La definición de la identidad, así como su búsqueda y construcción, es uno de los temas más recurrentes en filosofía y psicología desde sus mismos inicios. Con el concepto de identidad narrativa, Paul Ricoeur marcó un antes y un después, al equiparar este aspecto del ser humano con la construcción de una historia.
En este artículo exploraremos a este personaje y su teoría, enlazándola con la identidad personal. No te pierdas de nada, pues estás ante una de las incógnitas más ansiadas por resolver del ser humano.
El autor de la identidad narrativa: Paul Ricoeur
Paul Ricoeur fue un filósofo francés nacido en 1913, cuya figura dejó un legado importante en la hermenéutica y la ética. Su visión bebía de la filosofía fenomenológica y de la analítica, lo que daba lugar a un enfoque único de conceptos integrados y diversidad disciplinaria.
En un recuento sobre su vida y obra, publicado en el libro Paul Ricoeur (2019), se afirma lo siguiente: «Su trabajo aborda temas como la voluntad, la acción, la identidad, la cuestión del tiempo, la historia, la interpretación…».
Fue en su obra Sí mismo como otro (1990) donde abordó la identidad personal como la capacidad de los individuos de dar sentido a su existencia a través de la narrativa. Para él, la esencia de una persona no viene determinada, sino que se construye y, además, fluye.
Ricoeur destacaba el papel de la introspección y la reflexión para construir la identidad personal.
Paul Ricoeur recibió varios premios a lo largo de su carrera, como el Pablo VI o el John W. Kluge, ambos ya cerca de su año de muerte, 2005. Dedicó su vida a estudiar la trascendencia humana y su herencia aún influye en nuestros días.
¿Qué es la identidad narrativa?
La noción de este concepto se basa en que la identidad se construye de la misma manera que el individuo narra una historia. Por tanto, nos constituimos como personas a través de la capacidad narrativa y de ser actores dentro de nuestras propias historias.
En una revisión sobre esta teoría, publicada en la revista Apuntes Filosóficos, se explica que la identidad narrativa se configura gracias al relato de experiencias temporales, por lo que existe una conexión entre los acontecimientos, la permanencia en el tiempo y las cualidades del relato como expresión de la experiencia misma.
Esta acción implica seleccionar y organizar experiencias dentro de una narrativa coherente y significativa. De esta manera, se crea el sentido de continuidad y se desarrolla el autoconocimiento. El sujeto, por tanto, tiene un papel activo y dinámico en su construcción de la identidad.
Sin embargo, esta creación de la identidad narrativa también implica la interacción con los demás. Ahí es donde entra el papel de las experiencias compartidas, que son el nexo de las historias ajenas y las propias. Así, dicha identidad estaría influenciada por el discurso ajeno.
Nuestras identidades se entrelazan a través de las narraciones.
A medida que adquirimos experiencias vitales y sus narraciones se integran en nuestra identidad, muchos aspectos de la misma se reinterpretan y cambian. La identidad narrativa invita a reflexionar sobre nuestra propia historia para reinterpretarla y evolucionar.
La identidad personal
En contraposición a la identidad narrativa de Ricoeur está el concepto de identidad personal. Esta consiste en la percepción que cada individuo tiene de sí, continua y coherente.
Aunque esta identidad se construya a través de la narración e integración de nuevas experiencias (personales y compartidas), se diferencia en que alude a la parte única que diferencia a cada individuo. Es decir, la identidad personal son los aspectos estables y duraderos de la personalidad.
¿Son conceptos opuestos la identidad narrativa y la personal?
Al hablar de su naturaleza cambiante o estática, podría parecer que ambos tipos de identidad se contraponen. Sin embargo, se trata más bien de complementariedad.
La identidad personal agrupa los pilares sobre los que narrar nuestra historia. Es la continuidad en el tiempo y la sensación de estabilidad personal, pues sentir que nuestra identidad cambia con cada nueva experiencia (en lugar de integrarla en un discurso coherente) sería problemático para la salud mental.
La identidad narrativa, por su parte, sería el motor que hace evolucionar a la persona. Se trata de un proceso dinámico que permite integrar los nuevos «episodios» de la propia vida dentro de un discurso coherente. De esta manera, con este tipo de identidad se reflexiona, se crece como persona y se afrontan desafíos futuros.
La identidad narrativa también engloba el aspecto ético de la personalidad, dado que a través de ella se reinterpreta la propia historia en función de nuevos acontecimientos.
Una teoría para reflexionar
En definitiva, la combinación entre lo constante y lo dinámico es lo que ha hecho que la teoría de Paul Ricoeur sea tan diversa como integrada. Al tiempo que respeta la continuidad de la identidad, dota al sujeto de una capacidad activa de reescribirla y hacerla evolucionar. Todo ello sin perder la coherencia ni olvidar la influencia social.
Si bien la identidad sigue siendo un misterio tan lejano de resolver como la propia mente, Ricoeur ofreció un enfoque complejo sobre el que trabajar. Además, deja una reflexión importante: ¿cómo construimos nuestras propias historias? ¿Cómo nos construyen las historias a nosotros? La clave, según la teoría de la identidad narrativa, está en esta interacción tan compleja y a la vez tan hermosa.
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