar hoy. Xi’an, lejos de ser rural, ha crecido hasta el punto de que la ciudad tiene más de tres millones de habitantes, que aumentan hasta superar los ocho millones si contamos la municipalidad. Eso se traduce en un crecimiento urbano de dimensiones enormes. Lo que a priori no debería suponer un problema en sí mismo, sí lo es cuando observas con tus propios ojos cómo los edificios modernos de viviendas se acercan cada vez más a las pirámides, mientras estas se ven cada día más abandonadas por las administraciones chinas. Y las que están más lejos de estos núcleos urbanizados sufren el abandono total. Duele decirlo de esta manera tan cruda, pero así es, y así se encontrará el viajero lo que podría ser sin duda una de las grandes maravillas de la Antigüedad.
Cuando comprobamos que solo unas pocas pirámides se conservan bien y se dedican al turismo, cobrando la correspondiente entrada para su visita, entre decenas de pirámides, podemos hacernos una idea del poco respeto que aún se muestra en muchos lugares por culturas milenarias. Lo sorprendente es que el gobierno sí presta mucha atención a «La ciudad prohibida» y no aquí. ¿Es posible que hayan desvalijado ya hace mucho los tesoros que a buen seguro guardaban estas construcciones? ¿Por qué si no tanto oscurantismo y dejadez desde que los occidentales tuvimos las primeras noticias hace ya más de un siglo? Da que pensar…
Solo deseo con el corazón que no acaben desapareciendo, absorbidas por la «modernidad».
https://www.espaciomisterio.com/historia-oculta/misterio-piramides-chinas_57959